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05 de diciembre de 2023

Un voluntario de la asociación City angels habla con una persona sintecho en el Vaticano

Un voluntario de la asociación City angels habla con una persona sintecho en el VaticanoAFP

El último adiós a Mirko, el vagabundo sin rostro que vivía en el Vaticano

La Iglesia le asistió hasta su muerte en agosto. Debido a las diversas trabas burocráticas para los extranjeros, el funeral no se ha celebrado hasta el 17 de septiembre en la iglesia de Santa Mónica, presidido por el cardenal Krajewski

Era el último entre los últimos: un hombre solo, gravemente enfermo, sin rostro debido a un cáncer que literalmente se lo había comido. Sin embargo, recibió el funeral más solemne que podría haber deseado, oficiado por el Limosnero Apostólico, el cardenal Konrad Krajewski, estrecho colaborador del Papa Francisco.
Se llamaba Miroslaw, Mirko para sus amigos, pero en Roma se le conocía como «el clochard sin rostro» porque llevaba un paño para cubrir su rostro desgarrado por un tumor. Originario de Eslovaquia, vivía permanentemente sin hogar en Roma. No tenía amigos ni parientes, y sólo murmuraba algunas palabras porque la enfermedad le había negado incluso la capacidad de hablar.
La Iglesia le asistió hasta su muerte en agosto. Debido a las diversas trabas burocráticas para los extranjeros, el funeral no se ha celebrado hasta el domingo 17 de septiembre en la iglesia de Santa Mónica, presidido por el cardenal Krajewski y acompañado por un centenar de personas, entre sacerdotes, religiosas, voluntarios, representantes de la embajada eslovaca y de la Comunidad de Sant'Egidio. Con ellos había unas cincuenta personas sin hogar que habían conocido al pobre Mirko en los últimos tiempos.
El funeral de Mirko, celebrado por el Limosnero apostólico

El funeral de Mirko, celebrado por el Limosnero apostólicoV.N.

Nunca se quejaba

«Estar a su lado durante este tiempo fue para nosotros como hacer Ejercicios Espirituales. Nunca se quejaba, nunca exigía nada, se contentaba con lo que le traíamos y siempre daba las gracias», confesó el cardenal Krajewski al ser entrevistado por los canales oficiales del Vaticano. Fue precisamente el limosnero del Papa quien convenció a Mirko para que abandonara el parque donde dormía y se trasladara al edificio para indigentes situado junto a la columnata de la plaza de San Pedro. «Fui a verle, pero no quería que le trasladaran, decía que quería morir allí, rodeado de insectos. Le dije: mira, podemos hacer sitio en los Jardines Vaticanos. Entonces, ¿sabes cómo se convenció? Cuando le dije: el Papa Francisco te invita al nuevo dormitorio. Me contestó: vale, pero te lo digo dentro de tres días. Y al cabo de tres días, dijo que sí».
El 1 de septiembre de 2022 se instaló en el edificio situado junto a la columnata, gestionado por la Comunidad de Sant'Egidio. La agonía del claustral ya había comenzado hacía unos meses, pues un tumor cerca de la nariz había aumentado gradualmente de volumen y parte de su cara se había deformado. Tenía llagas y heridas, pero no se quejaba, ni quería que los voluntarios le medicaran al menos para aliviar el dolor. «Mirko no quería», dice Krajewski, «lo único que nos dejaba hacer era medirle la tensión y ¿sabes qué? Era buena. Cuando alguien tiene dolor, la tensión sube y baja; en cambio él no tenía esos síntomas y ni siquiera tomaba sedantes. Probablemente estaba sereno».

El 'clochard' sin rostro

El cardenal, que amistosamente le llamaba don Corrado, estaba muy encariñado con el «clochard sin rostro». Hasta el punto de hacerle un importante regalo: le había acompañado al Papa Francisco en persona, en una audiencia privada. «Lo llevé un día», recuerda Krajewski, «recibió una bendición. También fue un momento especial para el Santo Padre, porque vio a un hombre sin nada».
El Limosnero es conocido por estos gestos extremos. Ya en 2021, había celebrado el funeral de otro claustral, Robertino, muy conocido entre los pobres en la columnata de San Pedro. El 12 de mayo de 2019, el cardenal Krajewski intervino directamente en un asunto en un gran edificio de Roma. Ante la falta de título legal de los ocupantes, las autoridades habían cortado la electricidad del edificio, que albergaba a unos 400 indigentes, entre ellos muchos niños.
El cardenal Krajewski, armado con unos alicates y un destornillador, decidió reconectar él mismo el cuadro eléctrico, asumiendo la responsabilidad de este acto de desobediencia civil, dejando su propia tarjeta de visita en el contador. Fue un gesto fuerte y revolucionario, que suscitó muchas discusiones, pero las autoridades italianas no presentaron cargos contra él.
Durante la pandemia, tuvo otro gesto poco convencional: ayuda económica a las prostitutas transexuales que habían perdido clientes en la costa de Roma. También en esa ocasión, Krajewski asumió la responsabilidad de ese gesto, que fue respaldado por el Papa Francisco.
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