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Imagen del iceberg A-23A el 3 de mayo

REMITIDA / HANDOUT por NASA EARTH OBSERVATORY
Fotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma
07/5/2025

Imagen del iceberg A-23A el 3 de mayoNASA

El iceberg más grande del mundo se queda atascado mientras se deshace

Este desprendimiento ha generado una gran cantidad de fragmentos que flotan alrededor del iceberg principal, configurando una escena que recuerda a un cielo nocturno estrellado

El mayor iceberg del planeta, conocido como A-23A, permanece encallado desde hace meses cerca de la isla Georgia del Sur, en una región del Océano Atlántico Sur caracterizada por sus aguas someras y su capacidad para atrapar gigantescos bloques de hielo procedentes de la Antártida. Sin embargo, pese a su aparente inmovilidad, el coloso de hielo está experimentando un deterioro progresivo debido al embate de las olas y al calor del reciente verano austral.

La imagen más reciente del A-23A fue capturada el 3 de mayo de 2025 por el espectrorradiómetro MODIS, a bordo del satélite Aqua de la NASA. Según detalló la agencia estadounidense, el iceberg se encuentra a menos de 100 kilómetros de la isla Georgia del Sur, un remoto territorio británico situado al noreste de la Península Antártica y bastante alejado del extremo austral del continente sudamericano.

Todo apunta a que la parte inferior del A-23A se halla atrapada en una plataforma submarina poco profunda que rodea Georgia del Sur, una zona que ha frenado en numerosas ocasiones la deriva de grandes icebergs procedentes del continente helado hacia el Atlántico sur. De acuerdo con las observaciones por satélite, el gigantesco bloque de hielo no ha mostrado desplazamientos significativos desde comienzos de marzo de este año.

Una pérdida equivalente al doble de Washington

Durante ese periodo de estancamiento, el iceberg ha sufrido una importante merma en su superficie. Según los registros del Centro Nacional de Hielo de Estados Unidos (USNIC), entre el 6 de marzo y el 3 de mayo, el A-23A perdió más de 360 kilómetros cuadrados de hielo, lo que equivale aproximadamente al doble del área metropolitana de Washington D.C.

Este desprendimiento ha generado una gran cantidad de fragmentos que flotan alrededor del iceberg principal, configurando una escena que recuerda a un cielo nocturno estrellado. Aunque muchos de estos trozos parecen pequeños desde el espacio, varios de ellos superan el kilómetro de diámetro y suponen un peligro potencial para la navegación. Uno de estos fragmentos, denominado A-23C, fue bautizado oficialmente tras separarse del flanco sur del iceberg a mediados de abril.

El proceso de degradación no es nuevo. A lo largo de su desplazamiento, y en particular durante su paso por el Pasaje de Drake en 2024, el A-23A ya experimentó desprendimientos. Sin embargo, los científicos advierten ahora señales de un deterioro más acelerado. Uno de los síntomas más evidentes es la acumulación de restos helados en su lado norte, que indican un proceso conocido como «desgaste del borde». Este fenómeno se ha visto intensificado por varios días consecutivos de clima cálido y soleado, que han afectado la estabilidad del iceberg.

Este tipo de desgaste –uno de los tres mecanismos identificados en la desintegración de icebergs– se caracteriza por la pérdida de pequeños fragmentos desde distintos puntos del borde del témpano, lo que reduce su tamaño sin alterar demasiado su forma. No obstante, existen otros procesos más bruscos, como la fractura en bloques grandes o la desintegración total, y el destino del A-23A aún es incierto.

Rumbo a un final inevitable

Desde su desprendimiento de la plataforma de hielo Filchner, en 1986, el A-23A ha recorrido una ruta habitual entre los gigantes antárticos. Más del 90 % de los icebergs del continente siguen un camino similar: se incorporan al giro de Weddell, que fluye en sentido horario frente a la Antártida Oriental, avanzan hacia el norte bordeando la Península Antártica y, finalmente, cruzan el Pasaje de Drake para adentrarse en las aguas más cálidas del Atlántico Sur. Allí, invariablemente, terminan derritiéndose. El A-23A, aunque aún inmóvil, parece haber entrado en su fase final.

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