Fundado en 1910
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Entrevista a Agustín de AsísThorun Piñeiro

Entrevista a Agustín de Asís, creador de la fundación DeClausura

«DeClausura surgió por una llamada de teléfono de unas monjas que nos pedían ayuda»

Se ha convertido en la asociación de referencia en la ayuda a monasterios, a los que remiten 850 peticiones de oración todas las semanas, que les llegan de todo el mundo

Si han degustado ustedes algunas pastas elaboradas por monjas estas pasadas Navidades –o turrones, o mermeladas, o mazapanes–, es muy probable que sea –aunque ustedes no lo supieran– gracias a Agustín de Asís (Huelva, 1963). Unas monjas acudieron a él hace años para pedirle ayuda para vender sus productos monásticos. Su convento estaba retirado, en un pueblo, y las ventas escaseaban. Creó entonces la fundación DeClausura, de la que es el secretario general, para ayudar a los monasterios a vender sus productos más allá de los tornos. Y fue un éxito. Las exquisiteces monásticas se popularizaron y se dieron a conocer mucho más; se creó un torno virtual donde las religiosas pudieran venderlas y así ayudar a su sostenimiento económico. Seguramente, nunca sabremos cuántos monasterios se han salvado gracias a esta iniciativa.

— Pero hay comunidades de religiosas que todavía pasan dificultades. La fundación DeClausura lanzó a principios de este año la campaña de micro mecenazgo «Que no pasen tanto frío» porque hay conventos donde no tienen ni para encender la calefacción...

— O porque las facturas son muy elevadas, dados los edificios en los que viven. Te cuentan que tienen una estufa de butano y se agrupan todas alrededor para rezar. En fin, hay situaciones bastante bastante dramáticas por no tener recursos.

— Y entonces acuden a DeClausura. ¿Qué es lo que les piden?

— No es que acudiesen para esto expresamente. O sea, la labor de la fundación DeClausura se sustenta en tres pilares: conocer, ayudar y orar. Y dentro de la ayudar, lo primero es el acompañamiento, estar cerca de ellas y, en esas conversaciones que mantenemos con las comunidades, es donde vas detectando qué es lo que necesitan. En ocasiones, porque te lo dicen; en otras, se lo tienes que entresacar, porque tú ya sabes como son...En principio están fenomenal, no necesitan nada... Pero a ti te ha llegado por otra comunidad que están pasando frío, y en ese momento es cuando puedes redirigir la conversación y detectar esa carestía. Cuando vimos que esta necesidad no era de un convento solo, sino de varios, decidimos poner en marcha esta campaña enfocada a 48 monasterios y conventos de toda España.

Agustín de Asís durante su entrevista en El Debate

Agustín de Asís durante su entrevista en El DebateThorun Piñeiro

— Una vez que conocen la situación de los conventos, ¿cuál es la que más se repite?

— Hay de todo. No te puedes imaginar porque hay temas que tienen que ver con las infraestructuras, con los edificios, los tejados, las goteras. Son edificios antiguos con muchas deficiencias que, seguramente, si hicieses una reforma integral, pues podrías acabar con muchas de ellas. Pero es que no hay recursos para eso. Muchos de ellos son Bienes de Interés Cultural, con lo cual tienes unas limitaciones tremendas por parte de Patrimonio. Y las comunidades son pobres, viven de la Providencia. Entonces tienes una diversidad de necesidades tremendas: puede ser dificultades para pagar la Seguridad Social, o temas de de formación, temas de tejados o un ascensor, o que en el convento son tan mayores que necesitan una rampa. La diversidad de necesidades es es mucha.

— Y la falta de vocaciones...

— Sí, la falta de vocaciones. Todos los años se cierra algún convento. Pero hay otros que son pujantes. Por ejemplo, en el monasterio de la Encarnación, en Ávila, suele haber lista de espera para entrar, y en otros también. Se va reduciendo el número, qué duda cabe. El Papa Francisco estableció que no podía haber comunidades de menos de cinco miembros. Hay comunidades que son tres, cuatro que se intentan salvar y, cuando ya no se puede, se van a otro convento donde se integran en otra comunidad más amplia de su misma orden.

Agustín de Asís durante su entrevista en El Debate

Agustín de Asís, creador de la fundación DeClausuraThorun Piñeiro

— De hecho, por ejemplo, acabamos de ver que las clarisas de Pedralbes, en Barcelona, cierran su monasterio después de 800 años. Eso es un drama para estas mujeres, para la congregación y también para la iglesia...

— Especialmente para ellas mismas. Ten en cuenta que, cuando una monja de clausura entra en un convento, es para siempre. No es como las congregaciones de vida activa, donde te pueden destinar a un sitio u otro. Tú entras en ese monasterio y sabes que, si no pasa nada, vas a morir en él. Y el hecho de tener que irse de ese monasterio donde ellas profesaron, donde llevaban tantos años, pues también es un drama. Pero mira, las carmelitas de Santiago de Compostela cerraron, y llegaron los carmelitas de Colombia y son los que se han instalado en aquel convento, por tanto, sigue teniendo vida. En otras ocasiones, viene otra comunidad de otra orden y se instala allí, y por lo menos esa vida contemplativa permanece.

— Háblenos de la parte más «vistosa» de su fundación, que es todo lo relacionado con productos monásticos y demás. ¿Cómo surge la idea?

— Bueno, la fundación DeClausura nace como proyecto en el año 2006 en el seno de otra fundación que ayudaba a la Iglesia, pero a congregaciones de vida activa y, además, en temas que no tenían nada que ver con la vida contemplativa. Uno o dos meses después de haberse constituido aquella fundación, recibimos una llamada de una priora de un convento que se había enterado –no sabemos cómo– de que había una fundación de laicos que estaban ayudando a la Iglesia, y ellas tenían un problema; un problema que no tenía nada que ver con lo que hacía la fundación. Y entonces ahí, ante esta situación, se acuña lo que es uno de nuestros principios fundamentales: Donde la Iglesia nos necesite y para lo que nos necesite. Si nos necesita la vida contemplativa, tendremos que ayudar a la vida contemplativa.

Un inicio providencial

— Es decir, no estaba previsto que naciera DeClausura y fue algo, de algún modo, providencial...

— Eso es; realmente es así. Nunca sabremos cómo se enteraron de la existencia de esta fundación que se había constituido dos o tres meses antes. No es que se hubiese constituido hace años; llevaba apenas dos o tres meses de vida y estaba enfocada a las congregaciones de vida activa. Entonces, como muy bien dices, es la Providencia la que ilumina a esta priora para que haga esta llamada. Se acogió y se decidió que, si lo necesitaban, ahí teníamos que estar.

— ¿Y qué era lo que necesitaban?

— Precisamente, nos dijeron: Mira, tenemos aquí productos monásticos, pero no sabemos cómo venderlos, porque nosotras estamos en un pueblo. Y ese fue el inicio del proyecto DeClausura. Luego fueron surgiendo otras muchas necesidades y empezamos a dar a conocer al público todas las dimensiones de la vida monástica: su dimensión espiritual, que es la fundamental, pero también la cultural, que es incuestionable, con su patrimonio cultural material e inmaterial. Cuando la UNESCO declara el patrimonio inmaterial y establece una serie de categorías, esto ya lo había inventado la vida contemplativa en la Edad Media.

Ahora estamos con un proyecto precioso de investigación sobre el lenguaje de signos, que surge en los conventos de clausura por su voto de silencio. Tenían que comunicarse, pero no podían hablar. Y entonces desarrollan un lenguaje que todavía hay monjes y monjas mayores que lo usan. Nosotros estamos haciendo esa investigación para que no se pierda, porque cuando fallezcan, aquello desaparecerá.

Pero la comercialización de productos monásticos ha sido quizás su mayor acierto y su mayor ayuda.

— Nuestra lucha ahora es desestacionalizar las ventas, porque la campaña de Navidad puede suponer el 90 de los ingresos de todo el año del convento. Queremos que en el primer semestre también tengan producción y ventas, y no dependan tanto de la campaña de Navidad.

850 peticiones de oración a la semana

— Ha dicho antes que el tercer gran pilar de su fundación es la oración.

— Sí; cada semana nos llegan entre 800 y 850 peticiones de todo el mundo, que remitimos a alrededor de 600 monasterios. La verdad es que es increíble porque las necesidades son de todo tipo. Te hacen sentir, digamos, muy afortunado cuando las ves. Y ahora, por ejemplo, estamos organizando la oración cuaresmal. Esto ya lo hicimos el año pasado por primera vez. Este año vamos a hacer la segunda edición y es el 27 de marzo, en Cuaresma, que es un jueves. El año pasado, 146 conventos de toda España abrieron sus puertas a las 19:00 horas para que la comunidad rece con los con los fieles que acudan.

— ¿Algún caso que le haya llamado especialmente la atención de todas esas peticiones?

— Hay casos en los que te escriben para agradecerte, porque aquello que pidió, se cumplió. Con respecto a la oración cuaresmal, había una chica que era católica, pero estaba lejos de la iglesia. Sentía un runrún en su interior, y entonces vio el anuncio de que iba a haber esa oración en un convento y decidió entrar. Y volvió a la iglesia.

Otra iniciativa preciosa y nueva la llamamos Encomendados. Consiste en personas al final de la vida, que están en cuidados paliativos y que tienen una esperanza de vida muy, muy corta, las ponemos en contacto con una comunidad o con una monja para que las acompañe durante esos últimos días. Se comunican durante esa semana, esas dos semanas, y tienen una relación entre ellas en esa última fase tan esencial. Yo le digo a las comunidades que es maravilloso, tanto para la persona como para ellas, porque tendrán un intercesor dentro de nada en el cielo.

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