Cinco condenas de Juan Pablo II al progresismo y al integrismo eclesiástico
«Unos tienen la obsesión de avanzar pero, ¿hacia qué progreso? Otros –haciendo notar determinados abusos que nosotros somos los primeros en reprobar y corregir–, endurecen su postura deteniéndose en un período de la Iglesia que consideran como absoluto»

«Si debemos agradar a Dios, no podemos permanecer en el estancamiento, debemos ir adelante, esto es, 'para adelantar cada vez más' (1 Tes 4,1). Y efectivamente es así. En el Evangelio hay una invitación al progreso. Hoy todo el mundo está lleno de invitaciones al progreso. Nadie quiere ser un 'no-progresista'. Sin embargo, se trata de saber de qué modo se debe y se puede 'ser progresista', y en qué consiste el verdadero progreso. No podemos pasar tranquilamente por alto estas preguntas. El Adviento comporta el significado más profundo del progreso. El Adviento nos recuerda cada año que la vida humana no puede ser un estancamiento. Debe ser un progreso. El Adviento nos indica en qué consiste este progreso». Por ende, aquí el ser «progresista» es legítimo, siempre que se trate del verdadero progreso». Homilía en la Parroquia de san Clemente en Roma, 1979.

«Nada tiene de extraño el que, en esta etapa 'postconciliar' se hayan desarrollado también, con bastante intensidad, ciertas interpretaciones del Vaticano II que no corresponden a su Magisterio auténtico. Me refiero con ello a las dos tendencias tan conocidas: el 'progresismo' y el 'integrismo'. Unos, están siempre impacientes por adaptar incluso el contenido de la fe, la ética cristiana, la liturgia, la organización eclesial a los cambios de mentalidades, a las exigencias del 'mundo', sin tener suficientemente en cuenta, no sólo el sentido común de los fieles que se sienten desorientados, sino lo esencial de la fe ya definida; las raíces de la Iglesia, su experiencia secular, las normas necesarias para su fidelidad, su unidad, su universalidad. Tienen la obsesión de 'avanzar', pero, ¿hacia qué 'progreso' en definitiva? Otros -haciendo notar determinados abusos que nosotros somos los primeros, evidentemente, en reprobar y corregir-, endurecen su postura, deteniéndose en un período determinado de la Iglesia, en un determinado plano de formulación teológica o de expresión litúrgica que consideran como absoluto, sin penetrar suficientemente en su profundo sentido, sin considerar la totalidad de la historia y su desarrollo legítimo, asustándose de las cuestiones nuevas, sin admitir en definitiva que el Espíritu de Dios sigue actuando hoy en la Iglesia». Discurso ante la Conferencia Episcopal Francesa, 1980.

«Permítaseme insistir una vez más y solemnemente en la interpretación exacta del reciente Concilio. Se trataba y se trata siempre de una obra de renovación eclesial en escucha del Espíritu Santo. Sobre este punto de capital importancia los documentos conciliares son de una claridad incomparable (cf. Lumen gentium, 4, 7, 9; cf. Gaudium et spes, 21 § 5 y 43 § 6). Y esta renovación de la fidelidad y del fervor en todos los campos de la misión de la Iglesia, madurada y expresada en la escucha colegiada del Espíritu de Pentecostés, debe ser igualmente acogida y vivida ahora según el mismo Espíritu y no según criterios personales o teorías físico-sociológicas».
(...) Para convencer a los que, lamentablemente, están tentados por los caminos tanto del progresismo como del integrismo para que retornen con humildad y con alegría a la comunión, sin sombras, con sus Pastores y con sus hermanos que sufren por sus actitudes y por su ausencia. Este trabajo paciente y delicado es seguramente la obra de toda la Iglesia. Pero, en fidelidad a vuestro padre San Ignacio y a todos sus hijos, debéis levantaros hoy como un solo hombre, para esta misión de unidad en la verdad y en la caridad". Discurso a los Provinciales de la Compañía de Jesús, 1982.

«Existen muchos focos de tensión que vuelven frágil e inestable esta comunidad. La etiqueta de 'conservadores' y 'progresistas', las opciones entre una visión de la Iglesia más espiritual y otra de mayor compromiso, o la preferencia por tal o cual movimiento eclesial: no es raro que todo esto y mucho más todavía sea ocasión de profundas rupturas en la comunidad eclesial. Por no hablar de la tentación, siempre viva, de crear o al menos dejar que se creen en la Iglesia, oposiciones y enfrentamientos de clase que estallan funestamente en la sociedad». Discurso en el Santuario de Fátima, 1982.
