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26 de abril de 2024

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El camino Sinodal alemán se ha convertido en un quebradero de cabeza para el Vaticanosynodalerweg

El Sínodo alemán y el cristianismo a la carta que denunciaba Benedicto XVI

Un camino de pretendida reforma, en donde sigue pendiente que aparezca en los trabajos el sello de autenticidad: un nuevo impulso hacia la virtud y la santidad

El pasado 18 de noviembre tuvo lugar un encuentro entre los obispos alemanes y los cardenales responsables de distintos dicasterios de la Curia romana, en donde se trató el Sínodo emprendido por la Iglesia alemana. Esta reunión, dentro del marco de la visita ad limina de los obispos alemanes al Papa, fue un inusual evento estrella dentro de este tipo de visitas periódicas de los obispos de todo el mundo al Santo Padre. El comunicado conjunto de la Santa Sede y la Conferencia de obispos alemanes deja claro que muchos de los pronunciamientos del sínodo alemán se reciben con preocupación en Roma.

Reforma y crisis

Hay que recordar que el Sínodo en Alemania es una iniciativa distinta a la fase diocesana del Sínodo de los obispos que ha tenido lugar en las distintas diócesis católicas de todo el mundo. Su origen está en una iniciativa de la Iglesia alemana de abrir un proceso de reflexión y reforma tras la crisis provocada por las noticias de abusos de menores por parte de miembros del clero. En ese proceso se han ido abriendo paulatinamente diversos frentes bastante alejados de la cuestión de la reforma de vida de los clérigos y de la prevención de los abusos, pasándose a tratar cuestiones más bien propias de las tensiones internas de la Iglesia en torno al secularismo, en donde las propuestas se acercan más a una homologación con las condiciones ambientales de la sociedad que a una auténtica reforma basada en el Evangelio.

No satisfechos con su cuota de poder eclesial, pretenden emular la distinción entre alto y bajo clero de épocas pasadas

Temas recurrentes son la aceptación e integración de los comportamientos homosexuales, con la posibilidad de una bendición ritual de estas relaciones, así como el acceso de la mujer al ministerio ordenado como única forma de solucionar su papel en la vida de la Iglesia. También hay otras cuestiones como son la intercomunión con otras Iglesias en Alemania así como una independencia de la praxis pastoral de la Iglesia alemana sin necesidad de un control por la Santa Sede. Resulta difícil ver en qué puede cooperar esto para sanar la crisis de los abusos de algunos eclesiásticos en los últimos años.
Tampoco les resulta fácil a muchos fieles de la Iglesia en Alemania verse identificados con este camino. Al reiniciarse este curso los trabajos del Sínodo alemán, el pasado 27 de septiembre, se publicó un manifiesto titulado «Nuevo comienzo: un manifiesto por la reforma» en el que un grupo eminente de laicos denuncian la instrumentalización del Sínodo para impulsar una «más que conocida agenda de política eclesiástica» que nada tiene que ver con el retorno a los fundamentos de la vida de la Iglesia, sino más bien con una rendición a las tesis del secularismo, el cual desde hace tiempo ha hecho mella en ciertos estamentos eclesiásticos laicales y clericales. Asimismo, el manifiesto incide en el hecho de que el Sínodo pretende «hablar por todos los católicos en Alemania y tomar decisiones vinculantes en nombre de ellos». Este manifiesto es interesante porque procede de personas que no forman parte de la estructura asalariada de la Iglesia alemana, cosa que no puede decirse de los laicos que forman el staff de las estructuras de este Sínodo en marcha.

Más clericalismo

Ya en una entrevista concedida en noviembre de 1989 por el entonces cardenal Ratzinger, afirmaba que en la Iglesia existe un cristianismo burgués, que estaría compuesto por aquellas personas que ejercen en la Iglesia los mandos intermedios. Los que componen las comisiones, trabajan en la administración, en la academia o que forman parte de la fuerza laboral de las curias. La característica de este cristianismo burgués – decía Ratzinger – es la pretensión de ser la voz de un pueblo eminentemente laical frente al magisterio, así como su capacidad para arrogarse la representación de las Iglesias locales, dada la mayor facilidad de sus integrantes de intervenir en los medios.
Conviene ser conscientes de que el Sínodo alemán puede estar dominado por este cristianismo burgués denunciado por Ratzinger, en donde se pondría de manifiesto no tanto la igualdad secularizada que se pretende promover, sino una forma aún mayor de clericalización de estos mandos intermedios, que no satisfechos con su cuota de poder eclesial, pretenden emular la distinción entre alto y bajo clero de épocas pasadas, arrogándose el papel de rectores de la vida de la Iglesia. Y todo esto en un camino de pretendida reforma, en donde sigue pendiente que aparezca en sus trabajos el sello de autenticidad: un nuevo impulso hacia la virtud y la santidad.
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