
Kashif Masih, un trabajador de 35 años, fue secuestrado, torturado y asesinado
La brutal tortura y asesinato a un joven cristiano en Pakistán reaviva las denuncias de persecución religiosa
Mientras el principal acusado de asesinato a Kashif Masih ha sido arrestado, el resto de los implicados obtuvo libertad bajo fianza, lo que ha generado serias dudas sobre la imparcialidad del proceso judicial
El brutal asesinato de Kashif Masih, un trabajador cristiano de 35 años, ha reavivado la alarma sobre la persistente persecución y violencia contra las comunidades cristianas en Pakistán.
Según recoge el portal de noticias Asia News, el caso, ocurrido el 12 de mayo en la aldea de Jamkay Cheema, ha puesto de relieve la impunidad que protege a miembros de las élites y deja a esta minoría en constante riesgo. De acuerdo con el informe policial inicial, Masih fue agredido por Areeb Babar, Ijaz Ikramullah y cinco hombres armados no identificados, presuntamente bajo las órdenes de Malik Irfan, exoficial de policía.
Los atacantes le golpearon con garrotes, le hirieron en la cabeza y en los ojos, e incluso le clavaron clavos en las piernas. El brutal ataque se habría originado a partir de una acusación infundada de robo de teléfono móvil, una versión que la familia desmiente categóricamente.
Una arraigada cultura de la impunidad
Masih había trabajado durante tres años para Irfan. Según su hermano, Riyasat Masih, el registro realizado en su domicilio no arrojó evidencia alguna del supuesto robo. La víctima ya se encontraba detenida desde la noche anterior al asesinato, periodo en el que fue torturado. Mientras el principal acusado ha sido arrestado, el resto de los implicados obtuvo libertad bajo fianza, lo que ha generado serias dudas sobre la imparcialidad del proceso judicial.
El defensor de los derechos de las minorías, Joseph Janssen, advirtió que este crimen no es un hecho aislado. Recordó el reciente caso de Asif Masih, otro cristiano asesinado tras ser torturado. «Este tipo de brutalidad no ocurre sin fallos estructurales. Pakistán debe cumplir sus obligaciones internacionales y garantizar que estos actos no queden impunes», señaló.
Janssen denunció además una cultura de impunidad arraigada, donde miembros de la policía y sectores influyentes actúan sin temor a las consecuencias: «Cuando la ley se convierte en instrumento de tortura y la placa en licencia para matar, la justicia deja de existir».
La familia de Kashif bajo peligro
La familia de Kashif Masih teme represalias y ha solicitado protección al Estado, ante la influencia política y social de los implicados. Denuncian que esta situación podría obstaculizar el proceso judicial y exigen garantías para que el caso no quede impune.
Aunque el Gobierno ha anunciado reformas en materia de derechos humanos, la ley contra la tortura y las muertes bajo custodia sigue sin ser aprobada, lo que, en la práctica, la vuelve ineficaz. «Las leyes sobre el papel no significan nada si el sistema de justicia se arrodilla ante el poder y silencia a los indefensos», advirtió el activista Ashik Naz.
En una declaración conjunta, activistas reiteraron: «Ningún rango, ninguna insignia, ningún uniforme debe colocar a nadie por encima de la ley». En paralelo, el Departamento de Estado de Estados Unidos mantiene a Pakistán en su lista de «Países de Preocupación Particular», una designación que responde a las persistentes violaciones a la libertad religiosa, el uso sistemático de la tortura, los asesinatos extrajudiciales, el hostigamiento a defensores de derechos humanos y la impunidad garantizada por la inacción del propio Estado.