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Clint Eastwood en la serie Rawhide, en los inicios de su carrera

Clint Eastwood en la serie Rawhide, en los inicios de su carreraGTRES

Cine

Qué es la 'regla Eastwood', la norma que se aplica en Hollywood por culpa del reconocido director

Los duelos no siempre se libran con pistolas. A veces, el arma es una silla de director. Y en 1976, Clint Eastwood fue quien desenfundó primero

Todo empezó durante el rodaje de El fuera de la ley, un western que hoy es de culto, pero que en su momento estuvo a punto de acabar como una tragedia de egos. La historia seguía a un granjero sureño que, tras ver cómo asesinan a su familia en plena Guerra Civil, se convierte en un fugitivo que busca venganza mientras el país intenta recomponerse. Una mezcla de drama, polvo, pólvora y redención que encajaba a la perfección con el tipo de cine que su protagonista amaba hacer.

El actor no solo era la cara del proyecto: también había puesto dinero de su propio bolsillo para comprar los derechos del libro en el que se basaba la película. Estaba tan implicado que prácticamente vivía y respiraba cada escena. Warner Bros., sin embargo, quiso cubrirse las espaldas y contrató al director Philip Kaufman, un cineasta de renombre, con ideas muy propias y un carácter tan fuerte como el del propio protagonista. Mala combinación.

Desde la primera semana, saltaron chispas. Kaufman quería una película más reflexiva, más fiel al contexto histórico, con aire de autor. Clint, en cambio, apostaba por la acción, el ritmo y el espíritu del western clásico, de esos que huelen a polvo y justicia. Dos vaqueros con ego de protagonista en el mismo set… y ya se sabe: tarde o temprano, uno acaba cayendo del caballo.

La situación se enredó aún más cuando el intérprete insistió en contratar a Sondra Locke como actriz principal –una decisión que el director no aprobaba–. Dicen que el ambiente podía cortarse con un cuchillo. Y entonces, un día, el hombre del cigarro y la mirada de acero hizo lo que pocos se atreverían: despidió al director y se colocó él mismo detrás de la cámara. Así, sin rodeos.

El terremoto fue inmediato. En los despachos de Warner Bros. no sabían si aplaudir por salvar la película o esconderse debajo de la mesa. En Hollywood, donde los egos pesan más que los Oscar, aquel movimiento fue visto como una auténtica provocación. El Sindicato de Directores de Estados Unidos (DGA) no tardó en intervenir: multó al estudio con 60.000 dólares y, de paso, redactó una nueva norma que aún sigue vigente, conocida desde entonces como la «Regla Eastwood».

El fuera de la ley (1976)

Clint Eastwood, en un fotograma de El fuera de la ley (1976)

¿Y qué dice exactamente esa norma? Muy sencillo: ningún actor o productor puede despedir a un director y quedarse con su trabajo. Es decir, si te peleas con el jefe, no puedes ocupar su silla. Su propósito era proteger la figura del director y evitar que un rodaje se convirtiera en un duelo de poder entre estrellas y creadores.

Curiosamente, la historia tuvo final feliz para todos. El fuera de la ley se estrenó con gran éxito y acabó consolidando a su protagonista (ahora también director) como uno de los grandes talentos de su generación. Kaufman, por su parte, siguió su camino y más tarde firmó joyas como En busca del arca perdida (coescrita junto a George Lucas) o La insoportable levedad del ser, demostrando que también sabía cabalgar solo.

Hoy, a sus 95, Eastwood, el viejo pistolero sigue activo, rodando, produciendo y desafiando el paso del tiempo. Ha dirigido más de 40 películas, ganado cuatro premios Oscar (dos por Sin perdón y dos por Million Dollar Baby) y se ha convertido en una leyenda más allá del sombrero y el revólver.

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