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Toneladas de cañas arrastradas hasta la playa de Marianet, en Valencia

Toneladas de cañas arrastradas hasta la playa de Marianet, en ValenciaEFE

La problemática con la caña común, una especie invasora que termina con los bosques de río

Esta planta lleva años robando espacio a las especies autóctonas, por lo que los expertos insisten en su erradicación

Se trata de una de las especies invasoras más peligrosas, y está presente en España. Hablamos de Arundo donax, más conocida como caña común, habitual en humedales de aguas permanentes o estacionales. Aunque es originaria de Asia, ha colonizado ya el área mediterránea, el norte de África y varias zonas de América.

Según la UICN, se trata de una de las más peligrosas y nocivas plantas alóctonas invasoras a escala mundial, por lo que forma parte de la lista de las 100 peores especies biológicas invasoras del Grupo de Especialistas sobre Especies Invasoras (ISSG).

Esta planta lleva años robando espacio a las especies autóctonas en los bosques de ribera, por lo que los expertos insisten en su erradicación. Hace unas décadas, cuando llegaron a España, se utilizaban como material de construcción o agrícola, un motivo que contribuyó a su extensión. Ahora, su avance es ya imparable, estando muy extendida en todo el arco mediterráneo y el sur peninsular.

Entre sus impactos sobre el medio natural, el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) destaca el desplazamiento de la vegetación riparia nativa, que puede llegar incluso a ser sustituida prácticamente en su totalidad. Esto provoca un empobrecimiento del hábitat para la fauna terrestre asociada. Disminuye la capacidad de desagüe de ríos y canales al taponar y reducir los cauces con sus sedimentos. Por la gran biomasa que produce es un factor de riesgo de cara a los incendios. Debido a su intensa transpiración, reduce los recursos hídricos en zonas áridas donde los humedales escasean.

Peligro con las avenidas

La caña se ha extendido a lo largo de miles de kilómetros de cauces fluviales. Durante las avenidas de agua, la parte aérea de la planta suele desprenderse, mientras que el rizoma permanece enterrado. Esta planta, que puede alcanzar hasta seis metros de altura, forma densos cañaverales que consumen grandes cantidades de agua y ofrecen escaso valor ecológico. Durante las crecidas, sus tallos pueden ser arrastrados, generando obstrucciones en infraestructuras hidráulicas y elevando el riesgo de desbordamientos.

Sin embargo, el verdadero problema de esta especie invasora radica en que ha desplazado a los bosques de ribera, eliminando con ello numerosos beneficios ecosistémicos que estos proporcionaban, como la regulación del caudal, el mantenimiento de la biodiversidad o la mejora de la calidad del agua.

A diferencia de las cañas, la vegetación autóctona, especialmente en barrancos que permanecen secos gran parte del año, está adaptada a las crecidas. Estas especies nativas resisten el arrastre, frenan la velocidad del agua y retienen gran cantidad de materiales arrastrados desde aguas arriba, lo que contribuye a reducir el riesgo de inundaciones.

Acciones contra la caña

Para combatir su proliferación, se han implementado diversas estrategias. Una de las más innovadoras es la solarización, que consiste en cubrir el suelo con plásticos negros que, al alcanzar temperaturas de hasta 70 grados, eliminan los rizomas de la planta. Este método ha sido aplicado con éxito en el río de La Torre de Jijona (Alicante), con el objetivo de restaurar el bosque de ribera autóctono.

Según el Miteco, los diferentes planes deben priorizar la recuperación de la vegetación autóctona, reintroduciendo no solo especies dominantes, como Fraxinus, Populus o Salix, sino también plantas secundarias clave para el refugio y la alimentación de la fauna. En el contexto español, la opción más prudente sería desarrollar estrategias orientadas primero a la recuperación del bosque de ribera autóctono, antes de aplicar medidas drásticas contra Arundo donax. Para ello, es imprescindible que las administraciones tomen conciencia del valor ecológico de los ecosistemas fluviales y humedales, y se comprometan seriamente con su restauración y conservación.

En la Comunidad Valenciana, el proyecto «Desencanyar» ha destinado 16 millones de euros para erradicar la caña en más de 110 kilómetros de ríos, beneficiando a 56 municipios y a cerca de 1,5 millones de habitantes. Esto no evitó que, con la dana del pasado mes de octubre, la riada arrastrase multitud de cañas hasta terminar en el mar, así como dispersas en el terreno.

Asimismo, en la Región de Murcia, se han invertido 12 millones de euros para recuperar el bosque de ribera del río Segura, donde la caña ha desplazado a especies nativas y aumentado el riesgo de incendios e inundaciones.

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