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24 de abril de 2024

'Jesús y la mujer adúltera', de Lucas Cranach.

Jesús y la mujer adúltera, de Lucas Cranach

¿Cuál es el pecado contra el Espíritu Santo y por qué no puede perdonarlo Dios?

La expresión «pecado contra el Espíritu Santo» está tomada de Mt 12,32, pero, ¿a qué pecado se refiere Jesucristo?

Fue el mismo Jesús quien dijo que esta acción imposibilitaba el perdón de Dios por su gravedad.
En Mateo 12, 31, después de que los fariseos intenten manchar las obras de Jesús diciendo que provienen del Príncipe de los demonios, el Hijo del Hombre insiste:
«Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada» (Mt 12, 24).
Estas palabras chocan con la misma conciencia misericordiosa del Mesías de perdonar como Dios «setenta veces siete». Además, por el sacramento de la Reconciliación, cuando alguien se confiesa, quien perdona los pecados es el mismo Dios a través de la absolución del sacerdote. ¿Por qué entonces este pecado es imperdonable incluso para Dios en la eternidad?

¿En qué consiste este pecado?

El pecado al que alude Jesús es el de la blasfemia, no solo como palabra, sino como hecho de quien no se siente pecador ni necesitado de Dios.
Se trataría, por tanto, de una cerrazón a la conversión; un endurecimiento radical del corazón hasta tal punto, que la persona deja de interesarse por Dios de un modo consciente y voluntario.
Además, se trataría del convencimiento de que Dios no es grande en su misericordia al considerar que no perdona las acciones de los hombres. Es decir, es el pecado por el que se censura libre y conscientemente la acción misericordiosa de Dios.

Destruye las familias, las amistades, las comunidades e incluso la sociedadPapa Francisco

El don de la libertad

Dios ama tanto al hombre que, ante el don de la libertad, él se ha limitado a sí mismo dejando un espacio a la voluntad humana frente a la que su omnipotencia no puede hacer nada. Ahí Dios no tiene nada que hacer, porque no tiene nada que perdonar.
Según los Santos Padres este pecado no se cometería casualmente, sino después de un hábito continuado en otros pecados que van deslizando al hombre hasta una postura de rechazo a la conversión a Dios. Por tanto, no es que este pecado no pueda ser perdonado por la misericordia de Dios, sino que el hombre no da pie a ese perdón.
En Proverbios 28, 13, se alude a esta posición de apertura o cerrazón propias de la libertad humana, capaz de acoger o despreciar la misericordia divina, que es censurar al mismo Dios: «El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia».
'La mujer sorprendido en adulterio', de Guercino

La mujer sorprendida en adulterio, de Guercino

Advertencia para todos

A propósito de este episodio, el Papa Francisco afirma que «contiene una advertencia que nos sirve a todos» ya que puede suceder «que una envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una persona pueda empujar a acusarlo falsamente». Y aquí, a juicio del Santo Padre, hay un verdadero veneno mortal: «La malicia con la que, de un modo premeditado se quiere destruir la buena reputación del otro».
En este sentido, Francisco exhorta al mismo Dios para que nos libre de esta terrible tentación, y recomienda examinar la conciencia atentamente:
" Si al examinar la conciencia, nos damos cuenta de que esta hierba maligna está brotando dentro de nosotros, vayamos inmediatamente a confesarlo en el sacramento de la penitencia, antes de que se desarrolle y produzca sus efectos perversos, que son incurables. Estad atentos, porque este comportamiento destruye las familias, las amistades, las comunidades e incluso la sociedad».
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