
El poeta Miki Naranja
Homenaje a Miki Naranja, «el poeta de lo cotidiano»
Miguel Ángel Herranz, autor de «Lírica de lo cotidiano» y «Aquí estuvo Kilroy», falleció hace hoy un año. Amigos, escritores y poetas recuerdan a quien tanto hizo por la cultura y la poesía contemporánea
Miki citaba a menudo un poema de Miguel D'Ors que se ha convertido en una elegía de todos los que le recordamos: «Se fue, pero qué manera de quedarse». El poeta falleció el 6 de noviembre de 2020, dejando un reguero de letras, relaciones, emociones y recuerdos. Pero no sigue viva solo su memoria, sino todo lo que era y no ha dejado de ser.
Miguel Ángel Herranz, de nombre artístico Miki Naranja, encontró en las redes sociales su lugar favorito para exponer sus obras, donde adquirió gran popularidad, sumando más de 81.000 seguidores en Instagram. A través de esta plataforma, sus breves pareados inicialmente y sus poemas después adquirieron notoriedad, permitiéndole materializar su propósito de editar sus propios escritos. Llegó a conformar una comunidad con la que compartir experiencias y reflexiones, y publicó a lo largo de su vida cuatro libros de poesía: Palabras de perdiz, Lírica de lo cotidiano, Érase una pez y Aquí estuvo Kilroy.
Se han escrito muchas cosas sobre este gran poeta, este gran observador de lo cotidiano, de la belleza de lo sencillo y la grandeza de lo humano. Hoy son sus amigos y sus colegas poetas quienes lo recuerdan.

El poeta Miki Naranja, fotografiado por su padre
Una huella imborrable
Lucía Benavente, esposa, escritora, ilustradora, diseñadora y empresaria:
«Querido Miki:
Llevo una semana intentando escribir un discurso. Pero no puedo. Han abierto un centro cultural en Simancas que lleva tu nombre y va a haber uno de esos actos que a ti te ponían nervioso porque te daba vergüenza y no sabías dónde meterte.
Tenía que escribir un discurso pero no puedo, y ya sé por qué: es como si tuviera que escribir sobre alguien que no existe o un desconocido de esos que murieron hace mil millones de años. Y para mí, tú sigues aquí, como siempre. Cuidando de mí y de los niños, escribiendo tus poemas y, si cierro los ojos, casi hasta puedo oler el humo de tus cigarros a escondidas.
Un centro cultural a tu nombre. Sé que alucinas con lo que se ha montado y hasta crees que no te lo mereces, pero te lo dije desde el principio: tienes un gran talento y es tu obligación compartirlo con el mundo. La gente que tiene el don de ver la belleza ha de enseñársela al resto. Tú no te lo creías mucho, pero te fiaste, un poquito, de mí. Y así, nos has ido mostrando a todos esa manera de mirar, esa belleza escondida en los días más triviales, esa lírica tuya de lo cotidiano. Y es precisamente eso a lo que me agarro –nos agarramos– para seguir por aquí.
Le decías a Miguel, nuestro mayor, que no lo olvidara nunca, que su avión de papel tenía más de avión que de papel. Me acuerdo de ello cuando la vida se me hace difícil. A veces porque no entiendo, otras porque me dan pena los niños, tan pequeños, otras porque no puedo sola y creo que es demasiado para mí…
Pero no lo es. Me dejaste lo más bonito de mi vida: ellos. No llegan al metro y medio, pero con su amor infinito van curando toda la tristeza infinita que cada uno llevamos a nuestra manera.
Y, ¿sabes? He descubierto que, en medio de la tristeza, se puede ser muy feliz. Que la poesía aflora allá donde menos te lo esperas, y que los aviones, aunque sean de papel, vuelan a veces tan alto que parecen llegar al cielo. De hecho, habrás visto ya unos cuantos: los niños te escriben cartas y dibujan superhéroes y corazones, los doblan como les enseñaste y construyen verdaderos reactores para que te lleguen hasta allí. Gracias por enseñarles a volar.
Fue en Simancas donde aprendiste a amar a los pájaros (de hecho creo que no hay un solo árbol al que no hayas trepado para intentar alcanzarlos y estoy convencida de que a tu madre aún le dura el susto por las tortas que te diste). Y justamente aquí, hoy se inaugura este centro cultural que lleva tu nombre. No te preocupes, que ya les damos nosotros las gracias de tu parte. Por apreciar tu poesía, tus letras y el legado que dejaste. Por cuidarlo y mostrarlo a los demás. Al fin y al cabo, la gente que tiene el don de ver la belleza, ha de enseñársela al resto. De eso se trataba, ¿recuerdas?
Decías en uno de esos versos cortos tuyos que solo aprende quien admira. Y por eso estamos hoy aquí. Gracias por enseñarnos a volar a todos.»

Ilustración de Lucía Be sobre texto de Miki Naranja
Enrique García-Máiquez, poeta, escritor y periodista:
«Yo tenía que haber conocido a Miki Naranja. Por afinidades literarias, amigos comunes, maestros compartidos, recuerdos navarros y simpatía latente. Me queda de él, sin embargo, lo mismo que a tantos lectores que fueron y que serán: la emoción palpitante de unos versos muy plenos. ¿Cómo olvidar el poema de amor que arranca: 'Me proclamas, me bien dices, / me azoteas…?' ¡Cómo se nos acelera el pulso cuando se relee!
Me dedicó un haiku en el que habla del pequeño consuelo –un gorrión– que se posa en el alféizar de una ventana. Ese mínimo consuelo era el sueño de mi poesía y él supo verlo. Y como aquí lo vemos todo como en un espejo, ahora el consolado por ese poema, posado en mi ventana, soy yo. La poesía no es clásica o vanguardista, ni grande ni pequeña, ni célebre o solitaria: es inmortal o nada, y la de Miguel Ángel Herranz lo era, lo es.»
Christina Linares, editora de Renacimiento, editorial de Miki Naranja:
«Apostamos por él publicando primero Lírica de lo cotidiano y luego Aquí estuvo Kilroy (en tiempo récord pues queríamos que él lo llegara a tener entre su manos). Apostamos por Miki porque yo ya lo conocía, había leído lo que escribía y me gustó mucho; además, Miki compartía en redes sociales poemas de poetas a los que admiraba, poetas a los que yo publico. Su cuenta estaba llena de poesía, propia y ajena, de admiración y de amor y ese acto de generosidad era inmenso y único. Kilroy es eso, un homenaje a sus pares, reflexiones sobre creación literaria llena de respeto y talento. Acostumbrados a esta era del selfie y del autobombo, Miki no era así. Gracias a él la poesía inundó las redes sociales, con sus reflexiones y sus poemas añadía de regalo al mundo dar a conocer la poesía de autores con, tal vez menor, presencia en redes que la suya como Miguel d'Ors o José Mateos entre muchos otros y por este acto altruista de regalo al mundo le estaremos siempre en deuda.»
Carlos Izquierdo, poeta:
«Miguel Ángel Herranz era un poeta. Un ser proteico que metabolizaba en poesía todo cuanto veía, vivía, tocaba, pensaba. Era, también, mi amigo. Pero la amistad llegó después de la admiración, por lo que creo que puedo hablar de su obra con credibilidad. Su interés por la vida era absoluto, y su curiosidad infinita, algo que enriquecía enormemente los versos de un poeta extraordinario que acometió como proyecto literario y humano extraer la lírica de lo cotidiano y que, por ese motivo, arrastró tras de sí a miles de lectores entusiastas en un fenómeno que alcanzó algo distinto a lo habitual: crear una red de amistad invisible, pero auténtica, entre quienes le leíamos, que ahora nos sentimos parte de una comunidad vinculada por el afecto. En la poesía española contemporánea ha supuesto, junto con otros autores, como por ejemplo Jesús Montiel o José Mateos, la apuesta por la trascendencia de lo sencillo, de lo cotidiano, la apuesta radical por la belleza, una sostenida acción de gracias por todo y por todos. Y hemos de decir que, en su cotidianidad, convivió con grandes angustias y sufrimientos. Por eso sus poemas, de una honda y conmovedora emoción, conforman una obra que, si merece un adjetivo, es el de luminosa y de la que, tras sumergirnos en ella, emergemos mejores, más felices, más agradecidos por lo que somos y por lo que nos rodea. Escribo estas líneas sobre la mesa del Café en el que algunas veces nos sentamos juntos a trabajar nuestros textos, buscando la palabra adecuada, el recurso perfecto, con exigencia el uno para el otro. Porque se exigía mucho para alcanzar la sencillez. Nada, ni siquiera su obra, consuela de la ausencia del amigo, del esposo, del hijo, del hermano, del padre que incorporó a sus poemas la brillantez y la genialidad de sus hijos, convirtiéndolos en coautores suyos. Pero el lector no ha perdido nada, y sé que en el futuro crecerá el aprecio y la difusión de su obra, para nuestro propio bien y el de las letras. Ya muy enfermo, publicó en las redes sociales una fotografía de la ventana del hospital en el que estaba ingresado, tomada desde su cama. Una lectora comentó lo triste que le parecía esa imagen, con lógica compasión. Le respondió (siempre respondía): “A mí no me parece triste. Yo veo una hermosa luz atravesarla”. Y la luz, en realidad, era él.»
Guillermo Gómez-Ferrer, profesor en la Universidad Católica de Valencia y escritor:
«Llegué a Miki tarde, casi al final, gracias a Instagram y amigos comunes. Pero fue una relación preciosa e intensa. Miki fue increíblemente generoso conmigo. Me ayudó con un libro de poemas que estaba terminando y me enseñó a mirar la poesía con verdadera pasión. Yo creo que Miki ha sido el gran divulgador de la poesía en España en este siglo XXI. Gracias a él se abrieron puertas para un público mayoritario a autores que no hubieran tenido el eco que han conseguido posteriormente. Y no me refiero a poetas de moda, sino buenos creadores que requieren una madurez en el lector. La última vez que le vi personalmente, estando ya en el hospital, todavía seguía hablando del trabajo de otros. Pero es que, además, su mérito no estuvo sólo en eso, sino que supo elevar lo cotidiano de categoría. Y eso permitió a muchos descubrir que en lo sencillo se encierra el misterio de la vida. Su "acabándose, todo empieza" es tremendamente verdadero. Porque su eco se hace fecundo. Y permite generar nuevas cosas. Estoy convencido de que esto es así en muchas personas que han crecido humanamente gracias a él.»
Antonio Praena, teólogo y poeta:
«No conocí personalmente a Miguel Ángel Herranz. Su obra llegó a mis manos a través de su amigo Carlos Izquierdo, y, desde entonces, está sobre mi mesa como un faro que ilumina la tormenta de papeles y libros que nos rodea.
La limpieza de corazón de Miki Naranja es testimoniada por tantos como lo conocieron. Su entera misericordia se transparenta en cada página o fotograma de su existencia y publicación en redes sociales. Por ello quiero situarme en un plano literario y señalar que no sólo la persona de Miki es un regalo de la gracia divina, sino también su obra.
A veces pensamos que la poesía es un asunto de palabras. Que un escritor maravilloso en lo personal no tiene por qué serlo en lo literario y que, igualmente, seres maravillosos en lo literario no lo fueron en lo personal.
Pero la aportación de Miki a la literatura de este siglo XXI estriba precisamente aquí y por ello es insólita y permanecerá. La poesía es el lugar donde contenido y forma obran el milagro de ser una única cosa, una encarnación indisoluble mediante la que aquello que se dice opera el milagro de la forma en que se dice. Donde belleza interior es belleza externa y formal; donde bondad resplandece como verdad.
Y esto nos permite avanzar más allá en la consideración de la misma naturaleza de lo que es poema: poema es acto de comunicación en los límites de la experiencia, la vida y el lenguaje.
Por ello a veces surge el milagro mediante el cual la máxima intensidad expresiva y hermosa del poema lo que en realidad está haciendo es abrir para nosotros la máxima intensidad de un ser humano poeta todo él abierto al lector, todo él abierto al Misterio, todo él revelación, fuente de sabiduría, eucaristía que nos alimenta y nos transubstancia.
Miki Naranja no es sólo presencia del amor de Dios entre nosotros, sino autor y poeta en mayúsculas. Milagro que convierte la historia de la salvación en historia de la poesía».
Grela Bravo, escritora y poeta:
«Miki escribió el prólogo de uno de mis libros y en los agradecimientos le dediqué estas palabras que me gustaría recuperar: "A Miki, por ser el silencio más cargado de belleza que he conocido".
Creo que la poesía le dio mucho a Miki; para él era un lugar seguro desde el que proyectarse y reconocer la vida. Pero él le devolvió humildad. Y regaló a los lectores esa perspectiva de la belleza en lo cotidiano, en las cosas pequeñas que su lírica hacía grande. Fue el mentor, el interruptor, para que muchos se acercaran por primera vez a ella, y se quedaran. Miki tiene esa capacidad de invitar y abrazar. Con las letras y con las personas. Es imposible separar al poeta del hombre. Él personificaba ambas condiciones con una naturalidad y sencillez que se volvía fácil leerle, quererle. Irremediablemente. Siempre.»
Víktor Gómez Ferrer, poeta y editor:
«Conocí a Miki cuando la enfermedad todavía era un agente invisible e invasivo, por dentro cuerpo y su mente. De su rostro manaba una luz cálida que transmitía bondad e inteligencia por igual. Inmediatamente sentí afinidad involuntaria y complicidad sentiente. Me propuso leyera y en caso de que me gustase, le prologara un libro. Fue un regalo, la lectura, las conversaciones, el día que lo presentamos en València. Supe poco a poco de la gravedad de su enfermedad. Más que por él, que era sumamente discreto, y nada «protagonista1», por gente que le amaba, como el poeta Carlos Izquierdo. Fui testigo en la distancia de el periplo final, tormentoso, violento, dignísimamente sobrellevado. Para mí, recordar a Miki, tenerle presente, releerle y rememorarle cuando estoy con amigos comunes o personas que no le conocieron es seguir su legado: una apuesta apasionada y leal, amorosa y vitalista por la vida buena, por la salud de los vínculos y los vínculos constructivos, solidarios, fraternos. Su sensibilidad y su naturaleza tan alegre, signo de su profunda y fecunda fe cristiana, son una inspiración que lejos de agotarse, me acompaña y alienta, especialmente en días difíciles o trances indeseados.
Miki era un poeta de la acción, su ser y su palabra eran sinónimos de su existencia compasiva, extra lúcida y insurrecta en un mundo tan violentado, desquiciado y contrario a lo sagrado de un es la vida ajena y propia, no humana y humana.»
Luis Ruiz del Árbol (Fromthetree), abogado e ilustrador:
«Miguel era un gran conector, un discreto pero eficaz generador de relaciones, que entraba sin medirlo a pecho descubierto al trapo de cualquier propuesta que considerara que tuviera algo, por ínfimo que fuera, de valor. Y lo devolvía multiplicado con creces. Esa capacidad de asombro y agradecimiento, que la vehiculaba a través de la explicitación de sus fuentes de inspiración, en las que insertaba sus poemas como si fueran simples anotaciones al margen, es fuente de cultura y la verdadera clave de bóveda de la revitalización de una tradición creativa, no reactiva.
¡Cuántos libros de otros autores habrá logrado “vender” Miguel! ¡Cuántos nuevos lectores habrá ganado para la poesía y la “alta cultura”! ¡A cuánta gente habrá acercado al arte a través de una pedagogía del ejemplo cotidiano tan sencilla como eficaz! ¡A cuántos habrá ayudado a comprenderse un poco mejor, a poner voz a sus sentimientos, a reavivar el deseo de recuperar la verdadera estatura de su humanidad, o acompañado en situaciones de dolor o soledad! Porque Miguel tenía clarísimo que su arte, su talento, estaba al servicio de los demás, de todos. Su don para (re)generar cultura, que nunca escatimó ni ahorró para sí ni para los “suyos” (Miki no tenía “suyos”), es absolutamente contracultural. ¿Cuántos escritores o artistas emplean un solo segundo de su tiempo en hablar de otros colegas, fuera de las dinámicas de poder, adscripción ideológica o poder?».
Lupe de la Vallina, fotógrafa y artista:
«Cuando conocí a Miki a través de Instagram, le pregunté de dónde había salido. Él no entendía la pregunta, pero lo que quería decir era que no tenía sentido que no fuéramos ya amigos, que no hubiéramos sido amigos toda la vida. De dónde has salido. Dónde has estado todo este tiempo.
Tras conocerle en persona por fin, junto a Lucía, me dijeron que estaba muy enfermo. Pero no era verdad, teníais que verlo. Era todo vida y fuerza, todo belleza y fraternidad. Era ridículo pensar que pudiera pasarle algo malo. Incluso junto a su cama del hospital era imposible pensar que Miki pudiera estar enfermo.
Fue generoso el tiempo que tuvimos para ser amigos. Me dio consejos para escribir, me dio a una hermana, me dio una amistad a cuatro en la que nos jugábamos la vida entera en cada cena.
Miki hablaba menos de lo que esperaba y cantaba más de lo que imaginaba. Te recuerdo Amanda sonaba mucho en la sobremesa, de noche, con la cocina apestada de tabaco. La vida es eterna en cinco minutos, por eso, Miki, durante esos meses tú y yo hemos sido amigos toda la vida.»
Ben Clark, poeta y traductor:
«Un año antes de dejarnos, le había propuesto a Miki un proyecto conjunto para el que no se me ocurría nadie mejor: quería que escribiéramos los dos un libro sobre la relación de la poesía con las redes sociales, una suerte de larga conversación sobre cómo ofrecer poemas en las redes sin renunciar a la calidad literaria. Nuestra conversación particular no pudo arrancar, pero Miki ya llevaba mucho tiempo demostrando que la teoría que planteaba nuestro libro invisible tenía sentido. Supo aunar el trabajo de un creador con muchas lecturas con la difusión y lo que yo llamo el poema social. Sus poemas sociales representan una tercera vía necesaria, creo, en estos momentos: un punto intermedio entre la alta literatura y la cultura de masas. La muerte nos ha quitado a un amigo, a un hermoso ser humano, pero también nos ha quitado a un poeta que supo hacer lo que sigue pareciendo casi imposible: combinar literatura y redes sociales.»
Daniela G. Tabares, escritora:
«De Miki y su poesía aprendí, en esencia, dos cosas: la primera, que hay que ser lector antes que cualquier otra cosa. No solo lector de libros. Miguel nos instaba a leerlo todo: el milagro de estar vivo no escapa de ningún resquicio. Leer el aleteo de las aves como se leen las páginas de Zambrano, con una consciencia tácita de estar asistiendo a algo mayor. A un empuje hacia algo más grande que nosotros mismos. La segunda, que hagas lo que hagas, digas lo que digas, hazlo siempre buscando el bien común. El encuentro en el desacuerdo, la evolución en la discordancia. La poesía de Miguel es y será siempre lugar de recogimiento. Ahí caemos todos los que, al cabo del día, con una sensación de fracaso y quizá algo de desesperanza, nos dejamos mecer por los versos herranzianos que nos devuelven, sílaba a sílaba, la fe perdida. Te echo tanto de menos, amigo, que tu ausencia me acompaña como un perro fiel. Nunca te irás.»
Violeta Dávila, cofundadora de Cooltural Plans:
«Miki Naranja fue una persona excepcionalmente valiosa y luminosa. Consiguió llenar de Verdad y poesía esa ventana virtual, que es Instagram, desde la que todos nos asomamos a intimidades ajenas y que tanto mejoró con su presencia. Cuando él se fue, nos quedamos huérfanos de esa reivindicación de la belleza que existe en lo cotidiano y que nos interconecta a todos. No solo nos ha dejado su obra –que tanto merece ser leída– como legado, también una legión de lectores que no se habrían acercado a la poesía de no haber él alumbrado el camino con su mirada y generosidad. Aquí estuvo Kilroy, su último libro en forma de dietario, confirmó la pérdida de una mente extraordinaria llena de inquietud. Estará siempre en mi recuerdo, como alguien que deslumbraba por su humanidad y la sensibilidad que irradiaba. Me queda su poesía, que mantendré siempre cerca para celebrar La lírica de lo cotidiano.»