Cesado por estúpido
Si a Isabel Natividad Díaz Ayuso le faltaba algún voto se los has regalado a puñados. Y eso se paga, Félix, hijo, por muy ladino que te consideres
Es una lástima que en el parco lenguaje del B.O.E los circunspectos redactores jamás se hayan molestado en explicar las razones de cada cese. En algún caso una simple adenda de «a petición propia» explicada en los medios afines como «motivos personales», nunca explicitados y siempre conocidos por la maledicencia oficiosa. Pero ninguna aclaración más.
El cese es como un pésame sin palabras, como una bofetada a traición, aunque, eso sí, en un derroche de corrección institucional se suela añadir aquello de «agradeciéndole los servicios prestados» que es como el «calla y vete» pero en letras de molde. El innombrable Francisco Franco caudillo de España p.l.g.d.D. lo bordaba enviando a un motorista, cese en mano, que de un acelerón derribaba a los ídolos más encumbrados sin despeinarse. Con lo interesante, lo formativo y lo ejemplar que hubiera sido si en cada cese de alto cargo, ministras incluidas –si es que alguien tiene lo que hay que tener para cesarlas– se molestaran en explicarnos el porqué del sucedido, aunque, bien es verdad que aún hubiera sido más interesante y curioso si, en su momento, nos hubieran justificado las razones de su nombramiento, comprendo que eso sea mucho pedir. Cesado por farabusteador, o por zampatortas, o porque ya te vale ganapán, o por desentierramuertos, o por tu insoportable halitosis o por cascaciruelas o por tirarte a quien no debes, o por camandulero, o por inverecundo, o gurrumino, o hablanchín, o simplemente por llevacontrarias… en fin por las mil y una razones que en la vida hay para justificar cualquier cosa y que nos harían más soportable el insufrible acontecer de la cosa pública, dándonos motivo de conversación y una nueva vidilla a los tertulianos que ya aburren hasta a las ovejas con sus «desde el minuto uno» y cosas parecidas.
Aunque sin entrar en tantos labrantíos, el cese supremo sigue siendo el de toda la vida, cesado por estúpido. Por poner en evidencia al jefe, que es el colmo de la estupidez. Porque vamos a ver Félix, hijo, ¿de verdad llegaste a creer en algún momento que tu gamberrada iba a ser valorada por el bello monclovita? Que sí, que todos sabemos que fue idea suya, incluso la candidata María Reyes Maroto que sonreía taimadamente al ver tu maniobra y no digamos Margarita no se llama tu amor, a la sazón ministra de Defensa, que derrapó adelantándote sin una miradita siquiera. Y es que, ministro Bolaños, aunque en tu larguísima tarjeta conste que eres titular de Presidencia, correveidile de las Cortes y no sé qué de la memoria democrática, tu misión real es interpretar al jefe y, cuando te mande una tontería tal como colarte sin billete en el tranvía, saber que lo que realmente quiere es que dejes en evidencia al tranviario y no lo contrario. Y eso es exactamente lo que hiciste, el ridículo, y para colmo de males en el nombre del padre y a la vista de todos. Vamos, que peor imposible. Que si a Isabel Natividad Díaz Ayuso le faltaba algún voto se los has regalado a puñados. Y eso se paga, Félix, hijo, por muy ladino que te consideres.
Y así como Roma no pagaba traidores, Sánchez jamás paga favores. Estás muerto, Bolaños, una muesca más en la culata del colt presidencial. Aunque aún tú no lo sepas, te has convertido en carne de cese, por estúpido, dicho sea con todos los respetos.
Alfredo Liñán Corrochano es licenciado en Derecho