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Ayuno intermitente a examen: ventajas e inconvenientes de empezar en invierno

Con la llegada del frío, son muchas las personas que optan por incorporar el ayuno intermitente a su rutina, ya sea de manera estacional o como parte estable de su estilo de vida. Esta etapa del año se presenta como una oportunidad idónea para iniciarse en este patrón alimenticio, especialmente si uno de los objetivos es la pérdida de peso. Según diversos expertos, las bajas temperaturas favorecen un aumento del gasto energético, lo cual, sumado a los efectos del ayuno, puede ayudar a acelerar el metabolismo.

No obstante, antes de adoptar esta práctica es importante considerar ciertos factores propios del otoño y el invierno, como la alteración de los ritmos circadianos o la reducción de las horas de luz solar. Estos elementos pueden influir tanto en la regularidad como en la eficacia del ayuno, dificultando en algunos casos su correcta implementación.

Desde el punto de vista de la salud metabólica y la longevidad, los beneficios atribuidos al ayuno intermitente son numerosos. Entre ellos, destacan la disminución de la inflamación sistémica y del estrés oxidativo, así como una mejora en la sensibilidad a la insulina, aspecto clave para la prevención de la diabetes tipo 2. Además, este patrón alimentario activa los procesos de autofagia, mecanismo mediante el cual las células eliminan y reciclan componentes dañados, contribuyendo así a una mejor regeneración celular.

Aunque es habitual asociar el ayuno con la pérdida de peso, conviene señalar que su finalidad va más allá del control calórico. El ayuno intermitente optimiza la flexibilidad metabólica del organismo, es decir, la capacidad de alternar entre diferentes fuentes de energía, como los ácidos grasos, en lugar de depender exclusivamente de la glucosa. Esta característica favorece un metabolismo más eficiente y resistente.

El biohacker Gonzalo Ruiz Utrilla, especialista en longevidad, avala esta práctica y resalta su impacto en la rutina diaria: «Por mi experiencia de tantos años, lo recomiendo también por la disciplina que crea en el día a día y la mejora que se percibe en cuánto a claridad mental». Asimismo, advierte de una confusión habitual: «No son sinónimos, se pueden mantener calorías estables y beneficiarte del ayuno sólo por la ventana temporal».

Qué pasa en invierno

Durante las estaciones frías, Ruiz Utrilla reconoce que existen tanto ventajas como obstáculos para mantener el ayuno. Uno de los principales retos es la menor flexibilidad horaria en comparación con los meses de verano, donde las vacaciones permiten una mayor libertad para organizar las comidas. Sin embargo, esta limitación también puede jugar a favor: «Los días son menos largos y esto no ayuda a prolongar el ayuno, si bien tiene un lado positivo: podemos cenar antes y aprovechar el ritmo circadiano».

La sensación de hambre también tiende a intensificarse en otoño e invierno, lo que puede convertirse en un motivo de abandono para algunos. Aun así, el especialista señala que esta sensación no siempre se corresponde con un hambre real. «En ocasiones no es hambre real, elegir con criterio aquello que vamos a comer es importante, sobre todo en el momento de romper el ayuno», destaca. Además, hace hincapié en la importancia de una hidratación constante, subrayando que conviene aprovechar los caldos y platos de cuchara típicos de esta época. Para quienes practican ejercicio matutino en ayunas, recomienda añadir a la bebida agua con sal marina o electrolitos.

La importancia de los hábitos

En paralelo, Ruiz Utrilla apunta que el otoño y el invierno presentan un entorno más favorable para mantener ciertos hábitos: «Estamos más centrados en el trabajo y salimos menos a comer o realizar actividades de ocio que dificultan en algunas personas mantener el ayuno». Sin embargo, advierte sobre una práctica contraproducente: «Además hay quién se pega atracones para compensar las horas de ayuno, lo que es un grave error al igual que pensar que por el hecho de ayunar podemos relajarnos con el resto de buenos hábitos como hacer ejercicio regularmente o dormir las horas que nos corresponden».

En definitiva, el ayuno intermitente, bien planificado y ajustado a las condiciones particulares del otoño y el invierno, puede ofrecer beneficios significativos tanto a nivel físico como mental. Eso sí, siempre debe integrarse dentro de un estilo de vida equilibrado y consciente.

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