Cómo trabajar menos
La IA permite a las máquinas «aprender», tomar decisiones y ejecutarlas sin intervención humana. Su uso va a tener importantes consecuencias en la productividad de aquellos profesionales que se dedican a la Ingeniería, la Medicina o el Derecho
Hace casi doscientos años, los promotores del movimiento ludita estimaron que las nuevas máquinas, por aquel entonces la de vapor y los telares de lanzadera automática, eran la causa del desamparo de los trabajadores y decidieron que lo mejor era destruirlas. El movimiento duró poco y las máquinas siguieron su avance. Cada vez que una nueva tecnología hace su aparición, se manifiesta el «ludismo de cada era», que se opone a su implantación, considerando que «todo tiempo pasado fue mejor». Las nuevas técnicas suelen exigir un esfuerzo de adaptación, de nuevos hábitos, que puede no ser bien recibido por algunos sectores sociales.
Angus Maddison, economista británico muy relacionado con la Universidad de Groninga, ha pasado a la Historia como una de las personas que ha conseguido recopilar más datos económicos de todas las épocas. Ha merecido todas las citas que de él se hacen. Entre ellos pueden elegirse los relativos al número de horas trabajadas en los tiempos del ludismo y en los actuales. En 1820 se trabajaba, como media, en Gran Bretaña, 3000 horas al año (62 horas por semana) y, en el año 2000, se trabajaba 1489 (30 horas por semana), menos de la mitad. Si a esto se suma que muchos «pobres» de nuestro tiempo usan más bienes que muchos reyes de la Edad Media, se concluirá que, aún siendo verdad que la civilización tecnológica ha creado las mayores desigualdades de la Historia, también lo es que ha contribuido a una disminución creciente de la pobreza y, a tenor de los datos anteriores, a un asombroso aumento del tiempo libre.
Informaciones fiables señalan que, en España, en 1913, se trabajaba 2624 horas anuales, cifra que, en 2015, pasó a ser de 1489 horas. Los españoles podemos ahora disfrutar de mayor bienestar trabajando menos. Todo es consecuencia del aumento de la productividad.
Ejemplo paradigmático de la tecnología de nuestro tiempo es la Inteligencia Artificial (IA). Es una rama de la Informática y la Estadística, cuyo nombre parece haberlo elegido algún especialista en marketing para atraer a los usuarios, y cuyos logros sorprenden más cada día.
Una de sus últimas manifestaciones es la IA generativa, de la que son ejemplos el ChatGPT y el DeepSeek . La IA generativa es capaz de producir textos, imágenes, audios y vídeos sobre los temas que se le requieran. Lo hace con la suficiente calidad como para que no se necesiten correcciones importantes.
Al ser una tecnología capaz de crear textos, los redactores de informes, guiones, libretos han visto amenazados sus puestos de trabajo. La amenaza es lo suficientemente importante como para que se convocara una huelga en el sector del espectáculo de los Estados Unidos, en la que participaron guionistas de Hollywood, para que se tratara de regular la nueva situación. También ha sido causa de preocupación en algunos medios universitarios encargados de juzgar trabajos como tesinas, tesis doctorales y similares, que encuentran no pocas dificultades para discernir entre lo que los autores han extraído de distintas fuentes y su propias aportaciones personales.
La IA permite a las máquinas «aprender», tomar decisiones y ejecutarlas sin intervención humana. Su uso va a tener importantes consecuencias en la productividad de aquellos profesionales que se dedican a la Ingeniería, la Medicina o el Derecho.
El número de documentos en los que las Autoridades de la Unión Europea tratan de la Inteligencia Artificial es creciente. En todos ellos viene a manifestarse el deseo y preocupación de que en todas sus aplicaciones se consideren sus efectos sobre las personas. Se sigue con ello lo que prescribe el Tratado de la Unión, de la que dice que es una «unión de valores», que se fundamenta en el respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos.
La tecnología, un ejemplo es la IA, y la formación de los trabajadores, ha hecho que disminuya de modo notable el número de horas trabajadas y que aumente el bienestar y el tiempo de ocio de muchos. Es una consecuencia del aumento de la productividad del trabajo Este aumento de la productividad es diferente según los países y sectores. Hay diferentes modos de medirla, revelando cada uno de ellos alguno de sus aspectos y tiene gran interés comparar la de unos países con otros. Así, utilizando datos de Eurostat, se concluye, por ejemplo, que la productividad por español en las últimas décadas ha venido a ser el 60 por ciento de la alemana y el 75 por ciento de la de la eurozona. Cuando la comparación se hace atendiendo a la producción por hora trabajada ocurre que la española es un 40 por ciento de la irlandesa, un 75 por ciento de la alemana y está por debajo de la francesa, la holandesa y la italiana.
La comparación Estados Unidos - Unión Europea puede hacerse diciendo que 450 millones de europeos producen lo mismo que 350 millones de norteamericanos y que, por lo tanto, la productividad en la UE por persona es un 25 por ciento inferior a la norteamericana.
El tiempo que una sociedad puede dedicar al ocio depende de su productividad. Cualesquiera regulaciones relativas al número de horas trabajadas que no se basen en este sencillo principio, están abocadas a llevar a la sociedad a niveles de bienestar muy distintos de los que se pretendían.
Los intentos de tener un ocio mayor, mediante reducciones de jornada, por ejemplo, solo suelen conducir, tras un periodo más o menos corto, a pérdidas de bienestar.
Andrés Muñoz Machado es doctor ingeniero industrial