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Monseñor Mario IcetaArzobispo de Burgos

León XIV, el Sucesor de Pedro en el Jubileo de la Esperanza

Damos gracias a Dios por el don del Papa León XIV. Que su pontificado sea fecundo, guiado por el Espíritu Santo, lleno de verdad, esperanza y misericordia

Actualizada 12:25

El Papa León XIV durante la bendición Urbi et Orbi

El Papa León XIV durante la bendición Urbi et OrbiEuropa Press

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Con profunda alegría recibimos al nuevo Sucesor de Pedro, el Papa León XIV, anteriormente Cardenal Robert Prevost. Su elección como Obispo de Roma es un acontecimiento de gracia para toda la Iglesia, que ve renovada su esperanza en el ministerio petrino como signo de unidad, guía pastoral y motor de la evangelización en el mundo contemporáneo.

El ministerio del Papa, enraizado en el mandato que Cristo dio a Pedro —«confirma a tus hermanos en la fe» (Lc 22,32)— es esencial para la vida de la Iglesia. En León XIV contemplamos al sucesor de Pedro, aquel a quien el Señor confió las llaves del Reino, el que tiene la misión de custodiar la comunión entre los fieles, de garantizar la fidelidad al depósito de la fe y de conducir a todos hacia Cristo, sentido pleno de nuestra existencia. Su ministerio nos anima a vivir con fidelidad el Evangelio en tiempos complejos.

Su tarea como Pastor universal lo llama a ser el signo visible de la unidad de la Iglesia. En medio de tensiones culturales, conflictos geopolíticos y heridas sociales, su figura es faro de reconciliación y de esperanza. El Papa no es un líder político ni un mero administrador: es, ante todo, el servidor de los siervos de Dios, como decía san Gregorio Magno. León XIV lo encarna con sencillez agustiniana, con un corazón que busca ante todo la verdad en la caridad, este ha sido su lema episcopal.

El Santo Padre, profundamente marcado por su espiritualidad agustiniana, nos recuerda que nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Dios. Desde su formación como agustino, trae a su pontificado una rica herencia de búsqueda interior, de comunidad fraterna y de amor apasionado por la verdad. Esta espiritualidad ha iluminado su modo de ejercer el gobierno pastoral.

León XIV será, sin duda, un firme impulsor de la nueva evangelización. Podemos encontrar en Gaudium et Spes una inspiración poderosa: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy […] son también los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los discípulos de Cristo» (GS 1). Estas palabras luminosas del concilio nos estimulan a la evangelización, siendo peregrinos de esperanza y misioneros en una humanidad herida.

Como moderador de la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, el Papa León XIV tiene también la tarea de moderar la vida sacramental de la Iglesia, guiándonos para una participación cada vez más consciente, activa y fructífera en los misterios de la fe.

Un predecesor suyo, León XIII, redactó una encíclica titulada Rerum novarum que es reconocida como el inicio en la edad contemporánea de la enseñanza social de la Iglesia que tantos frutos ha dado y está generando como faro que ilumina las complejas cuestiones sociales de nuestro mundo.

La cercanía con los pobres, los descartados, los migrantes, los que sufren y los que no tienen voz son tareas apasionantes de los discípulos del Señor. Al estilo de san Agustín, que cuidaba de su grey con ternura y firmeza, el Papa León XIV se presenta como un pastor que no olvida la presencia entre los más pequeños y postergados.

Desde Roma hasta los rincones más remotos de la tierra, la voz del Papa ha resonado siempre como llamada a la conversión y a la misión. Su responsabilidad no conoce fronteras: debe llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra, como pidió el Señor. Es tarea de cada uno de nosotros acompañarlo con oración, fidelidad y colaboración generosa. En comunión con el Papa, cada diócesis, cada comunidad y cada fiel están llamados a ser protagonistas de la misión evangelizadora.

Estamos seguros de que la Virgen María, Madre de la Iglesia, acompaña con su ternura materna al nuevo Papa. A Ella encomendamos su ministerio: que lo cubra con su manto, lo fortalezca en las pruebas, lo consuele en las soledades del servicio y le conceda la sabiduría para conducir la barca de Pedro. Que, como el discípulo amado, León XIV reciba siempre a María en su casa, y desde allí, nos muestre a Jesús, único Señor y Salvador.

Damos gracias a Dios por el don del Papa León XIV. Que su pontificado sea fecundo, guiado por el Espíritu Santo, lleno de verdad, esperanza y misericordia. Unidos en caridad, caminamos con él hacia el Reino que no tendrá fin. ¡Bienvenido Santo Padre! ¡Cuente siempre con nosotros, con nuestra ayuda, oración y afecto filial!

+ Mario Iceta Gavicagogeascoa. Arzobispo de Burgos.

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