¡Es la inteligencia artificial, estúpido!
Hoy, herramientas como ChatGPT permiten generar textos informativos bien estructurados en segundos, siempre que se le faciliten los datos clave. Es cierto que todavía comete errores, algunos graves, pero no conviene olvidar que estamos ante una tecnología incipiente
Vivimos una revolución tecnológica ignorada y casi siempre minimizada por buena parte de los medios de comunicación. Y no por falta de interés informativo, sino por pura estrategia de supervivencia. La irrupción de la inteligencia artificial está alterando las bases mismas de sectores como el periodismo, y eso incomoda a quienes aún dependen de estructuras tradicionales. Muchos prefieren hablar de ChatGPT como una anécdota viral, cuando en realidad no es más que una estrella en una galaxia. Lo que está en marcha es la construcción de un nuevo sistema productivo que reconfigura, a gran velocidad, la manera en que trabajamos, pensamos y tomamos decisiones.

El cambio ya es tangible. La mayoría de los empleos de oficina, en menor o mayor medida, se está viendo afectada por estas herramientas. Desde abogados hasta analistas financieros o redactores de contenido, casi todas las profesiones basadas en el conocimiento están experimentando una transformación acelerada. Aunque algunos sectores muestran cierta resistencia, por tradición, desconocimiento o temor al cambio, el patrón es meridianamente claro: quienes no integren la inteligencia artificial en sus procesos quedarán irremediablemente rezagados.
Las consecuencias son difíciles de ignorar. La IA ha permitido automatizar tareas rutinarias, reducir tiempos de ejecución y aumentar la productividad de forma notable. Actividades que antes requerían varias horas o incluso jornadas completas hoy pueden resolverse en cuestión de minutos. Basta con ver lo que ya está ocurriendo en muchos despachos profesionales: tareas que antes ocupaban a diez perfiles junior ahora pueden ser resueltas por dos o tres personas, siempre que cuenten con formación y herramientas adecuadas. ¿Qué ocurre con el resto? Aún no lo sabemos con certeza, pero es previsible que las reestructuraciones o, al menos, las no contrataciones, se multipliquen en cuanto los responsables empresariales comprendan plenamente el alcance de todo esto.
El periodismo ofrece un ejemplo paradigmático. Una noticia, siempre en teoría, debe ser objetiva y responder a las míticas cinco W (en español: qué, quién, cuándo, dónde y por qué). Hasta hace poco, redactar un texto con ese nivel de calidad exigía tiempo, experiencia y un conocimiento preciso del lenguaje. Hoy, herramientas como ChatGPT permiten generar textos informativos bien estructurados en segundos, siempre que se le faciliten los datos clave. Es cierto que todavía comete errores, algunos graves, pero no conviene olvidar que estamos ante una tecnología incipiente. Si esto es lo que puede hacer en su etapa inicial, cuesta imaginar hasta dónde llegará en los próximos cinco años.
Quienes sostienen que ya vivimos otras revoluciones similares no se equivocan. La historia está llena de ejemplos. La mecanización industrial, la llegada del ordenador personal o la irrupción de internet también provocaron temores y predicciones apocalípticas. Y, sin embargo, no fue el fin del empleo, sino una transformación de sus formas. La diferencia ahora es el ritmo y la profundidad del cambio: por primera vez, la automatización afecta no solo a lo manual, sino también a lo cognitivo. Y eso afecta a profesionales de todos los niveles.
En este nuevo escenario, hay un factor que se vuelve esencial: el criterio. Porque la inteligencia artificial no sustituye el pensamiento, pero sí lo expone. Quien no tenga un conocimiento sólido será incapaz de juzgar la validez de lo que recibe. Usar bien estas herramientas no depende únicamente de saber redactar una instrucción precisa, sino de entender el contexto, valorar la fuente y detectar los matices. En definitiva, de saber qué se está buscando. Si no hay nada en la cabeza, el resultado será tan vacío como el punto de partida.
Siempre ha importado tener criterio, pero hoy se ha vuelto un auténtico factor diferencial. A quienes piensan que ya no merece la pena formarse, me gustaría advertirles de su error. Ocurre justo lo contrario: en un entorno marcado por la inteligencia artificial, la formación es más necesaria que nunca. Solo a través del conocimiento serás capaz de aprovechar todo su potencial.
Me permito parafrasear a James Carville para lanzar un aviso a quienes aún no han entendido de qué va todo esto: ¡es la inteligencia artificial, estúpido!
- Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista