Los misioneros agustinos en Cuba tratan de hacer frente a la realidad cotidiana desde el Evangelio
Agustinos en misión
El reto de evangelizar y educar en la Cuba de hoy
La delegación agustina en Cuba atiende tres comunidades en las que se desarrolla una intensa actividad pastoral y educativa a través de las parroquias
La presencia de los agustinos en Cuba se remonta a finales del S.XVI y ha estado marcada por los avatares históricos de la Isla en tres etapas: desde 1588 a 1842, posteriormente desde 1899 a 1961 y desde 2006 hasta ahora. En estos años de «relativa apertura», los misioneros agustinos, como testigos del Evangelio, comparten la realidad del pueblo cubano, con sus luces y sus sombras, viviendo con esperanza la situación de la Iglesia marcada por la escasez de agentes pastorales y sacerdotes cubanos así como la falta de recursos y posibilidades para llevar a cabo la misión evangelizadora.
A través de tres núcleos misioneros, en Chambas, Puerto Padre y La Habana, la Orden de San Agustín está al servicio de la Iglesia y la sociedad cubana, tanto en el ámbito espiritual y parroquial como en el educativo y cultural.
La delegación de los agustinos en el país caribeño está formada por seis misioneros, distribuidos en tres comunidades distintas. Luciano Borg OSA, en La Habana desde hace 11 años, es el secretario y ecónomo de la Delegación.
El padre Luciano Borg OSA desde La Habana para el programa Testimonios
«Tenemos a nuestro cargo tres Parroquias –explica el padre Borg–. Dos extensas parroquias rurales: la Parroquia de La Inmaculada Concepción en Chambas (Provincia central de Ciego de Ávila), donde atendemos a 11 comunidades de fe, disponemos de un dispensario de medicinas y estamos reconstruyendo varios templos, y la Parroquia de San José en Puerto Padre (Provincia oriental de Las Tunas) que atiende a 17 comunidades de fe, donde contamos con cuatro comedores sociales y llevamos a cabo la pastoral de la salud. Por último, tenemos una tercera, de ámbito urbano en el casco antiguo de La Habana: la Parroquia del Cristo del Buen Viaje».
La labor misionera de los agustinos varía, tal y como cuenta el padre Luciano, entre la capital y los pueblos, pero todas ellas comparten el reto de la formación de los fieles, catecúmenos y los agentes de pastoral. Para el responsable de esta delegación, los momentos de encuentro y celebración en las parroquias se convierten en un momento de formación privilegiado que los religiosos agustinos saben que no pueden desaprovechar.
Universitarios bajo la influencia del marxismo-leninista
«Desde el inicio de nuestra nueva presencia –prosigue Borg–, los hermanos radicados en La Habana hemos llevado a cabo la misión de evangelización en el restringido campo cultural educativo-formativo colaborando como docentes en el Seminario Arquidiocesano San Carlos y San Ambrosio y en el Instituto Pontificio de humanidades Padre Félix Varela, así como en otras entidades culturales como la CONCUR, el Instituto de Ciencias religiosas María Reina, el Centro Loyola, el Instituto de bioética Juan Pablo II y en revistas cristianas de divulgación nacional», señala. En este sentido aspecto, este sacerdote de 68 años es consciente de que tiene una gran responsabilidad ofreciendo una formación de calidad que amplíe el horizonte intelectual y espiritual de los jóvenes universitarios, condicionados por la formación marxista-leninista recibida hasta el momento.
Borg, de origen maltés, habla de Cuba como si llevara toda la vida allí. Sin embargo, ésta es solo una etapa de la intensa vida de este religioso agustino, que ha sido Provincial de Malta y que ha vivido treinta años en Hipona (Argelia).
«Estoy muy orgulloso de ser agustino –afirma–, porque veo cómo los estudiantes reaccionan frente a San Agustín y cómo se enamoran de él, de San Agustín».
El padre Luciano Borg cuenta en la página web de los agustinos en España la formación limitada que los jóvenes cubanos tienen en materia de Filosofía, especialmente en cuestiones relacionadas con la escolástica medieval, la ontología, o la relación entre fe y razón.
«Cuando les hablo de Dios me preocupa violentar su conciencia. Mi posición como profesor y sacerdote es un gran desafío y supone una enorme responsabilidad para mí. Intento crear una relación afectiva con ellos, que me permita acompañarles mientras dejan atrás una ideología que durante sesenta años les ha escondido a Dios y por lo tanto, a una parte de su ser».