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David Cronenberg, en el Festival de Cannes

David Cronenberg, en el Festival de CannesGTRES

Festival de Cannes  David Cronenberg y Park Chan-Wook, dos maestros en apuros

Los dos realizadores presentan dos películas que no están a la altura de su producción anterior

Dos maestros del cine, el canadiense David Cronenberg y el surcoreano Park Chan-wook, en el culmen de sus carreras pero con una importante interrupción de ocho y seis años, respectivamente, vuelven al cine el mismo día del festival de Cannes pero con filmes que no están a la altura de su obra anterior.

Cada uno se ha permitido obedecer a sus peores instintos. Cronenberg en Crimes of the Future con ese gusto de repeler al espectador tan presente en Dead Ringer como máximo ejemplo, y Park con Heojil kyolshim, aquí traducido como Decisión a abandonar, concediéndose un puro ejercicio de estilo en detrimento de la credibilidad de la historia.

A sus 79 años, Cronenberg, ausente de la pantalla grande desde 2014 con Maps of the Heart, firma un largometraje que es casi un compendio de su obra pero llenándolo de descripciones anatómicas y de reflexiones filosóficas que hacen pesada la digestión.

Estamos en un futuro impreciso donde el cuerpo humano con vacunas, transplantes y operaciones quirúrgicas, ha aprendido a transformarse por sí mismo y el mayor ejemplo lo da un performer (un Viggo Mortensen siempre encapuchado de monje negro) que con su ayudante (Léa Seydoux) hace espectáculos, mostrando al público los nuevos órganos a los que va tatuando a medida que aparecen para poder distinguirlos posteriormente.

Este transformismo orgánico se va extendiendo de tal manera en el mundo que obliga a crear una oficina de registro de los nuevos órganos, regenteado por Kristen Stewart.

La moraleja de la historia podría ser la de un moderno Frankenstein, donde si se sigue modificando sin freno a la naturaleza para nuestros propios fines, terminaremos por crear un monstruo que acabará con nosotros.

Los admiradores de Cronenberg se divertirán descubriendo rastros de las precedentes películas del canadiense pero los que no han comulgado con él o están de ayunas de su obra, no apreciarán el resultado final.

Park Chan-wook es de una generación más joven de Cronenberg. Nació en 1963 y también es un habitual del Festival de Cannes, que lo galardonó con el Gran Premio del Jurado en 2003 por Old Boy, con el que creó el subgénero de la venganza renovando el cine policial asiático.

Con su último filme, Park pretende unir la rutina de un policial investigativo con un melodrama protagonizado por un policía que se enamora de la culpable de un crimen pero que está siempre entre la pasión y el deber.

Todo el filme, con sucesivos finales, se extiende por dos horas y 18 minutos con múltiples recursos a las split y reverse screen (división y reflejo de la pantalla) y, embelesado creando espacios simultáneos y superpuestos, se olvida de la trama, sacando del sombrero soluciones inverosímiles que exigen del espectador la tradicional suspensión de incredulidad.

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