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19 de mayo de 2024

El cantante César Hidalgo

El cantante César Hidalgo

César, el hidalgo de la música

Tras una profunda autocrítica y reflexión, el cantante habla con El Debate sobre su último disco, con el que vuelve a poner su tiempo, sus canciones y su experiencia musical y personal al servicio del Señor

Tras un largo parón, el cantautor César Hidalgo regresa a ritmo de folk-rock con Paso a paso, un trabajo con el que busca que la gente se cuestione cosas y que no sea conformista.
–¿Quién es César Hidalgo?
–César es un músico que cree profundamente en que hay un Dios que es todo amor y que la muerte no es el final. César también es una persona que intenta vivir con coherencia su fe en el día a día.
–Sus inicios musicales fueron en 1981 y duraron hasta 1993. Luego tuvo unos años de parón y ha vuelto en 2017. ¿A qué se debe?
–En 1981 formé el grupo folk Almena. Éramos un grupo de madrileños amantes de lo tradicional que decidimos formar parte de la familia de folkies de nuestro país. Durante este periodo, hasta 1993, grabamos dos vinilos en solitario y otros con diferentes grupos. Actuamos por toda España en fiestas populares, verbenas, teatros, plazas de toros, festivales, la Expo de Sevilla, algún programa de televisión, etc. Luego nos casamos, llegaron los niños, la crisis económica que afectó a todos y otras circunstancias, y nos vimos obligados a dejarlo.
En 2013 tuve que jubilarme debido a una enfermedad y después de un par de años de reflexión decidí retomar la música folk, y aquí estoy, sin parar.
–¿Cuántos discos ha publicado?
–Voy por el cuarto disco, Paso a paso, que presenté en la sala Galileo Galilei, de Madrid, el pasado 9 de junio. Además, están Corazón de Folk-Rock (2017), Una misa para el siglo XXI (2018) y Alma guerrera (2019), que son mis anteriores trabajos.
–En esta segunda etapa tiene dos trayectorias distintas. Por un lado, la música católica y, por otro, temas más seculares, sobre todo en el último disco. ¿Por qué?
–Bueno, esa es una buena pregunta. Canto lo que siento, lo que llevo dentro y lo que veo. Los católicos tenemos nuestra fe, pero vivimos en el mundo. Así, tengo canciones que hablan de Dios, pero también me gusta reflexionar sobre otras cosas, y canto al amor, a las ilusiones, a la naturaleza, a las cosas buenas que nos rodean y también a las complicadas, o cuento historias divertidas que transmiten buen rollo. Los creyentes tenemos mucho que decir, y cada cosa en su momento. Y no es solo describir una situación, sino dar una respuesta basada en nuestra fe.
–¿Qué quiere transmitir con sus canciones?
–Un mensaje de alegría y esperanza, cantarle a la vida con una mirada diferente, siendo muy sutil con las letras para que no solamente lleguen al corazón en plan blandengue, sino, como digo en una de mis canciones: si mis letras «se enredan en tus entrañas, la cosa va bien». En definitiva, lo que pretendo es que la gente se cuestione cosas y que no sean conformistas. La vida merece mucho la pena y vivirla con dignidad es maravilloso.
–¿De dónde obtiene la inspiración?
–De mi alrededor, de mi propia experiencia, de las circunstancias de la sociedad actual, de las relaciones que observo y las reacciones ante cualquier dificultad, ya sean de un niño, un adulto, una pareja…, de cualquier cosa que me llame la atención. Todo surge de forma natural, solo hay que estar atentos a lo que nos rodea. He compuesto canciones que hablan de la existencia del hombre, de la amistad con mayúsculas, del matrimonio, de las dificultades actuales; también canciones irónicas, alegres, con un sentido del humor muy concreto, y, por supuesto, canciones que hablan de mi relación con Dios, de la creación del universo o de temas tan terribles como el aborto.
–¿A quiénes van dirigidas sus canciones? ¿Cuál es su público?
–A aquellas personas que quieran oír algo diferente para que les ayude a reflexionar sobre la vida. Mis composiciones no tienen un destinatario concreto. Yo canto y compongo para todos, porque a todo el mundo –y da igual la edad– le puede venir bien escuchar canciones que hablen de otras cosas. Eso sí, a ritmo de folk-rock y siempre de forma muy cercana, entrañable, amena y divertida.
César Hidalgo, en el centro, durante su último concierto en la madrileña sala Galileo Galilei

César Hidalgo, en el centro, durante su último concierto en la madrileña sala Galileo Galilei

–Suele actuar en salas seculares. ¿No es un poco contradictorio con la música católica?
–Yo soy cursillista, y en mi movimiento tenemos una máxima: ir a por el gran tiburón blanco; es decir, a por los no creyentes, a por los que cuestionan la fe de otros, en vez de ir a por los pececillos de la orilla del mar. A mí me gusta y creo que es lo que debo hacer: transmitir mi mensaje en lugares donde el público no se lo espere, porque es ahí donde debemos dar testimonio. A mí me ha pasado de todo. Te puedo contar una experiencia que me marcó: al final de un concierto en Moratalaz, Madrid, una joven se acercó a mí y con los ojos como platos me confesó que había decidido tener a su hijo y no abortar tras escuchar Qué será la luz, mi canción provida. Solo eso ya justifica mi esfuerzo para componer y divulgar mis temas.
–¿Cómo ves la música católica actualmente en España?
–Difícil. Hay que tener en cuenta que lo católico no está de moda, por no decir otra cosa. En el mundo secular en cuanto ven lo que haces, te cierran todas las puertas: televisiones, radios, prensa… salvo alguna excepción, naturalmente. Y dentro de la Iglesia queda mucho trabajo. Habría que entender la música como un medio más de evangelización, no circunscribirla únicamente a las celebraciones litúrgicas y poco más, sino promover conciertos, festivales o encuentros con los que acercarse a la gente con otro formato más actual. Algo se está empezando a hacer, pero, como digo, queda mucho.
–¿Por qué la música como instrumento?
–Todas las disciplinas artísticas pueden, según como las desarrolles, hacernos cambiar de vida y acercarnos a Él, y permíteme que transforme una frase típica de Cursillos de Cristiandad que creo que lo dice todo: «Todas las artes son carreteras que nos llevan al cielo, pero la música es una autopista».
–¿Cómo ves la industria musical en España?
–Las nuevas tecnologías han transformado la industria musical, no tiene nada que ver con lo que conocí. Ahora todo es inmediato, salen grupos o solistas como churros y las redes –que son las que marcan el ritmo– están repletas de propuestas que tienen una calidad, en ocasiones, un tanto cuestionable. Ahora todo se basa en los 'me gusta', en el número de visitas, etc. No se sabe muy bien por qué unas cosas funcionan y otras no. Por supuesto, los grandes cantantes, compositores o grupos tienen –y así ha de ser– su lugar privilegiado en el panorama musical; lo bueno queda y lo malo se desvanece. Las discográficas han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y también está siendo complicado para ellas.
–¿Cuáles son sus próximos proyectos?
–Aunque mi cuarto disco es muy reciente, ya estoy trabajando en dos proyectos: por un lado, un CD que reunirá canciones religiosas que me han acompañado a lo largo de la vida y que adaptaré a mi estilo dándoles un aire diferente y, por otro, un recopilatorio de la música folk que también ha estado siempre conmigo.
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