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En primera líneaEmilio Contreras

El problema es el capitán, no la mala mar

Pedro Sánchez presume de que los militantes están con él, pero buena parte de los votantes socialistas le niegan el voto. Nunca ha pasado de 123 diputados. Se mantiene en la Moncloa porque cede a los separatistas lo que le pidan y eso le da una falsa apariencia de éxito

Una de las mayores, si no la mayor, manipulación política que hemos conocido desde que se restauró la democracia en 1977 es cuando presentan a Pedro Sánchez como el dirigente socialista con más éxito electoral de los últimos treinta años. Quieren convencernos de que ha llevado al PSOE a unos resultados electorales tan brillantes que le han permitido llegar a la Moncloa y mantenerse en ella en los últimos siete años y probablemente hasta 2027. Sólo Felipe González le habría superado con los trece años y medio que fue presidente del Gobierno; ni Suárez, ni Calvo Sotelo, ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy. Ese es el mensaje que nos presenta a un Sánchez triunfador.

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El Debate (asistido por IA)

Pero la realidad es otra y los datos desmontan el relato. El mejor resultado electoral en la historia del Partido Socialista desde que lo fundó Pablo Iglesias en 1879 lo consiguió Felipe González en 1982 con 202 diputados, y el peor de González fueron los 141que obtuvo en 1996. José Luis Rodríguez Zapatero consiguió 164 escaños en 2004 y 169 en 2008.

Los resultados electorales de Pedro Sánchez no resisten la comparación con ninguno de sus predecesores socialistas. El mejor lo consiguió en abril de 2019 con 123 escaños y el peor tres años antes con 85 diputados. La conclusión está clara: en su mejor momento Sánchez se quedó a 18 diputados del peor resultado de González.

Además, en las elecciones autonómicas de mayo de 2023 el PSOE sufrió su mayor derrota desde 1979. Sólo consiguió mayoría absoluta en Castilla-La Mancha y gobierna en otras tres comunidades con la ayuda de otros, y qué otros. En las municipales sólo consiguió 10 alcaldías de capital de provincia frente a las 32 del PP. Los números cantan.

Desde que en diciembre de 2011 Rodríguez Zapatero, que ahora ejerce de asesor presidencial, dio la espantada y endosó a Pérez Rubalcaba la humillante derrota que dejó al PSOE en 110 diputados, el partido no ha levantado cabeza. Los palmeros de Sánchez y él mismo desprecian ahora a González, e incluso le han enseñado la puerta de salida del partido, cuando la realidad de los números nos dice que si a alguien habría que enseñarle la puerta de salida es a ellos.

La clave del éxito electoral del PSOE hasta la llegada de Pedro Sánchez estuvo en que supo captar durante decenios el apoyo de buena parte de los votantes que están a su izquierda. Eso es una evidencia, se esté de acuerdo o no con el ideario socialista. El PSOE de Felipe González sólo necesitó cinco años de democracia para engullir al electorado del Partido Comunista en los comicios de 1982, que se quedó con cuatro diputados, y cuatro más para hacerlo desaparecer como fuerza electoral en las elecciones de 1986 cuando renunció a presentarse como partido autónomo y se enmascaró en Izquierda Unida.

Sin embargo, siempre que el PSOE ha tenido un liderazgo débil o ha renunciado a su programa socialdemócrata, como hace ahora para mantenerse en el poder al precio que sea, sus resultados electorales se han hundido. El ejemplo lo estamos viendo con Pedro Sánchez que tiene que pagar la estancia en la Moncloa cediendo a los separatistas todo lo que le exijan; lo último es la soberanía fiscal a Cataluña, cuyas consecuencias serán letales para la existencia de España.

Y aquí está la razón por la que tanto en los sondeos como en las elecciones, el PSOE de Pedro Sánchez no supera la barrera de los 123 diputados. Es él quien aleja al PSOE de la victoria y lo mantiene en la derrota desde hace siete años; solo sigue en el poder por su estrategia de pactar con quien sea y al precio que sea. Seguir en la Moncloa le da una apariencia de éxito, pero lo cierto es que esconde una pérdida de votos evidente desde que asumió la secretaría general del partido. Pedro Sánchez presume de que los militantes están con él, pero su problema es que una buena parte de los votantes socialistas no están con él. Él lo sabe bien y por eso se resiste con todas sus fuerzas a convocar elecciones.

El problema del PSOE estallará cuando pierda las elecciones generales y el poder, que hasta ahora ha permitido a Sánchez controlar con mano férrea hasta el último cargo del partido. Entonces aparecerán los que ahora callan por instinto de supervivencia. El 95% de los 53 miembros de la Comisión Ejecutiva Federal que se reunió el día 5 y le apoyó sin fisuras tiene una retribución con cargo a las arcas del Estado; sólo cinco son funcionarios y la mayoría no ha trabajado en el sector privado. Es un ejemplo de lealtad subvencionada que durará hasta que pierda el poder y la capacidad de subsidiar.

Para justificar su rechazo a convocar elecciones o a presentar una cuestión de confianza, dijo el 5 de julio que «el capitán del barco no se desentiende cuando viene mala mar».

Pedro Sánchez es especialista en maniobras de distracción, porque el problema es el capitán, no la mala mar.

Emilio Contreras es periodista

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