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Pier Giorgio Frassatti

Pier Giorgio Frassatti falleció a los 24 años de una poliomielitis

Pier Giorgio Frassati, el hijo de la alta sociedad que cambió su destino por las chabolas y las minas

Este año será el último que se le recuerde como beato: el próximo 7 de septiembre, será proclamado santo junto con Carlo Acutis

este viernes, 4 de julio, la Iglesia celebra la fiesta litúrgica del beato Pier Giorgio Frassati, el joven turinés que vivió solo 24 años y gastó cada día de su corta vida en servir a los más pobres. Este año será el último que se le recuerde como beato: el próximo 7 de septiembre, será proclamado santo junto con Carlo Acutis, en una ceremonia que ya moviliza a miles de jóvenes católicos.

«El hombre de las ocho bienaventuranzas»

Frassati nació en Turín en 1901, en el seno de una familia rica y culta. Su padre, Alfredo Frassati, era senador liberal, periodista y propietario del diario La Stampa. Su madre, una pintora reconocida, llegó a exponer en la Bienal de Venecia, donde incluso el rey Víctor Manuel III adquirió una de sus obras. En casa no faltaban ni los libros ni el dinero, pero tampoco había un ambiente de fe.

Por eso sorprendió tanto que Pier Giorgio empezara a involucrarse activamente en la Acción Católica, en las Conferencias de San Vicente de Paúl y que, a los 21 años, se hiciera terciario dominico. Pero además, se volcó por completo en los pobres. Y eso, en su entorno, no encajaba. ¿Por qué un joven con su futuro resuelto tenía que perder el tiempo con los pobres?

Frassati no solo frecuentaba las barriadas de Turín, las chabolas y los hospitales. Lo daba todo: comida, ropa, carbón, muebles… Se gastaba hasta el último céntimo que recibía de sus padres —cada vez menos— para atender a quien lo necesitaba. Estudiaba Ingeniería Mecánica, con especialidad en Minería, para poder estar cerca de los mineros, los más explotados entre los explotados de por aquel entonces.

Pero nunca fue un buen estudiante. Su padre, que tenía otra idea de lo que debía ser triunfar en la vida, le consideraba un inútil. Pero Pier Giorgio nunca le respondió con arrogancia. Su forma de reaccionar descolocaba: lejos de entrar en discusiones, mantenía una alegría serena, casi desconcertante. En palabras del Papa san Juan Pablo II, que lo beatificó en 1990, Frassati fue «el hombre de las ocho bienaventuranzas».

«¡No conocí a mi hijo!»

Su muerte fue repentina. A finales de junio de 1925, mientras toda la familia estaba pendiente de su abuela, que agonizaba, nadie prestó mucha atención a Pier Giorgio, que se quejaba de dolor de cabeza y falta de apetito. El día del funeral de la abuela, ya no pudo levantarse de la cama. Cuatro días después, el 4 de julio, moría víctima de una poliomielitis fulminante que probablemente habría contraído en sus visitas a los barrios más pobres.

Lo que ocurrió después dejó sin palabras a su familia. Al funeral acudieron miles de personas: la mayoría eran pobres de Turín a los que había ayudado en silencio durante años. Su padre, entre lágrimas, solo repetía una frase: «¡No conocí a mi hijo!». Aquel día, comenzó su propia conversión. Murió décadas después, reconciliado con la fe, en lo que muchos han considerado el primer milagro de su hijo.

A menos de tres meses de su canonización, y en medio de una sociedad en la que con facilidad se mira para otro lado, la figura de Pier Giorgio Frassati vuelve a ser actual. No fue sacerdote, ni religioso, ni mártir. Fue un joven de ciudad, universitario, aficionado al alpinismo, que eligió vivir la fe con esa entrega y sencillez de la que se habla en el sermón de la montaña.

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