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Poesía de Navidad 2025
Fernando Carratalá

La aparente despreocupación formal de la poesía navideña de Gloria Fuertes

El tema de la Navidad ha sido una constante en la producción poética de la autora, y algunos de sus poemas siguen en la mente de niños y adultos

Rogier Van der Weyden: Tríptico de Santa Columba

Roger Van der Weyden: Tríptico de Santa Columba

El tema de la Navidad ha sido una constante en la producción poética de Gloria Fuertes, y algunos de sus poemas siguen en la mente de niños y adultos. Los poemas que se ofrecen a continuación, escritos en versos de arte menor, están transidos de infinita ternura; y el tono desenfadado de algunos de ellos les confiere una intensa capacidad comunicativa, por lo que retenerlos en la memoria no resulta difícil ni aun para los más pequeños.

El Rey de la Paz

¡Alégrate, zagala!
¡Alégrate, pastor!
Ha nacido Jesús,
es nuestro Redentor.

Ha nacido Jesús, 5
qué pena, en un establo,
sin más luz que su luz,
sin más sol que sus manos.

Sin más luz que sus ojos
nació el Crucificado, 10
nació el Rey de la Paz,
nació el Cordero Blanco. Igual los pastores
que los Reyes Magos,
doblan sus rodillas 15
y beben cantando.

Y beben la paz
de sus ojos claros.
El frío no quiere
entrar al establo. 20

Villancico de 20 versos repartidos en cinco estrofas. Las estrofas primera, segunda y tercera con versos heptasílabos; la quinta y sexta, con versos hexasílabos. La caprichosa distribución de rimas asonantes y el hecho de que haya bastantes versos de final agudo (versos 2, 3 y 4, en la primera estrofa; versos 5 y 7 en la segunda; verso 11 en la tercera; y verso 17 en la quinta; es decir, el 35% del total) le confieren al villancico una grata musicalidad.

Las estrofas son coplas propiamente hablando, porque mantienen la asonancia /á-o/ en los versos pares, salvo en la primera estrofa, en la que la asonancia es /o/ aguda («pastor/Redentor»). La segunda estrofa tiene, además, la peculiaridad de que los versos impares riman en asonante aguda /u/ («Jesús/luz»), una rima que enlaza con la del verso 3 (que es, precisamente, la palabra «Jesús»). Y la rima aguda / del verso 11, en la tercera estrofa /a/ («Paz»), es la misma del verso 17, de la quinta estrofa, pero ahora la palabra «paz» no se escribe con letra inicial mayúscula.

La cohesión lingüística del texto se logra, fundamentalmente, con la reiteración de ciertos vocablos e incluso de oraciones enteras: «¡Alégrate!» (versos 1 y 2, imperativo en posición anafórica), «Ha nacido Jesús» (versos 3 y 5), «establo» (versos 6, 20), «luz» (versos 7 -en dos ocasiones- y 19), «nació» (versos 10, 11 y 12 en posición anafórica), «ojos» (versos 9, 18), «Paz/paz» (versos 11, 17), «beben» (versos 16, 17, en posición anafórica, y «ligando» dos estrofas), «pastor» (verso 2)/«pastores» (verso 13). Estas reiteraciones, en lugar de aportar monotonía al poema, son esenciales para obtener, junto a las rimas, ese ritmo sostenido y «cantarín» que su recitación en voz alta hace perceptible. Además, los paralelismos son un factor esencial en la estructura poemática, tal y como podemos comprobar en los siguientes versos:

«¡Alégrate, zagala! /Alégrate pastor!» (versos 1-2).

«sin más luz que su luz, / sin más sol que sus manos. / Sin más luz que sus ojos» (versos 7-9).

«nació el Crucificado, / nació el Rey de la Paz, / nació el Cordero Blanco» (versos 10-12).

Es, asimismo, de gran eficacia estilística la combinación de tiempos verbales: presente de imperativo en los versos 1 y 2: «Alégrate»; pretérito perfecto simple en los versos 10, 11 y 12: «nació»; pretérito perfecto con proyección hacia el presente en los versos 3 y 5: «Ha nacido»; y presente de indicativo -que actualiza el mensaje del texto en la mente del lector- en las dos últimas estrofas: «doblan» (verso 15), «beben» (versos 16 y 17) y «(no) quiere» (verso 19). Y es precisamente el imperativo inicial de llamada a zagalas y pastores («Alégrate») el que implica directamente a la poeta en el texto, pues ella es la que se encarga de recordar el nacimiento de Jesús, al que se llama «Redentor» (verso 4), «el Crucificado» (verso 10), «Rey de la Paz» (verso 11) y «Cordero blanco» (verso 12), en la más genuina tradición evangélica. Además, el comprobar que el Niño nace en un establo le hace exclamar «qué pena» (verso 6). El final del poema personifica al «frío» (de la noche), que no desea romper el hálito de paz que envuelve al Niño, aunque sea el establo el lugar de su nacimiento, y ante el que «doblan sus rodillas» (verso 15) tanto «pastores» (verso 13) como «Reyes Magos» (verso 14).

Todo es bello en el Niño

Todo es bello en el Niño,
pero sus ojos,
no sé qué tienen, madre,
que me enamoro.

Todo es bello en el Niño, 5
pero su risa
acaricia el alma
del que la mira. Todo es bello en el Niño,
pero su Madre 10
parece una paloma,
por blanca y suave.

Todo es bello en el Niño,
pero su idea
es lo más bello, madre, 15
sobre la tierra.

En esta ocasión, Gloria Fuertes ha recurrido a la seguidilla: combinación de cuatro versos, de los cuales el segundo y el cuarto son pentasílabos y riman en asonante; y el primero y el tercero son heptasílabos y quedan libres. En efecto, esta es la distribución de versos y rimas en las cuatro estrofas:

Seguidilla 1. Versos pentasílabos 2 y 4: asonante /ó-o/ («ojos/enamoro»).

Seguidilla 2. Versos pentasílabos 6 y 8: asonante /í-a/ («risa/mira»).

Seguidilla 3. Versos pentasílabos 10 y 12: asonancia /á-e/ («Madre/suave»).

Seguidilla 4. Versos pentasílabos 14 y 16: asonancia /é-a/ («idea/ tierra»).

El poema es un apóstrofe lírico en la que la poeta imagina estar hablando con su madre, a la que dirige en vocativo (versos 3 y 15). En cambio, la Madre del Niño (verso 10) figura con mayúscula y el contexto evita, evidentemente ambigüedades.

Gira el poema en torno al mensaje «Todo es bello en el Niño», verso que se reitera al comienzo de cada seguidilla (1, 5, 9, 13). Sin embargo, a partir de ahí, hay elementos de mayor belleza, por lo que en todos los casos es necesario, para explicitar este concepto, recurrir a la conjunción adversativa «pero», que le da mas fuerza expresiva a lo que se dice, como amplificación de lo ya dicho: «pero sus ojos» (verso 2), «pero su risa» (verso 6), «pero su Madre» (verso 10), «pero su idea» (verso 12; es decir, la doctrina del Cristianismo). Y solo en la primera estrofa hay un hipérbaton que aumenta la expresividad: «pero sus ojos, / no sé qué tienen, madre, / que me enamoro» (en lugar de «pero no sé qué tienen sus ojos, madre, que me enamoro [de ellos]»). Por otra parte, es extraordinaria la distribución de los acentos en el verso 3, un heptasílabo que contiene nada menos que cinco: «nó sé qué tiénen, mádre». El pentasílabo siguiente («que me enamoro») reafirma la presencia de la poeta en el poema, y de ahí el empleo de la primera persona del singular del presente de indicativo, con el pronombre personal átono «me» en posición proclítica).

Por otra parte, todos los verbos del poema están en presente de indicativo: «sé/tienen» (verso 2), «enamoro» (verso 4), «acaricia» (verso 7), «mira» (verso 8), «parece» (verso 11). «es» (verso 15); lo cual rompe cualquier distancia temporal entre poeta y lector y, visto el contenido de la última estrofa -donde el breve poema alcanza su clímax- actualiza el mensaje evangélico de la Redención, fundamento de la doctrina cristiana, que es «la mayor belleza que existe en el Niño».

Los adjetivos de la estrofa tercera que acompañan al nombre «Madre» («blanca/suave»), mediante un símil implícito, iguala su blancura y suavidad con el de una paloma. Y en cuanto al verso 19 («es lo más bello, madre»), hay que interpretar como una locución adverbial la construcción «lo más» delante de adjetivo, con el significado de «sumamente».

En resumen: los ojos del Niño enamoran (estrofa 1); su risa cautiva de tal manera que conmueve el ánimo (estrofa 2); y el Niño crucificado en el Gólgota (frente a su Madre, «la blanca paloma»; y quizá esta sea la razón de que la Madre de Jesús figure en la estrofa tercera) traerá a la Humanidad el mensaje de la salvación (estrofa cuarta). Al Niño lo identificamos por sus «ojos», «risa» e «idea»; y su Madre, por la blancura y suavidad de una paloma. [Y no está de más recordar aquí la relación teológica que existe entre Pentecostés (venida del Espíritu Santo sobre el colegio apostólico en el quincuagésimo día que sigue al de de la Pascua de Resurrección) y «la Blanca paloma», que aparece, por ejemplo, en el episodio bíblico de la Anunciación, cuando María recibe la noticia de que va a llevar en su seno al Hijo de Dios].

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