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Alexander Havard es autor y conferenciante de renombre internacionalalexhavard.com

Entrevista a Alexander Havard, autor y creador de 'Liderazgo Virtuoso'

Alexander Havard: «Quienes se creen dioses sin Dios nunca hallan la paz»

Sus libros, traducidos a más de 20 idiomas y publicados en España, han inspirado a miles a redescubrir las virtudes clásicas como base fundamental para un liderazgo efectivo

Algunos de los títulos de sus libros dejan entrever que Alexander Havard (París, 1962) aborda el liderazgo desde una perspectiva poco convencional. Obras como Corazón libre (2019), Coaching con Juana de Arco (2020) y Mi camino hacia el liderazgo virtuoso (2021) apuntan a una idea mucho más profunda: un liderazgo que no está reservado para unos pocos, ni depende de la capacidad para gestionar tareas o del número de seguidores que se tenga, sino que se convierte en una llamada universal a descubrir la grandeza interior, mostrando cómo trascender el temperamento biológico para forjar un carácter espiritual.

De origen francés, ruso y georgiano, Havard dio la vuelta al mundo cuando creó el Sistema de Liderazgo Virtuoso. Sus libros, traducidos a más de 20 idiomas y publicados en España, han inspirado a miles a replantear lo que significa ser un líder en el mundo actual.

Temperamento y carácter

— Para empezar y no liarnos desde el principio: ¿cómo diferencia usted carácter y temperamento? ¿Qué papel juega cada uno en la formación de la personalidad?

— La personalidad humana está fundamentalmente compuesta por un temperamento y un carácter. El temperamento es una predisposición natural e innata a reaccionar de cierta manera. El carácter es una predisposición adquirida, el fruto de un trabajo libre sobre uno mismo bajo la influencia de la familia, la escuela y la sociedad.

El temperamento es biológico. Según la teoría de Hipócrates-Galeno, existen cuatro temperamentos: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático. Nacemos con nuestro temperamento y no podemos cambiarlo: moriremos con las cualidades y defectos de nuestro temperamento.

El carácter es espiritual: está compuesto por las virtudes, que son hábitos morales adquiridos y desarrollados mediante la práctica. Hay seis virtudes que se pueden considerar esenciales: prudencia (la capacidad de tomar buenas decisiones), fortaleza (audacia y resistencia), autodominio (el control de las emociones), justicia (el hábito de dar a cada uno lo que le corresponde), magnanimidad (la orientación del corazón, la inteligencia y la voluntad hacia cosas grandes) y humildad (el conocimiento de uno mismo y servicio a los demás).

No nacemos con nuestro carácter: el carácter es algo que construimos. Nuestro temperamento nos inclina en una dirección u otra: el colérico está inclinado a hacer muchas cosas, pero le cuesta cuidar de las personas; el melancólico está inclinado a contemplar ideas hermosas, pero le cuesta ponerlas en práctica; el sanguíneo está inclinado a compartir sus sentimientos con los demás, pero le cuesta poner la última piedra en cada uno de sus proyectos; el flemático está inclinado a analizar procesos y construir sistemas, pero le cuesta soñar con grandes cosas.

La humildad no es la virtud de los débiles, sino la de los fuertesAlexander Havard

¿Y qué papel juega la virtud, tan presente en sus obras, en el carácter y el temperamento?

— La virtud compensa los defectos de nuestro temperamento: el colérico que practica la humildad se preocupa por las personas; el melancólico que practica la valentía se compromete en la acción; el sanguíneo que practica la resistencia (perseverancia) termina sus proyectos; el flemático que practica la magnanimidad sueña a lo grande.

A través de la educación del carácter, aprendemos a hacer lo contrario de lo que surge naturalmente, ya que lo que surge naturalmente a menudo está lejos de ser perfecto. Por ejemplo, el colérico está naturalmente inclinado a la ira. A través de la práctica del autodominio, aprende a manejarla. A su primera reacción, que es fisiológica, responderá con una segunda reacción que es espiritual. Debemos ser conscientes de los defectos de nuestro temperamento y vencerlos mediante la práctica de las virtudes. Cada uno de nosotros asciende hacia la cumbre de la excelencia por un camino y una pendiente propios. Es el temperamento el que nos indica la pendiente y el camino.

Descubrir la grandeza de uno mismo

A veces se tiene la idea de que hay temperamentos «más aptos» para el liderazgo o incluso para la santidad, como si hubiera que nacer ya con ciertas cualidades para poder aspirar a eso. ¿Cómo desmontar esa visión?

— Tomo el ejemplo del colérico. Muchas personas piensan que este tipo de temperamento es mas apto para liderar. Es falso. El colérico debe aprender a impulsar en lugar de empujar, a inspirar en lugar de mandar, a enseñar en lugar de reprender, a delegar el poder en lugar de ejercerlo solo. No le gusta delegar, porque está convencido de que hace las cosas mejor y más rápido que los demás, y porque disfruta de su propia actividad. El colérico debe comprender que la humildad no es la virtud de los débiles, sino la de los fuertes, de aquellos que no necesitan tratar a los demás de manera dura para sentirse importantes.

¿Podría contarnos el caso de alguien que, en teoría, no tenía el «perfil ideal», pero que terminó viviendo con una grandeza y una virtud admirables? Alguien que convirtió lo que parecía una limitación en un camino hacia su realización personal.

— Darwin Smith (1926-1995), director general de la compañía estadounidense Kimberly-Clark en las décadas de 1970 y 1980, era flemático. Sin embargo, fue él quien tomó la decisión magnánima y audaz de vender todas las fábricas de papel cuché, la principal fuente de ingresos de la empresa, e invertir en papel para el gran público (Kleenex, Huggies), colocando deliberadamente a Kimberly-Clark en competencia directa con los líderes del mercado: Procter & Gamble y Scott Paper. Smith tenía sed de grandeza.

Los analistas de Wall Street y los medios de comunicación comercial se burlaron de él, convencidos de que fracasaría. Pero Smith, al igual que Sócrates, no buscó el consejo de la multitud. Tomó una decisión magnánima que convirtió a Kimberly-Clark en el líder mundial en la producción de papel para el gran público.

¿Cómo es el cristiano magnánimo?

En Creados para la grandeza usted dice que «en el líder que vive su fe cristiana, la magnanimidad y la esperanza teologal se complementan mutuamente a la perfección». En la vida real, ¿cómo se manifiesta esa combinación en las decisiones y actitudes cotidianas de un líder?

— El cristiano magnánimo lo espera todo de sí mismo como si Dios no existiera (magnanimidad), y lo espera todo de Dios como si él no pudiera hacer nada por sí mismo (esperanza como virtud teologal). Se comporta como un adulto en el plano terrenal, y como un niño en el sobrenatural. Sin embargo, esta infancia sobrenatural no es pasiva: la esperanza sobrenatural, al igual que la esperanza humana, no rehuye la dificultad; más bien al contrario: nace del alma, dirigiéndola hacia la conquista del bien. Existe solo una psicología de la esperanza. En el líder que vive su fe cristiana, la magnanimidad y la esperanza teologal se complementan mutuamente a la perfección.

Solzhenitsyn confiaba plenamente tanto en sí mismo como en DiosAlexander Havard

Tomemos esta vez como ejemplo el caso de Aleksandr Solzhenitsyn, el escritor ruso que recibió el premio Nobel de literatura y cuya esperanza humana estaba fortalecida por la virtud teologal de la esperanza. Resistió varias décadas de persecución por parte de un régimen totalitario empeñado en destruirle, y dedicó toda su vida y su trabajo a conmemorar los muchos millones de seres humanos que habían perdido la vida bajo el régimen comunista. Aquí hay una oración escrita por él en tiempos de penuria:

Vladivostok Alexander Solzhenitsyn, tras un encuentro con estudiantes en Vladivostok (Rusia) en 1994

Vladivostok Alexander Solzhenitsyn, tras un encuentro con estudiantes en Vladivostok (Rusia) en 1994AFP

«¡Qué sencillo es vivir contigo, Señor!¡Qué sencillo es creer en ti! Cuando mi mente anda buscando cuando flaquea desconcertada; cuando el más inteligente de nosotros no es capaz de ver más allá de esta misma noche, sin saber qué hará mañana, Tú me envías la claridad de saber que existes y cuidarás de que no se cierren todos los caminos de la bondad».

La vida de Solzhenitsyn muestra que la magnanimidad y la esperanza teologal pueden coexistir armónicamente en el líder que practica su fe cristiana. Este gran líder confiaba plenamente tanto en sí mismo como en Dios. Confiaba en su propia capacidad de acción y en la ayuda de Él.

Vivir en la verdad

— Podría decirse que el pilar de su trabajo en este campo es que sin magnanimidad y sin humildad no hay verdadero liderazgo. ¿Es posible acceder a una humildad profunda sin un horizonte espiritual?

— En sentido estricto, la humildad es el hábito de vivir en la verdad. Vivir en la verdad es reconocer nuestra propia condición de criaturas (humildad metafísica) y nuestros defectos personales y debilidades naturales (humildad espiritual). También significa reconocer la dignidad y la grandeza propias (humildad ontológica) y nuestros talentos y virtudes (humildad psicológica). Finalmente, también es reconocer la dignidad y la grandeza de los demás (humildad fraterna). Por tanto, la humildad es fruto del conocimiento de Dios, de uno mismo y de los otros.

Practicar la humildad es, primeramente, reconocer nuestra condición de criaturas: sin Dios no somos nada, no existimos. Dios nos creó de la nada y se ocupa de que si-gamos existiendo. Si dejara de pensar en nosotros un solo segundo, en seguida nos transformaríamos en un no-ser; el hombre autónomo, independiente de Dios, es pura nada.

La humildad es una virtud religiosa. Es la actitud natural que tiene la criatura frente al Creador. Los filósofos griegos no comprendían en absoluto este concepto porque carecían de una verdadera idea de Dios, de su transcendencia y su poder creativo, que nos da la vida y nos sostiene en todo momento, justificando así la oración humilde de su criatura, el hombre.

Al reconocer nuestra nada reconocemos la grandeza de Dios, que nos da la vida. Al hacerlo logramos la paz interior y la seguridad para actuar, porque sabemos que ese Dios no es solo un Dios Creador, sino también un Padre que todo lo puede.

Los libros no pueden transmitir los efectos que tiene la dirección espiritualAlexander Havard

Aquellos que se enorgullecen de su independencia y autonomía —de ser, en efecto, dioses— no pueden lograr la paz porque todos los días, incluso todos los momentos de todos los días, experimentan sus defectos y sus limitaciones. La felicidad sin Dios es una contradicción.

Insiste bastante en la dirección espiritual como parte del camino de crecimiento interior. En ese proceso de madurar como líderes virtuosos, ¿qué papel juega tener alguien que nos acompañe espiritualmente?

— Deberíamos buscar entre nuestros amigos más cercanos a alguien que pueda aconsejarnos con sabiduría y piedad suficientes como para ayudarnos a ponernos metas sencillas y a corto plazo. Lógicamente, esto requiere humildad para aceptar la sola idea de la dirección espiritual, pero sin ella no podemos avanzar. No se puede formar en masa a los individuos. Los libros pueden orientarnos y provocar en nosotros ciertas reflexiones, pero no pueden transmitir los efectos que tiene la dirección espiritual.

Todo el mundo necesita recibir consejo adaptado a las necesidades específicas de su alma y a sus circunstancias personales, y éste es el trabajo del director espiritual. Un buen director debe practicar la virtud de la prudencia al desarrollar un profundo conocimiento de la vida espiritual de la persona a la que está aconsejando, y también al plantear un plan de acción realista y exigente.

El «caso Juana de Arco»

Hay muchas personas que anhelan vivir con grandeza, pero que se sienten bloqueadas por su pasado, sus heridas o incluso por un entorno que no fomenta el crecimiento interior. ¿Por dónde se empieza cuando uno siente que no tiene «nada grande» dentro de sí?

— Tengo 7 cursos online en alexhavard.com. Las personas interesadas pueden hacer mi curso sobre como descubrir su misión en la vida. Allí encontrarán todas las respuestas.

Para terminar, una más personal: qué mujer y qué hombre han encarnado mejor su idea de liderazgo virtuoso.

— Juana de Arco. Juana es un modelo universal accesible a todos los hombres y mujeres, sea cual fuere su cultura o religión. No es de extrañar el interés que la persona de Juana despierta hoy en día en todo el mundo. La heroína de Orleans es una joven asombrosamente moderna. No hay nada raro en ella, nada fuera de lugar, nada anacrónico. El personaje de Juana es eternamente nuevo.

El «Caso Juana de Arco» es un caso único en la historia: sabemos todo sobre su vida, sobre esta vida vivida en el siglo XV. Lo que sabemos no es una leyenda: son documentos de archivo los que hablan.

Dios quiso que así fuera. Quería que Juana fuera, para cada uno de nosotros —hombres y mujeres que trabajan en el corazón de la sociedad y están metidos de lleno en los asuntos del mundo—, un entrenador, un maestro, una madre.

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