De robots y personas
No se trata de sustituir mano de obra por robots sino de integrar robots y mano de obra”. Es necesario encontrar un equilibrio entre las dimensiones cibernética, física y humana que beneficie a todos
Las predicciones de lo que será nuestro mundo dentro de unos años dibujan auténticas maravillas. Hay quien afirma que aquellos que deseen adquirir un nuevo automóvil podrán hacerlo desde el ordenador que tengan en su domicilio, mediante el que podrán entrar en la página web del fabricante, examinar su oferta de vehículos, la de accesorios que pueden añadirle y ordenar a la cadena de montaje el ensamblado del coche, lo que será inmediatamente obedecido por robots que, además, prepararán todo para trasladar el coche a la puerta de la casa del comprador. Utilizando un término de argot, que esperemos nunca acepte la RAE, no cabe una mayor 'customización' de un producto.

La Digitalización o Revolución 4.0, dicen, conseguirá unas máquinas perfectas, sin fallos, en cuyo funcionamiento no será necesaria ninguna intervención humana. Los operarios del futuro solo tendrán que apretar un botón cuando lleguen a su puesto de trabajo, lo demás se encargará de hacerlo el robot del que estará dotado. Es más, con el tiempo, no harán falta operarios, las fábricas podrán funcionar sin personas.
Algunos hechos parecen desmentir tan hermosas profecías. Por ejemplo, rara es la ocasión en la que una conferencia o seminario, en la que se emplean equipos complejos de imagen y sonido, no se retrasa o sufre demoras en su comienzo porque alguno de los dispositivos está desajustado. Siempre acaba siendo necesario que alguien del público o alguien encargado del mantenimiento haga los correspondientes ajustes, de última hora, para que el micrófono o la pantalla reproduzcan la señal correcta y el acto pueda celebrarse con normalidad. Tampoco es infrecuente que sean necesarios ajustes intermedios. El final deseado solo se consigue mediante la interacción entre unos aparatos rígidos y programados y un experto capaz de examinar situaciones y de crear soluciones.
Otro ejemplo de este tipo, pero de mucha mayor envergadura, ocurrió con ocasión de la llegada del primer hombre a la Luna. Ya próximos a la superficie lunar, los tripulantes del módulo «Águila» constataron que, en el lugar previsto por la NASA para el alunizaje, había una enorme roca, que lo impedía. Contra todo pronóstico, el Comandante Neil Amstrong tuvo que tomar los mandos y buscar un sitio donde alunizar y posar en él la nave. Los que aquel día de julio de 1969 tuvieron la experiencia inolvidable de ver al hombre poner un pie en nuestro satélite estaban muy lejos de sospechar la tremenda catástrofe que podían haber presenciado, lo cerca que habían estado, de que, en lugar del astronauta, fuera el presidente Nixon quien apareciera en la televisión pronunciando el discurso fúnebre que, según dicen, estaba ya grabado, por si acontecía el menos deseable de los resultados.
La Revolución 4.0, término acuñado en la Feria Industrial de Hannover, en 2011, para designar la Revolución Digital, va a suponer la automatización, incluyendo el uso de robots, de multitud de tareas. Según publicaciones de la OCDE, todos los países europeos sufrirán el correspondiente impacto, uno de los que más España, en la que se estima que afectará entre un 55% y un 65% de los puestos de trabajo.
El funcionamiento de la nueva industria va a dar lugar, en cada puesto de trabajo, a situaciones como las que acaban de describirse de los equipos de imagen y sonido o del astronauta que llega a la Luna. Su funcionamiento correcto solo puede conseguirse mediante la armonización de la operación de unas máquinas y programas, que pueden tener fallos, y unas personas suficientemente formadas como para complementar, vigilar, resolver cualquier anomalía. Se trata de armonizar la destreza, flexibilidad, creatividad y capacidad de resolver problemas de los seres humanos con la resistencia, calidad y consistencia de los robots.
El diseño de los puestos de trabajo, centrados en la persona, que adaptan la tecnología al operario, es lo que ha dado en denominarse Revolución 5.0, que se estima supera y mejora a la 4.0. El diseño de los puestos se hace teniendo en cuenta lo que la persona puede realizar y lo que la máquina puede hacer, tratando de armonizar la rigidez de funcionamiento de la máquina con la creatividad de la persona. A ello se añade una organización que trata de conciliar la vida personal y familiar con la laboral, en la que se incluyan aquellas acciones que mejor respondan a las necesidades y expectativas de los operarios.
Como habrá afirmado la Mesa Redonda de Alto Nivel para la Industria: «No se trata de sustituir mano de obra por robots, sino de integrar robots y mano de obra». Es necesario encontrar un equilibrio entre las dimensiones cibernética, física y humana que beneficie a todos. O como la Comisión Europea dice, en alguna de sus publicaciones, «más que preguntar lo que podemos hacer con la nueva tecnología, lo que tenemos es que preguntarnos lo que la tecnología puede hacer por nosotros. Más que pedir al trabajador de la industria que adapte sus capacidades a una tecnología rápidamente cambiante, lo que hay que hacer es adaptar los procesos de producción a las necesidades del trabajador».
La Revolución 5.0, la producción basada en puestos de trabajo centrados en la persona y diseñados de acuerdo con los objetivos a conseguir es uno de los grandes retos de nuestra hora. Es una consecuencia de que las máquinas que las personas construyen, los programas que redactan no son nunca perfectos, tienen fallos inesperados, no pueden preverse todos los riesgos que su funcionamiento o ejecución entraña. Por eso han de combinarse con la capacidad creadora de las personas para que nuestro mundo siga progresando, para que la Humanidad mejore la gran obra de la Creación.
- Andrés Muñoz Machado es doctor ingeniero Industrial