La bala de plata
Si Sánchez no consigue dar la vuelta a la derrota que anuncian los sondeos, no hay que descartar que trate de activar el voto poniendo sobre la mesa la alternativa republicana y demoler el orden constitucional de 1978
Pedro Sánchez se quedó corto en noviembre de 2019 cuando afirmó que su plan de gobierno era «negociar día a día, ley a ley con hechos concretos. Se hace camino al andar». Era un proyecto de supervivencia cuyo objetivo era mantenerse en el poder. El paso de los años nos ha enseñado que el camino elegido estaba lleno de salteadores; cada día le exigen un precio que el presidente del Gobierno paga sin rechistar.

Ha indultado y amnistiado, ha suprimido el delito de sedición y reformado el de malversación. Se humilla enviando en romería a los suyos para negociar con Puigdemont. Soporta los insultos de la portavoz de Junts en el Congreso. Ha tenido que morder el polvo de la derrota parlamentaria en casi ochenta ocasiones. Y lleva dos años sin conseguir que sus socios de investidura le aprueben los Presupuestos.
El pasado domingo dijo: «Voy a buscar los votos hasta debajo de las piedras», para aprobar el decreto ómnibus rechazado por el Congreso. Tras una negociación agónica, el martes cedió a la exigencia de Puigdemont de tramitar una cuestión de confianza a cambio de votar a favor de una parte del decreto ómnibus: solo 29 de sus 80 propuestas. Y Pedro Sánchez es consciente del enorme desgaste electoral de humillaciones como estas.
Su otra debilidad es su política social que nos ha conducido a unos niveles de desigualdad inimaginables con un gobierno de izquierdas. Aunque la economía española es la que más crece de Europa, seis de cada diez jóvenes con trabajo no pueden comprar ni alquilar un piso. El último informe Foessa dice que 3,4 millones de españoles viven hacinados en «nanopisos» con menos de 15 metros por persona, y casi el 9,5 % viven en «exclusión social», especialmente por la vivienda. José Luis Escrivá, gobernador del Banco de España y exministro de Pedro Sánchez, dijo el 13 de diciembre: «En España se construyen anualmente unas 100.000 viviendas y otras 20.000 se renuevan, mientras que el número de hogares que se están creando al año más que dobla esa cifra». Los números están claros: todos los años se construyen 120.000 viviendas menos de las necesarias.
Además, están en riesgo de pobreza 2,3 millones de niños y adolescentes, y 867.000 sufren carencia material severa, según el Informe de la Plataforma de Organizaciones de la Infancia. Y el presidente es también consciente del coste electoral de la desigualdad.
Visto el declive electoral que dan todos los sondeos al PSOE de Sánchez —salvo el CIS, claro— ha puesto en marcha una estrategia con varios frentes cuyo objetivo es seguir en la Moncloa tras las próximas elecciones generales.
Como no puede ofrecer avances reales en el bienestar de los españoles, que le ven en manos de los separatistas, recurre a la estrategia del enfrentamiento y división tratando de resucitar las dos Españas, porque cree que los españoles de izquierda son más.
Trata de degradar al poder judicial calificándolo en sus proposiciones de ley como «servicio público» y no como un poder del Estado, que es como lo define el artículo 117 de la Constitución. Va contra los jueces acusándoles de connivencia con el PP y pretende nombrar 1.000 a dedo. Quiere eliminar la acción popular —una figura jurídica presente en la legislación española desde hace 150 años— justo ahora que amenaza a su círculo familiar.
Está ocupando los centros de poder con personas afines y sometidas al Gobierno. Destinará más de 160 millones al año en publicidad estatal para controlar a la prensa. Y remueve la figura de Franco y va de valiente contra la dictadura a los cincuenta años de su muerte.
Pero si esa estrategia no diera resultado y las perspectivas electorales siguieran siendo malas, no hay que descartar que su última baza sea la «bala de plata». Según algunas viejas leyendas, era la única capaz de eliminar a monstruos o enemigos fantásticos, aunque ahora se utiliza como metáfora para describir una solución radical y simple con la que solucionar un problema grave.
Con su «bala de plata» como recurso último trataría de activar el voto de una parte del país poniendo sobre la mesa la alternativa republicana frente a la Monarquía constitucional de 1978. Sería remover los cimientos del sistema y una apuesta llena de riesgos para quien la hiciera.
No veo fantasmas donde no los hay porque desde hace tiempo estamos viendo desdenes, desconsideraciones y marginaciones deliberadas. La última estrategia de desgaste es presentar a la Corona como una institución vinculada a la derecha. Solo hay que ver lo que dicen personas cercanas al gobierno o sus voceros en las redes sociales y en los medios de comunicación. Es una estrategia basada en la falsedad porque desde hace 50 años la Corona es un ejemplo de neutralidad.
Pero cuidado con las balas de plata, porque en ocasiones el tiro sale por la culata.
- Emilio Contreras es periodista