
Proyecto de la ciudad Oceanix
Oceanix, la ciudad flotante con la que Corea del Sur quiere ganar terreno al mar
Ubicada frente a la costa de la ciudad surcoreana de Busán, está conformada por barrios interconectados que, en conjunto, ocupan 6,3 hectáreas
El progresivo aumento del nivel del mar como consecuencia del derretimiento de los polos es algo que preocupa a algunos países que se podrían ver muy afectados por este suceso. De hecho, según Naciones Unidas, el avance imparable del nivel del mar ya impacta a dos de cada cinco personas en el mundo que viven a menos de 100 kilómetros de la costa. Por ese motivo, proliferan las soluciones a esta posible catástrofe, como por ejemplo el caso de Oceanix City.
Se trata de un modelo de ciudad flotante y autosuficiente que presentó la Organización de Naciones Unidas (ONU) hace unos años y que tiene previsto iniciar su construcción a lo largo de este año 2025 en Corea del Sur. Consiste en una ciudad flotante y autosuficiente de 10.000 habitantes construida a partir de islas hexagonales ancladas al fondo del océano.
La ciudad ha sido concebida para resistir condiciones climáticas extremas, con la capacidad de generar su propia energía y alimentos, gestionar de forma autónoma el agua y el tratamiento de residuos. Su diseño modular permite un crecimiento y evolución progresivos a lo largo del tiempo. Además, está pensada como un posible refugio para personas desplazadas en alta mar a causa de desastres naturales o la escasez de viviendas asequibles.
De hecho, Oceanix asegura que la utilización de materiales de bajo coste permitirá mantener la asequibilidad de las viviendas, sin comprometer su funcionalidad. Estas construcciones estarán diseñadas para facilitar tanto la vida personal como el trabajo, y contarán con una estructura resiliente capaz de soportar huracanes, inundaciones y tsunamis de hasta categoría 5.

La ciudad tendrá capacidad para acoger a hasta 10.000 personas
La ciudad flotante está diseñada para adaptarse a los desafíos climáticos y el crecimiento urbano, se perfila como un modelo pionero de sostenibilidad. Ubicada frente a la costa de la ciudad surcoreana de Busán, está conformada por barrios interconectados que, en conjunto, ocupan 6,3 hectáreas. Cada barrio responde a una función específica –residencial, científica o de alojamiento– y cuenta con entre 30.000 y 40.000 metros cuadrados destinados a usos mixtos, como comercio, cultura o servicios.
Las plataformas flotantes están unidas a tierra firme mediante puentes que enmarcan la protegida Laguna Azul, un núcleo recreativo compuesto por centros flotantes dedicados al arte, el ocio y los espectáculos. La arquitectura de los edificios, de baja altura y líneas suaves, incorpora terrazas que fomentan la interacción entre interior y exterior, revitalizando la red de espacios públicos y promoviendo un estilo de vida comunitario, sostenible y activo.
Una ciudad adaptable y autosuficiente
Oceanix Busan no solo se caracteriza por su diseño modular y estético, sino también por su capacidad de transformación. A partir de tres plataformas iniciales, el proyecto tiene el potencial de crecer orgánicamente hasta más de 20 plataformas flotantes, acompañadas por decenas de módulos productivos que integran tecnologías limpias como paneles solares y sistemas de cultivo en invernaderos. Estos elementos pueden expandirse o replegarse en función de las necesidades de la ciudad y de su población.
La autosuficiencia es uno de los pilares del proyecto. Los seis sistemas integrados –residuos cero, gestión circular del agua, producción de alimentos, energía neta cero, movilidad sostenible y regeneración del hábitat marino– permitirán que la ciudad flote sin dejar huella. Cada plataforma generará el 100 % de su energía operativa mediante paneles solares instalados tanto en techos como sobre el mar. Además, tratará y reutilizará su propia agua, reducirá y reciclará recursos y fomentará la agricultura urbana como base para su seguridad alimentaria.
Asimismo, el estudio de arquitectura BIG ha colaborado con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y varias firmas de ingeniería naval para garantizar que las plataformas flotantes sean capaces de resistir no solo el impacto de las olas, sino también los fuertes vientos y huracanes que puedan azotar la región. Además de su resistencia, estas estructuras destacan por su capacidad para fomentar la biodiversidad marina en las zonas donde se instalan, al ofrecer hábitats propicios para especies como ostras y mejillones. «Este tipo de plataforma flotante atrae vida al océano y contribuye a la restauración del ecosistema», subrayan sus creadores.