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La neuromodulación consistiría en la adaptación o el ajuste de una faceta o función del sistema nerviosoGTRES

Neuromodulación: las claves para entender el tratamiento de moda para el dolor o la depresión

De un tiempo a esta parte, a través de las redes sociales nuestras pantallas se han inundado de anuncios que contienen el término neuromodulación en la práctica clínica, en especial para el tratamiento del dolor. Su uso, en ocasiones abusivo, no es nuevo, pues ocupa algunas técnicas ya antiguas, mientras que otras se han ido desarrollando en los últimos años. Identificarlas y saber diferenciarlas puede resultar confuso para el ciudadano de a pie. En este artículo abordaremos, de forma sucinta, la neuromodulación clínica mediante electroterapia.

La palabra neuromodulación se compone del prefijo neuro, que hace referencia a todo lo relativo a la neurociencia y, más concretamente, al sistema nervioso humano; y el término modulación. La RAE define modular como «modificar los factores que intervienen en un proceso para obtener distintos resultados». Sinónimos de modular serían regular, adaptar o ajustar. Por lo tanto, la neuromodulación consistiría en la adaptación o el ajuste de una faceta o función del sistema nervioso con algún fin; por ejemplo, disminuir la señalización del dolor.

La neuromodulación consistiría en la adaptación o el ajuste de una faceta o función del sistema nervioso con algún fin; por ejemplo, disminuir la señalización del dolor

La neuromodulación puede ser química, mediante fármacos, o física, mediante corrientes eléctricas, ultrasonidos o campos electromagnéticos; y al mismo tiempo ejercerse sobre el sistema nervioso central o el periférico. Su diana fundamental son las sinapsis, los lugares de comunicación entre las neuronas. En cuanto a la neuromodulación física periférica mediante electroterapia, algunos de los procedimientos que la ocupan son conocidos desde hace ya décadas. Es el caso de los desarrollados en el campo de la fisioterapia para el dolor musculoesquelético, en el que destacaremos dos:

La estimulación eléctrica transcutánea (TENS, de sus siglas en inglés), que es la técnica más popular. En ella se colocan unos electrodos adhesivos sobre la piel, en la región dolorosa, mediante los que se aplican corrientes (Robertson et al., 2006). Supuestamente, la aplicación de estas corrientes libera opioides endógenos sobre el sistema nervioso central.

La neuromodulación percutánea ecoguiada, que ha tenido un gran crecimiento en los últimos años. En ella se localiza el nervio con ecografía y a continuación se le aproxima una aguja de punción seca, mediante la cual se aplica una corriente eléctrica (Rodríguez-Martín, 2014). Con ella se obtiene una disminiución del dolor y una mejor funcionalidad de la unión neuromuscular.

Por otra parte, está la neuromodulación con electroterapia no invasiva del sistema nervioso central dentro de la neurofisiología, también llamada estimulación cerebral no invasiva (ECNI), que, aunque se conoce de antiguo, con el actual desarrollo tecnológico es la que está teniendo una mayor expansión y por ende una mayor publicidad digital. Su campo de actuación, como lo demuestra la literatura científica de los últimos diez años, es cada vez mayor, tanto en la investigación básica como en la práctica clínica o en la neurociencia cognitiva, y se aplica en trastornos psiquiátricos, neurológicos o conductuales (Clinical Neurophysiology, 2020). Así pues, hablamos de dos técnicas:

estimulación magnética transcraneal

La estimulación magnética transcraneal (EMT o TMS, en inglés transcraneal magnetic stimulation). Descrita por Barker en 1985, es la técnica de electroterapia que más se ha extendido en las últimas dos décadas. En el año 2008 la FDA aprobó su uso para el tratamiento de la depresión multirresistente, y posteriormente para el trastorno obsesivo convulsivo, el tabaquismo y la ansiedad. Se trata de un procedimiento no invasivo en el que, al paciente, sentado cómodamente en un sillón, se le aplica un impulso electromagnético sobre su cabeza, mediante una bobina, o sea, un hilo de cobre enrollado.

Tras atravesar el cráneo, el impulso se convierte en una corriente eléctrica, con capacidad para estimular o inhibir a grupos neuronales de la corteza cerebral, que forman parte de redes cerebrales más complejas (Pascual Leone, 2008). Aplicada con estímulos repetitivos es cuando se alcanzan beneficios terapéuticos. Las sesiones son de carácter ambulatorio y duran alrededor de media hora. No obstante, existen subtipos de EMTr en función del objetivo terapéutico deseado, por lo que las características técnicas, la duración y el número de sesiones variarán, así como el área cortical a estimular. Los efectos secundarios son escasos y leves, como cefalea tensional o parestesias en la zona estimulada. Su seguridad, pues no daña el tejido cerebral, permite que se aplique en un gran número de trastornos neurológicos y psiquiátricos con fines de investigación.

En cuanto a las contraindicaciones destacan ser epiléptico, portar marcapasos o dispositivos intracraneales implantables. En esencia, sus defensores abogan por la inocuidad y seguridad del tratamiento, mientras que sus detractores resaltan la gran variabilidad interindividual en la respuesta al mismo.

estimulación eléctrica por corriente continua

La estimulación eléctrica transcraneal por corriente continua (EET o tDCS, en inglés). Menos popular que la anterior, consiste en la aplicación de corrientes eléctricas de baja intensidad a través del cráneo, mediante un gorro que se coloca sobre el cuero cabelludo, con un ánodo y un cátodo. Tanto las características técnicas del estímulo como el área cerebral estimulada dependerán del objetivo terapéutico buscado. En esencia, modifica los umbrales de excitabilidad de las neuronas corticales diana, aumentándolos o disminuyéndolos. Es complementaria a la EMT, pero la evidencia científica que la apoya en la literatura es inferior.

Otras técnicas

Para rizar más el rizo, existen también otras técnicas anunciadas como neuromodulación ya famosas, fuera de la electroterapia. Es el caso, por ejemplo, del bótox en el tratamiento antienvejecimiento, en el cual, mediante una toxina se bloquea la acción de determinados músculos de la mímica que provocan las arrugas en la piel del rostro. Otro ejemplo, completamente distinto al anterior, es la técnica con ultrasonidos HIFU para el tratamiento del temblor esencial. Dentro de la electroterapia, también existen procedimientos invasivos con estimuladores implantables, que se utilizan en unidades del dolor hospitalarias.

En resumen, como hemos visto, el abanico de procedimientos terapéuticos bajo los que se usa el término neuromodulación es amplio. Gran parte de ellos usa la electricidad como medio de acción. Su utilidad está comprobada y más que aceptada por la comunidad científica internacional. No obstante, en su mayoría, son procedimientos coadyuvantes; o sea, que acompañan a otros, fundamentalmente farmacológicos, y no los sustituyen, aunque sí pueden disminuir su consumo. Así pues, es necesario tener precaución con el uso publicitario a menudo abusivo que de ellos se hace y que se colará en nuestras pantallas.

  • Dr. Pablo González Uriel, médico especialista en Neurofisiología Clínica

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