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18 de abril de 2024

Mañana es domingoJesús Higueras

«Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo»

En este cuarto domingo del tiempo de Pascua, contemplamos la sanación que hizo el Maestro de un ciego de nacimiento, el cual nunca había podido disfrutar de la belleza de la vida

Actualizada 14:14

¡Qué miedo da cuando estás en un sitio desconocido y completamente a oscuras! Temes tropezar, no sabes por dónde ir y necesitas urgentemente que alguien te ofrezca un poco de luz. Así es como se siente el alma de cualquier ser humano que camina por este mundo sin saber ni la razón ni el significado de su existencia; aunque sean muchos los que ofrecen distintas teorías sobre el valor de la vida, sólo Jesús el Nazareno es capaz de convertirse en luz interior que ilumina nuestra conciencia, da valor a las cosas más pequeñas que nos suceden ofreciéndonos una dimensión de eternidad que hace realmente valiosos nuestros actos.
En este cuarto domingo del tiempo de Pascua, contemplamos la sanación que hizo el Maestro de un ciego de nacimiento, el cual nunca había podido disfrutar de la belleza de la vida debido a su enfermedad. Algunos consideraban que la ceguera era una maldición con motivo del pecado cometido por sus padres o por él mismo, pero Jesús corrige a sus discípulos, que también pensaban así, enseñándoles que el sufrimiento humano no es solamente una maldición, sino que pueden convertirse en el espacio en el que se manifiesta la gloria de Dios, es decir, el amor, que Él tiene por todas sus criaturas a las que envía a su Hijo amado para devolverles la libertad interior y poder así unirse con su Creador.
También nosotros muchas veces podemos caer en el error de pensar que las cosas malas que nos suceden son un castigo divino. ¡Qué habré hecho mal! ¡Por qué me ha pasado esto! Nos quedamos desarmados, desconcertados ante la injusticia que supone una enfermedad, un fracaso familiar, una calumnia y otras situaciones que sin buscarlas vienen a romper la armonía de nuestro vivir. Pero Jesús, precisamente en esos momentos, quiere ser luz en tu mundo interior; mediante sus palabras es capaz de iluminar tu camino, tus decisiones, tus luchas y descansos para conseguir que el dolor no ahogue tu vida sino que se convierta en la ocasión de ser verdaderamente grande. Nuestro Señor no se conforma con curar la ceguera física de este hombre, sino que le invita a hacer un acto de fe en su persona para que comprenda que siempre ha sido amado por Dios, que lo que otros consideran un castigo o una desgracia Dios lo ve de otra manera y sabe hacer brillar su luz en lo más recóndito del corazón humano, de modo que cruz y amor se convierten en una incógnita que queda resuelta en la resurrección.
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