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Los orígenes de la fiesta Pentecostés, como una fiesta cristiana, se remonta al siglo I, aunque no hay evidencia de que fuese observada, como es el caso de la Pascua; el pasaje en Corintios probablemente se refiere a la fiesta judía. Esto no es sorprendente, pues la fiesta, que originalmente duraba un sólo día, caía en domingo; además estaba tan estrechamente unida a la Pascua que parece ser no mucho más que la terminación del tiempo pascual. El color de las vestimentas de los sacerdotes es rojo, que simboliza el amor del Espíritu Santo o de las lenguas de fuego. Las tradiciones en España En España no es fiesta nacional, pero existen varios lugares en los que se celebra de manera importante. En Almonte, Huelva, tiene lugar la celebración de la Virgen del Rocío una romería multitudinaria en la que miles de personas y hermandades de España y Europa peregrinan hasta la aldea de El Rocío a caballo o en carro para conmemorar el Lunes de Pentecostés, día en el que sacan a la Virgen en procesión. En Atienza, en la provincia de Guadalajara, también tiene lugar una fiesta denominada La Caballada. Esta fiesta ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, en la que los cofrades montan a caballo, realizan carreras, sacan a la Virgen de la Estrella en procesión y se pagan las curiosas “multas” en libras de cera al son de dulzainas y tamboriles. ctv-m2w-pentecosts Las tradiciones en Europa En Italia era costumbre esparcir pétalos de rosas desde el techo de las iglesias para recordar el milagro de las lenguas de fuego. En Francia era costumbre el toque de trompetas durante el servicio divino, con el objeto de recordar el sonido del poderoso viento que acompañó el descenso del Espíritu Santo. En Inglaterra, la nobleza se entretenía con carreras de caballos. En las vísperas de Pentecostés, en las Iglesias Orientales se realizaban servicios extraordinarios de genuflexión, acompañados por largas oraciones poéticas y Salmos. Para los festejos de Pentecostés, los rusos llevan flores y ramas verdes en sus manos.

Los orígenes de la fiesta Pentecostés.Zurbarán

Qué son los siete dones del Espíritu Santo y por qué son «un tesoro escondido»

La Iglesia celebra hoy Pentecostés, que supuso la irrupción del Paráclito en medio de unos apóstoles asustados y desmoralizados

«Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo» (Mateo 13, 44).

Este tesoro escondido y oculto, es el Espíritu Santo. Aquel hombre lo halló porque lo buscó, y si lo buscaba era porque había oído hablar de su existencia. Quien no sabe acerca de la existencia del Espíritu Santo no entiende su valor y nunca lo buscará. Los cristianos contamos con la protección del Paráclito, que sostiene nuestra vida moral con sus dones, que nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu Santo.

El pasaje de Pentecostés viene recogido de la festividad de la Venida del Espíritu Santo que celebra la Iglesia el domingo, quincuagésimo día que sigue al de Pascua de Resurrección.

Según el punto 1831 del catecismo de la Iglesia Católica, los siete dones del Espíritu Santo son:

Don de sabiduría

El don de sabiduría o «espíritu de discernimiento», es un don carismático del Espíritu Santo, don gratuito de Dios, nos concede entender lo que viene de Dios y lo que no, con el fin de cumplir su voluntad. El Espíritu nos inspira caridad y nos concede una visión plena de Dios.

Don de entendimiento

Requiere sabiduría, intuición, percepción y claridad en torno a la situación real de las personas, las cosas y los acontecimientos. Este don nos concede escrutar la Palabra de Dios, y entender las verdades que nos revela a través de nuestra historia personal. Nos ayuda a ver lo que Dios nos quiere decir o mostrar.

Don de consejo

Es un hábito sobrenatural por el que la persona, por obra del Espíritu Santo, intuye en las diversas circunstancias de la vida, con prontitud y seguridad sobrehumanas. Nos ayuda a orientar nuestra vida y la de nuestros prójimos; con la ayuda del Espíritu sabremos discernir y elegir el buen camino, distinguir la verdad de la mentira, lo bueno de lo malo.

Don de ciencia

También llamado don de conocimiento, es aquel con el cual el Señor hace que el hombre entienda las cosas en la forma en cómo Él las entiende. Nos otorga no un conocimiento mundano, si no el conocimiento profundo del pensamiento de Dios , que ve hasta lo más profundo de nuestros corazones.

Don de piedad

Es la apertura total a la voluntad de Dios, que nos permite actuar como Jesucristo, dando la vida si es preciso. La piedad no es más (ni menos) que poner a Dios en el centro de tu vida. Perfecciona de modo sobrehumano el ejercicio de la virtud de la justicia y de todas las virtudes derivadas de ella, muy especialmente las virtudes de la religión y de la piedad.

Don de fortaleza

Sostiene la virtud moral que llamamos de la misma manera. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros y sobrellevar las contrariedades de la vida, requerimos de este don. Él nos ayuda a resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente, así como a superar la timidez y la agresividad.

Don de temor de Dios

Ser temeroso de Dios, no es tenerle miedo. Es más bien todo lo contrario, es conocer que Él es el sumo bien y que fuera de Él y de su voluntad sólo se encuentra tristeza y perdición. Quien tiene este don pone la voluntad de Dios por encima de todo y hace lo posible para vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios.

Los doce frutos

«Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna» (Ga 5,22-23).

  • ​Amor: El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, que es fruto del amor entre el Padre y el Hijo, es la Caridad sin límites. Éste es el primer fruto y origen del resto, pues como dice San Pablo, sin amor nada vale (1 Co 12,31—13,13).
  • Alegría: Este fruto nace de quien experimenta y tiene la caridad, es el gozo profundo del alma. Es la satisfacción de estar en Dios, de hacer el bien, de saberse victorioso sobre la muerte.
  • Paz: Quien es verdaderamente alegre experimenta también la Paz profunda de abandonarse a la voluntad de Dios. Es fruto de la verdadera alegría, que dista mucho de los gozos materiales. Es la certeza de estar seguro bajo la mano de Dios a pesar de la adversidad de la vida terrena.
  • Paciencia: Paciente es aquel que no se turba ante las adversidades de la vida ni las tentaciones de satanás. La paciencia nos da tranquilidad y armonía para con las demás criaturas.
  • Longanimidad: Es la perseverancia ante las dificultades, nos da ánimos y coraje ante el mal. Es el saber esperar la Providencia Divina, cuando se escapa a nuestra lógica, además de conferir al alma amplitud de miras y generosidad.
  • Benignidad: Nos concede ser gentiles para con los demás. Es la constante indulgencia y afabilidad; nos permite tratar a los demás con una dulzura especial.
  • Bondad: Es el fruto palpable de la benignidad con quien más sufre y lo necesita. Nos presta a ocuparnos del prójimo y beneficiarlo; infundiendo en el alma el espíritu de Jesucristo de entrega al otro.
  • Mansedumbre: Es la resistencia ante los impulsos que provoca la injusticia, sobre todo ante las reacciones violentas. Frena la ira y la cólera, se opone al rencor y la venganza.
  • Fidelidad: Quien es fiel, da testimonio de Jesucristo, quien fue fiel hasta el final. Mantenerse fiel al amor de Dios, teniendo certeza de la verdad.
  • Modestia: Es la disposición de dignificar nuestro cuerpo y forma de vida para ser un verdadero templo del espíritu santo.
  • Continencia: Como su propio nombre indica consiste en mantener en orden y contener las apetencias y placeres materiales. Es decir, contener la concupiscencia.
  • Castidad: Es la victoria del cristiano sobre la carne, para ser templo vivo del Espíritu Santo. Quien es casto reina sobre su cuerpo, con paz, sintiendo la alegría de una amistad íntima con Dios.
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