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15 de mayo de 2024

El granjero Rolf Rohrbach posa con una de sus vacas en el pueblo de Aarwangen, en el centro de Suiza

El granjero Rolf Rohrbach posa con una de sus vacas en el pueblo de Aarwangen, en el centro de SuizaAFP

Un pueblo de Suiza vota para decidir si siguen sonando los cencerros de las vacas

Unos vecinos presentaron una queja por el ruido de un rebaño que pastan por la noche en un campo aledaño a una zona residencial

En Suiza, las vacas que pastan con pintorescos cencerros colgados del cuello son como un símbolo, pero estas escenas tradicionales no son del gusto de todo el mundo y algunos critican el tintineo que hacen por la noche. En el pueblo de Aarwangen, en el centro de Suiza, se presentó este año una queja por el ruido de un rebaño de unas 15 vacas que pastan por la noche en un campo aledaño a una zona residencial.
Dos parejas, residentes en apartamentos alquilados, pidieron a las autoridades que intervinieran para obligar al dueño de los animales a retirarles el cencerro por la noche.
La reacción fue rápida, con abrumadoras demandas por una votación local para proteger el uso tradicional de estas campanas. «Mi primera reacción cuando escuché la queja fue de sorpresa», comentó a la AFP el alcalde de Aarwangen, Niklaus Lundsgaard-Hansen, que vive cerca del terreno en cuestión. «No sabía que las vacas hicieran tanto ruido, pero he sabido que pueden incomodar a algunas personas».
Más le sorprendió la respuesta masiva. Los solicitantes solo necesitaban el apoyo del 10 % de las personas elegibles para votar en el pueblo, de 4.800 personas, es decir unas 380 firmas, para someter el tema a votación en el famoso sistema suizo de democracia directa.
Sin embargo, 1.099 personas firmaron a favor de la «Iniciativa de la Campana», que busca preservar el derecho de usar cencerros a toda hora. «Eso es enorme», comentó Lundsgaard-Hansen. La iniciativa será presentada oficialmente a los votantes este lunes en una asamblea municipal, y, en principio, la votación se realizará en junio.
Antaño, los cencerros eran indispensables para seguir a los rebaños en los pastizales alpinos, pero su utilidad ha disminuido con el uso del GPS. Aún así, continúan siendo un símbolo de la idílica vida rural suiza. La semana pasada, los rituales de la ganadería alpina, que incluyen la conducción del ganado a los pastos de alta montaña durante el verano portando cencerros decorativos, fueron incluidos en la lista de Unesco de patrimonio cultural inmaterial.
Pero para los muchos urbanitas que buscan la paz y la tranquilidad del campo, a poca distancia de las ciudades, el folclórico encanto de los cencerros les parece excesivo.
Imagen aérea del pueblo de Aarwangen, en el centro de Suiza

Imagen aérea del pueblo de Aarwangen, en el centro de SuizaAFP

Tradición

En los últimos años han aumentado los reclamos por el ruido de los cencerros. También ha habido quejas porque, en algunas iglesias, las campanas redoblan cada 15 minutos, día y noche. La «Iniciativa de la Campana» también pretende proteger esto. Este tipo de críticas suelen generar intensas reacciones de defensa de las tradiciones suizas, un país donde los extranjeros son un cuarto de la población.
«Se trata de nuestra tradición», insiste a la AFP el neurólogo Andreas Baumann, responsable de la iniciativa. «¿Queremos preservar lo que crearon nuestros ancestros o queremos dejarlo en un museo?», se pregunta. Aarwangen, a orillas del río Aare y con montañas nevadas de fondo, tiene 19 fincas de ganado, según Lundsgaard-Hansen. Pero la aldea, a media hora en auto de Berna y a una hora de Zúrich o Basilea, «realmente no es una comunidad ganadera», añade.
Las parejas que se quejaron de los cencerros quizás no esperaban tal respuesta. Una de ellas prefirió retirar la queja y la otra ahora quiere irse del pueblo, según el alcalde. Al margen de la votación, el ganadero en cuestión podría tener que quitar los cencerros de noche si las autoridades determinan que superan los niveles aceptables de ruido. Se espera pronto una decisión judicial al respecto.
Rolf Rohrbach, un ganadero vecino, dice que ama esa tradición. «Me da esperanza», asegura Rohrbach, que dice disfrutar del tintineo por la noche. «Lo escucho cuando duermo», dice. «Sé que mis vacas están en casa».
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