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20 de abril de 2024

Franicsco con una imagen iconográfica duranta el encuentro ecuménico en Nicosia

Visita apostólica

El Papa Francisco en Chipre clama contra la «ceguera» ante el drama migratorio

Durante su 35º viaje apostólico, el Papa se reunió para rezar con migrantes y comparó las costas del Mediterráneo con los campos de concentración

«Esto lo digo porque es mi responsabilidad ayudarles a abrir los ojos», explicó el Papa Francisco tras las duras palabras que tuvo esta tarde durante su viaje a Chipre. En un encuentro de oración con voluntarios de Cáritas y migrantes en la iglesia de la Santa Cruz, una de las pocas católicas de Nicosia, dejó de leer el discurso que tenía escrito para preguntar a cuatro jóvenes que contaron su testimonio: «Ustedes están hoy aquí, ¿pero cuántos de sus hermanos se han quedado en el camino?»
Durante su intervención, el Papa comparó las costas vecinas a Europa donde se hacinan los refugiados con los lager de la Segunda Guerra Mundial. «Cuando leemos historias de los campos de concentración de los nazis y de Stalin nos preguntamos, '¿Cómo pudo suceder esto?' Hermanos y hermanas, está sucediendo hoy en las costas cercanas, hay muchos campos de esclavitud».
Francisco denunció la indiferencia ante el drama migratorio e insistió en la importancia de hablar de lo que sucede en el Mediterráneo, «este mar que se ha convertido en un gran cementerio». Según sus palabras, «la emigración forzada no es una costumbre turística, el pecado que tenemos dentro nos lleva a pensarlo así». En cambio, la considera «la guerra de este momento». «Es la historia de una esclavitud universal», señaló el Papa, «pero lo peor es que nos estamos acostumbrando a todo esto». E insistió en que «acostumbrarse es una enfermedad grave sin antibiótico para curarla» y llamó a ir «contra este vicio».
El Papa Francisco celebra una Misa en Chipre

Banderas de Líbano y diálogo con los ortodoxos

Por la mañana, antes del acto central del día en el que habló sobre los refugiados, el Papa Francisco se centró en otro de sus principales objetivos en este viaje a Chipre y Grecia: reactivar el diálogo con la Iglesia ortodoxa. Por eso lo primero que hizo esta mañana fue visitar al arzobispo Jrisóstomo II. Estuvieron reunidos media hora y después fueron juntos a la Catedral de San Juan Evangelista para hablar con el Santo Sínodo, es decir, los máximos representantes de esta Iglesia en el país.
Allí Francisco propuso dar pasos concretos hacia la comunión y subrayó la necesidad de abrirse a la novedad para retomar la relación entre las distintas confesiones cristianas. Aunque añadió un matiz antes de que nadie lo sacara de contexto: «No hablo de despojarnos de lo que es sacro y ayuda a encontrar al Señor, sino del riesgo de absolutizar ciertos usos y costumbres, no esenciales para vivir la fe».
Más tarde, Francisco celebró una misa por la fiesta de san Francisco Javier en el estadio de la Asociación Gimnástica de Todos los Chipriotas (GSP). Es el más grande del país y, solamente en sus gradas, caben unas 22.000 personas.
Muchas acudieron con banderas del Líbano, aunque por motivos diferentes. Por un lado había familias chipriotas desde generaciones que ondeaban la bandera para recordar los orígenes libaneses de los católicos maronitas. Por otro, el contexto de violencia y la gran explosión del puerto de Beirut en 2020 ha provocado una fuerte migración de cristianos libaneses a Chipre, que estaban presentes allí. Por último, la inestabilidad en este país de Oriente Próximo ha despertado la solidaridad de muchos chipriotas que, aunque no están ligados al país de ningún modo, viven con preocupación las noticias que reciben de su vecino.
Franicsco con una imagen iconográfica duranta el encuentro ecuménico en Nicosia

«Chipre es Tierra Santa»

Técnicamente, los pasos de San Pablo en Chipre la convierten en parte de Tierra Santa. Por eso el arzobispo Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, es el líder de los cristianos que siguen el rito latino en este país y concelebró junto al Papa la Misa por san Francisco Javier.
Pizzaballa reivindicó la «creatividad para la evangelización» y la «inculturación» que, a su juicio, Chipre lleva haciendo brillar desde los inicios del cristianismo. Considera este país «un lugar de encuentro, de diálogo y de aceptación de la Buena Noticia, sinónimo de superación de las fronteras étnicas, culturales y religiosas».
Es una opinión que comparte el Papa, quien dijo durante su homilía que «si permanecemos divididos entre nosotros, no dialogamos, no caminamos juntos... no nos conseguiremos curar completamente de nuestra ceguera». Y al final de la celebración se dirigió a los asistentes para decirles: «Aquí en Chipre respiro algo de esa atmósfera típica de Tierra Santa, donde la antigüedad y la variedad de tradiciones cristianas enriquecen al peregrino. Esto me hace bien, y también hace bien encontrar comunidades de creyentes que viven el presente con esperanza y apertura al futuro y que comparten este horizonte con los más necesitados».
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