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27 de abril de 2024

TribunaJosé María Ballester Esquivias

Las capitales europeas se escoran hacia la izquierda

Madrid, Atenas, Berlín y Praga son las únicas regidas por el centroderecha

Actualizada 01:30

Berlín y Praga se han unido en fechas recientes al reducto club de grandes capitales europeas con alcaldes de centroderecha, del que solo formaban parte Madrid y Atenas. Una victoria en solitario de la Unión Cristiano Demócrata en el caso de la capital alemana, una coalición heterogénea en lo tocante a la checa. Estos dos hitos no trastornan, en todo caso, una relación de fuerzas que sigue siendo, de forma abrumadora, favorable a la izquierda.
Hay urbes, como Viena o Copenhague, que nunca han tenido un alcalde de centroderecha en la era contemporánea. Otras en las cuales las etapas de juntas municipales de sesgo mínimamente conservador han sido esporádicas: Lisboa, Bruselas o La Haya, si bien los destinos de esta última llevan ya regidos desde hace algún tiempo por una formación liberal y centrista. Poco asimilable a lo que comúnmente se considera centroderecha, sea cual sea la vía de análisis.
Ligeramente más escorada a la derecha, pero sin pasarse, está la Plataforma Cívica que gobierna Varsovia, donde el alcalde Rafal Trzaskowski fomenta una celebración por todo lo alto del orgullo gay. ¿Convicción sincera o forma de posicionarse como primer opositor del Gobierno central? Parece que una mezcla de ambas. Sea como fuere, los votantes le siguen.
Hay otras urbes con rango capitalino, y uno piensa en Dublín o París, que consolidan su sesgo progresista al ritmo de los sucesivos comicios tras haber sido durante años bastiones conservadores prácticamente inexpugnables. Budapest, capital de uno de los países más tradicionalistas de Europa, constituye una categoría por sí sola: de los 18 diputados que su área metropolitana envía al Parlamento húngaro, 16 pertenecen a formaciones progresistas. También, faltaría más, su primer edil.
Roma, por su parte, ha dado muestras de originalidad al sustituir, hace casi dos años, a su regidora de centroizquierda (la dirigente del Movimiento Cinco Estrellas Virginia Raggi, que daba la impresión de estar siempre desbordada por los acontecimientos) por otro de ideología similar en lo esencial (Roberto Gualtieri, del Partido Democrático). Una decantación por el cambio de personas y de estilo, pero no de orientación estratégica.
Las razones de la tendencia general son conocidas. En primer lugar, la inmigración: que los recién llegados (primera generación) se inclinen mayoritariamente por los candidatos de izquierda es una regla inalterable en el Occidente democrático desde antes, incluso, de la Primera Guerra Mundial. Véase, y es solo un ejemplo concluyente, la historia del laborismo británico.
Mas cuando esa inmigración alcanza proporciones masivas, la mutación del cuerpo electoral modifica sustancialmente la esencia e identidad de las urbes concernidas, que pasa a convertirse en exponentes, a pequeña escala –o no tanto– no ya de un cosmopolitismo moderado, sino de una sociedad multicultural repleta de peligros. Antes del deterioro de la convivencia, o mientras se produce, la izquierda capta mejor las inquietudes –con el consiguiente beneficio electoral– de unas minorías étnicas que cada vez los son menos.
De la inmigración a la causa verde: la pujanza, imparable, de la temática medioambiental –cuyos rasgos se asemejan cada vez más al fanatismo– ha sido igualmente recuperada por una izquierda siempre ansiosa por prohibir y regular, siendo a menudo las categorías populares tradicionales las más perjudicadas por la voracidad reglamentaria. Madrid Central, sin ir más lejos, lo demuestra.
Pero no solo: otra ofensiva verde, la alimentaria, ha desembocado, en el centro de las capitales, en la paulatina desaparición de carnicerías «de siempre», sustituidas por tiendas ecológicas de precios poco asequibles para muchos. Es una de las consecuencias de la gentrificación –expresión acuñada por la sociología anglosajona–, que ha generado en muchas capitales europeas que un grupo social de alto poder adquisitivo y con sólidas inclinaciones políticas de izquierdas haya terminado imponiendo sus pretensiones.
Estas, y otras razones, hacen muy difícil que un candidato conservador pueda arrebatar la alcaldía de Londres a Sadiq Khan o que el centroderecha pueda hacer lo propio en París, pese a la desastrosa gestión de la socialista Anne Hidalgo, Sin embargo, puede estar tranquila: de momento, la mayoría sociológica está con ella. Si la izquierda se ha hecho de forma duradera con las capitales, ¿por qué no repetirían jugada con los Estados?
  • José María Ballester Esquivias es periodista
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