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25 de abril de 2024

Giorgia Meloni e Irene Montero

Giorgia Meloni e Irene MonteroGTRES

La «presidente» Meloni y «las demócratas, los demócratas y 'les' demócratas» de Irene Montero

Con solo una palabra, la primera ministra italiana le declara la guerra al enredo del lenguaje inclusivo

La nueva presidenta de Italia, Giorgia Meloni, quiere que la llamen «presidente». Es un poco como decía don Antonio López, maestro de sastres taurinos, del estilo de Morante: «El baúl de los recuerdos. Es ir sacando cosas de lo que está al fondo». El clasicismo entre la modernidad y lo mejor de ello: no solo la sencillez frente al enredo, sino también frente a la altanería del «lenguaje de género».
El «presidente» a secas es una de esas cosas que están al fondo. La horma del zapato de Irene Montero, que en el colmo de la teoría de la conspiración masculina decía: «No es casual que el masculino sea el neutro. Y tiene una función muy clara: decirnos a las mujeres que no valemos para las cosas importantes». Meloni, «presidente» y mujer.
El «presidente» de Meloni viene para reafirmar esa casualidad, ese principio histórico, que niega Montero con sus enrevesados «ellos, ellas y elles», en quien no es de extrañar que pueda estar dándole vueltas al olvidado concepto de «presidento» (que «tiene todo el derecho a existir», diría la titular de Igualdad), inspirada por la nueva mandataria italiana.
Aunque solo sea por la sencillez deseada en casi todos los aspectos, y quizá el ámbito más indicado para ello sea el de la gobernanza (una circunstancia que se empeñan en desdeñar los que detentan el poder), bienvenido sea un mollar «presidente» sin falsos complejos, ni culpas, ni revisionismos, en clara connivencia con la máxima que dice: «El mejor gobierno es el que gobierna menos».
Teniendo en cuenta el nulo apego por los aforismos y los principios de los nuevos gobernantes, es fácil de entender que la ausencia de sencillez se deba no solamente al sectarismo de quien la practica, sino fundamentalmente a la soberbia incultura de quien lo complica todo para confundir. Somerset Maugham decía que «escribir con sencillez es tan difícil como escribir bien», lo que, trasladado a lo gobernado por Montero, sería como decir: «Gobernar con sencillez es tan difícil como gobernar bien».
Con su sencillo «presidente», Meloni le declara la guerra, o el desprecio, al lenguaje inclusivo y todo lo que este («las palabras son todo lo que tenemos», dijo Samuel Beckett) trae con él. Un ejemplo gráfico sería una de las inefables intervenciones de la «paladina» del embrollo de sexo (que no de género): «Frente a su odio, el orgullo de todas, todos, todes, no solamente no estáis solas, solos, soles las demócratas, los demócratas, les demócratas, porque lo habéis peleado vosotras, vosotros, vosotres», llegó a decir.
Una frase que antes de toda esta plaga pronominal hubiera sido así: «Frente a su odio, el orgullo de todos. No solamente no estáis solos los demócratas porque lo habéis peleado vosotros». La poda que no solamente deja al aire la sencillez sino, en este caso, la deficiente sintaxis y el mensaje vacío.
Entre nominaciones frívolas es más fácil camuflar la incapacidad del orador y la falta de significado no solo de un mensaje sino de todo un ministerio dotado con 500 millones de euros para confundir al pueblo con sus trabalenguas de «género», una cuestión que va mucho más allá del lenguaje y que, por ejemplo, ya alcanza a las vidas destrozadas de los arrepentidos por sus inducidos, precipitados y desgraciados cambios de sexo. Que no de género.
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