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Jaime Mayor Oreja

Vista a la izquierda

A un politico de la derecha le gusta coincidir con uno de izquierda e incluso presume de ello. Pero cuando un político de izquierda coindice con uno de derechas, no presume de ello, incluso necesita justificarse. Y cuando coincide en algo, utiliza con frecuencia la expresión, «pese a que en otras muchas cuestiones no coincidimos»

Actualizada 01:30

Los que hicimos el servicio militar hace muchos años, del que por cierto guardo un gran recuerdo, no hemos olvidado nunca el momento en el que, cuando nos encontrábamos en formación, recibíamos una orden de mando «vista a la izquierda». Todos al unísono girábamos nuestra cabeza 45°, buscábamos la diagonal hacia la izquierda y permanecíamos quietos hasta nueva orden. Un movimiento similar al militar ha caracterizado en términos generales los comportamientos políticos y sociales españoles, desde el momento en el que arrancó la transición democrática hasta nuestros días.

No soy un sociólogo por lo que no me atrevo a afirmar si lo que hemos vivido ha sido un movimiento reactivo respecto del régimen anterior o, más bien, si esta mentalidad fue asumida durante ese proceso de transición tanto por la derecha como por la izquierda política española, fruto, entre otras cuestiones, del ambiente progresista que dominaba el panorama cultural internacional por entonces. Me inclino a pensar que posiblemente se hayan dado los dos elementos al mismo tiempo.

El «vista a la izquierda» se observa y se encuentra en la derecha, pero también en la propia izquierda. Instalarte en esta orden de mando significa que lo que legitima tu posición es la coincidencia con quien está a tu izquierda, más que, por supuesto, tu propia convicción. Sucede lo contrario con la otra dirección, esto es, el «vista a la derecha». La coincidencia con quien está a tu derecha resulta incómoda, un tanto deslegitimadora y ridícula, casi te avergüenzas de ello. Quienes tenemos una larga trayectoria en el ámbito público gracias a Dios, sin que ello signifique merito alguno propio, encontramos múltiples ejemplos de ello, tanto en los partidos políticos como en los medios de comunicación.

Recuerdo que la relación de UCD con AP era imposible en los 70 y en los 80, salvo en el País Vasco. La relación del PP con Vox es hoy muy, muy difícil. La coincidencia con quien está a tu derecha constituye un auténtico sacrificio.

A un político de la derecha le gusta coincidir con uno de izquierda e incluso presume de ello. Pero cuando un político de izquierda coindice con uno de derechas, no presume de ello, incluso necesita justificarse. Y cuando coincide en algo, utiliza con frecuencia la expresión, «pese a que en otras muchas cuestiones no coincidimos». Las excepciones, algunas tan significativas como las que impulsó el Gobierno presidido por José María Aznar, las conocemos todos, pero lo que describo es una regla bastante general.

Este «vista a la izquierda» también se observa en los medios de comunicación. Por ejemplo, en los medios considerados de derecha encuentras, normalmente, un singular elogio, cierta admiración hacia las personas que, habiendo militado en la izquierda, hoy son disidentes de la misma. Se pone de manifiesto que esta actitud, entre el elogio y la admiración, es como si otorgase más legitimidad a la posición del medio de comunicación o del periódico. Estos políticos son acogidos, invitados o premiados mucho más que los políticos y dirigentes que siempre han defendido las mismas posiciones y que, en teoría, coinciden con las del medio referido.

Son ejemplos del «vista a la izquierda». Pero la gravedad de esta actitud no radica en estas manifestaciones y síntomas descritos. La gravedad del «vista a la izquierda» desde la derecha radica en que ello impide que concentres tu mirada, tu atención, tu esfuerzo, en el fondo, en el núcleo, en la raíz de los problemas que tenemos delante de nosotros, desde tus propias convicciones y fundamentos.

La gravedad del «vista a la izquierda» radica en que acabas aceptando los principios básicos del progresismo, incluyendo la concepción de la persona humana, del significado de la verdad y de la libertad. Te escudas en la defensa de la Constitución Española, que me parece fundamental, pero te equivocas en el significado profundo de España y de la nación, que es más importante y anterior que la propia Constitución. Te puede el tacticismo, la táctica.

Por eso nace NEOS, una alternativa cultural que no está en la lucha partidista, porque centramos nuestro esfuerzo en la crisis de fundamentos. La solución no está en el «vista a la izquierda» ni en el «vista a la derecha», ni en la estética del centro; no está en la obsesión por la geometría política. La clave está en la búsqueda de la verdad de lo cotidiano, que siempre está en la raíz de los problemas, y que exige la profundidad en el diagnóstico.

El «vista a la izquierda» suele ser un complejo de la derecha que revela una mala conciencia, un cierto complejo de inferioridad, en términos de proyecto político, social y moral respecto de la izquierda. Al mismo tiempo, es una expresión de la exagerada importancia que damos a lo que piensan los otros de nosotros mismos. En el fondo, una expresión de la comodidad que, de esta manera, prevalece sobre la verdad, se aleja de la verdad.

La fuerza y el absurdo complejo de superioridad de la izquierda y del nacionalismo, me lo explicó y enseñó muy bien una persona y un amigo admirable, César Alonso de los Ríos. Él diagnosticaba muy bien esta superioridad porque venía de estas posiciones y las conocía bien.

Para superar y alejarnos del «vista a la izquierda» no es cuestión de ser muy estridente en las formas. Lo que hay que tener es un proyecto potente y poderoso en el fondo. Pero el «vista a la izquierda» también está en la propia izquierda, y de hecho ha producido un frente popular; esto es, la izquierda se extrema y por ello se transforma. El arranque de esta transformación que hoy sufrimos se produce a partir del momento en el que el Partido Popular obtiene la mayoría absoluta, ciento ochenta y tres diputados en el año 2000 de forma sorprendente. Se aceptó la victoria del partido por minoría el año 1996, pero no se iba a aceptar de igual manera el resultado del año 2000, en el que el Partido Popular obtiene una mayoría absoluta. Aquella noche, mientras anunciaba los resultados electorales, soy testigo privilegiado de la sorpresa, irritación y radicalización, expresada entonces en la reacción de los dirigentes del Partido Socialista. La izquierda española se rebeló contra esa posibilidad, repitiendo e imitando la transformación y metamorfosis de su principal partido en la última parte de la II República Española, el Partido Socialista, cuando ganan las derechas en España.

Llegó el chapapote, el Prestige, la salida y llegada del combustible a las costas españolas, la guerra de Irak, y llegó la movilización. La izquierda se incendió. Algunos conscientemente y otros no. El socialismo español puso en marcha un proceso de metamorfosis, a través del mal llamado «proceso de paz», y Eta dejó de ser su adversario y se convirtió en su aliado más seguro. Este «vista a la izquierda» en el seno de la propia izquierda es la causa de la conformación del «frente popular» que nos gobierna y que estos días nos demuestra que, por su propia naturaleza, no tiene ni tendrá nunca límites morales, ni legales ni democráticos. No es anecdótico que en estas horas sea capaz de utilizar la Hacienda con informaciones personales y privadas de manera inaudita, fraudulenta incluso, para desprestigiar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, quien les estorba muy singularmente. Tampoco es anecdótica la utilización del tradicional ventilador, en respuesta a una pregunta parlamentaria que, de un modo impropio, utilizó el Presidente del Gobierno, ni más ni menos, para descalificar como lo hizo a Núñez Feijoo y a Santiago Abascal.

Si en la derecha, política y social, la comodidad suele prevalecer sobre la verdad, en la izquierda, la venganza y la ruptura se imponen a la verdad. Por ello, el «vista a la izquierda» les lleva a que ETA, que es el capitán general de la ruptura, tenga un papel esencial.

La alternativa a este «vista a la izquierda» al que nos ha conducido el frente popular, es la única esperanza para España. Hace falta más que una alternativa a una sigla, al PSOE. No solo hay que alcanzar el poder. Es preciso un cambio de actitud y la formación de un proyecto sólido para erradicar el «vista a la izquierda». El adversario que hoy temenos delante de nosotros no solo es esa actitud, el «vista a la izquierda» que nos ha presidido. Es ya el resultado de una moda dominante, fruto de la asociación del marxismo cultural, el dinero, el relativismo, el positivismo jurídico, la cultura de la cancelación y la autodeterminación.

Todo ello exige una alternativa política, pero con una inequívoca referencia cultural, un auténtico proyecto alternativo.

  • Jaime Mayor Oreja es presidente de NEOS
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