Fundado en 1910
Miguel Ángel Velasco

La gaviota de la chimenea

Para mí, lo que en definitiva vale, lo que en resumidas cuentas define a un cristiano, sea Papa, ama de casa o guardia civil, es que «por sus frutos los conoceréis». Y de ahí no hay quien me mueva. Pero comenzar, hemos comenzado bien. Y, además, es hijo de carpintero, como otro que sé yo, y ha llovido lo suyo

Unidad y transmisión integral del Evangelio; es lo que, durante estos últimos días, le he pedido a Dios para el nuevo Papa: que trabaje para lograr la unidad de una Iglesia dividida, y que transmita fielmente, integralmente, el Evangelio de Jesucristo.

Se abre la cortina roja del balcón de la logia de la basílica de San Pedro y aparece, sonriendo, el nuevo vicario de Jesucristo, Su Santidad León XIV. Y lo primero que dice es: «La pace sia con tutti voi», lo primero que Cristo resucitado dijo a los once escondidos y atemorizados en el Cenáculo. «La paz esté con vosotros», Evangelio puro. Más adelante precisa: «una paz desarmada y desarmante».

Busco el escudo episcopal del primer Papa yanki, Robert Francis Prevost Martínez (sí, Martínez, nieto de abuela española) y me encuentro con que su lema episcopal es In Illo Uno, uno solo («En Él Uno, uno solo»). Es difícil encontrar una mayor proclamación pública de deseo, de anhelo, de búsqueda de unidad. Desde luego, es para dar gracias a Dios. Y se las doy. Por si me faltaba algo, le oigo decir: «Soy agustino». Y, con palabras de San Agustín, añade: «Con vosotros, cristiano». Más unidad.

Para mí, lo que en definitiva vale, lo que en resumidas cuentas define a un cristiano, sea Papa, ama de casa o guardia civil, es que «por sus frutos los conoceréis». Y de ahí no hay quien me mueva. Pero comenzar, hemos comenzado bien. Y, además, es hijo de carpintero, como otro que sé yo, y ha llovido lo suyo en el mundo y en su Iglesia.

En prácticamente veinticuatro horas, los eminentísimos señores cardenales han llegado a un acuerdo, y conseguir dos tercios de 133, con la que está cayendo en la Iglesia, no estaría al alcance de cualquiera. Se ve que durante las congregaciones generales previas, a lo largo de más de una semana, han tenido ocasión de verlo claro, antes de dejar etiquetas e «ismos», seguidismos y anquilosamientos, a la puerta de la Capilla Sixtina, que la fe no es una ideología, ni de derechas ni de izquierdas, sino algo de superior dimensión, de por arriba y sobre todo, de por dentro… y a lo que estamos, señores e amigos. Eso que el Papa Ratzinger resumió inmortal y lapidariamente: «Renovación en la continuidad». ¡Ah! Y ¿tradición y doctrina social?, o sea, ¿que la maravillosa misericordia no puede separarse de la verdad ni de la justicia, y que la libertad maravillosa no es la que hace libres a las personas, sino la verdad, que, por cierto, no es cuestión de mayorías y minorías, ni de consensos, sino del Resucitado? Pues, me llamaré León XIV. La plaza de San Pedro era un clamor joven: «¡Leone, Leone…!»

A algunos les gustaría que el nuevo Papa fuese algo así como un ministro de Exteriores del mundo alucinado y digitalizado actual. Yo prefiero que, de ser ministro, es decir, servidor, lo sea más de Interiores que de Exteriores.

Y Satanás hará todas las horas extra que quiera y pueda en la Iglesia y en el Mundo, pero Su Santidad León XIV, que a sus 69 años tiene un tic bajo el ojo derecho y no deja de sonreír, ha dicho, desde el balcón de la logia, que «el mal no prevalecerá». Más Evangelio: «Sin Mí, no podéis hacer nada», pero, «Yo estoy siempre con vosotros hasta el fin de los siglos».

Y… la guinda: un «Ave, María» gozosa, preciosa, inédita en las primeras palabras de un Papa, a coro popular: «Dios te salve, María, llena eres de gracia…».

Y León XIV se retiró, y la gaviota vaticana revoloteaba por la plaza en el tramonto romano.

comentarios

Últimas opiniones

tracking

Compartir

Herramientas