Carlos Astiz publica 'R de Resistencia', un aviso contra el globalismo, la dictadura 'woke' y la cultura de la muerte
Después de El proyecto Soros o Bill Gates ¡Reset!, el periodista lanza un nuevo manual contra el globalismo y a favor de la patria, la familia y la libertad: «El mundo está cambiando y la resistencia es cada vez mayor»
Su lema es «dudar, despertar, organizarse y vencer». Carlos Astiz ha sido decano y profesor de la Universidad Europea de Madrid y de otras instituciones españolas y extranjeras y ahora ejerce como consultor en comunicación política y corporativa para compañías de diversos sectores, pero su objetivo no ya solo profesional, sino vital, es que la sociedad despierte y defienda sus derechos.
Astiz se ha propuesto exponer al gran híbrido «totalitario» surgido de «la alianza entre la izquierda y el gran capital» en obras como El proyecto Soros o Bill Gates ¡Reset!. Ahora, con R de Resistencia, el periodista da un paso más y propone directamente un manual de combate para hacerle frente a «la gran amenaza globalitaria». El Debate le ha entrevistado para conocer mejor su denuncia y los ideales sobre los que se sustenta su propuesta de reconstrucción.
–¿En qué consiste la amenaza globalitaria?
–Es el plan de los grandes magnates, de los que dominan toda la economía y los grandes resortes políticos, mediáticos, intelectuales, educativos y artísticos, para imponernos una dictadura totalitaria global a nivel mundial.
–Todas estas fuerzas, ¿están unidas y orquestadas bajo un mismo mando?
–Se trata de los grandes magnates que se reúnen en sus centros de poder, que van del Foro de Davos al World Economic Forum, pasando por el Council of Foreign Relations, la Chatham House... Son personas, grupos de personas, con nombres y apellidos, de los Rockefeller a los Rothschild, pasando, por supuesto, por George Soros. Es la nueva socialdemocracia mundial, que no distingue ya entre izquierda y derecha tradicional, porque tienen los mismos objetivos.
–¿Su toma de decisiones no se dirige entonces a afianzar o hacer crecer sus fortunas? ¿Tienen una agenda también en lo social, en lo cultural?
–Ya son multimillonarios, dueños de los grandes fondos de inversión del mundo y accionistas de las empresas de referencia de cada sector. Por supuesto que tienen objetivos económicos, pero también políticos y sociales. Una muestra de ello es la nociva Agenda 2030.
–Una agenda que parece acoger a todo tipo de idearios, sin hacer la distinción tradicional entre conservadurismo y progresía, como recoge en R de Resistencia.
–Ese es el problema. Han conseguido que el famoso pin multicolor de la Agenda 2030, que está llena de buenas palabras y de malas intenciones, lo lleve desde Bill Gates hasta Pedro Sánchez (que no ha hecho nunca nada bueno por este país), desde el presidente de Iberdrola a autodeclarados comunistas como Pablo Iglesias y Yolanda Díaz. Izquierda y derecha confluyen en un mismo proyecto, manejados por el poder.
La Agenda 2030 está llena de buenas palabras y de malas intenciones
–¿Cuál es su objetivo, más allá de mantener su status quo?
–No hace falta inventarse nada: ellos lo han dicho con claridad. En 2009 Bill Gates reunió a multimillonarios, entre los que se encontraban el presidente de Berkshire Hathaway, Warren Buffet, e importantes filántropos del país, como la presentadora americana Oprah Winfrey; el fundador de la cadena CNN, Ted Turner; el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg; George Soros, y David Rockefeller. De ahí nació «The Good Club» («El Club de los Buenos») y explicaron a que su objetivo es reducir la población mundial. Los multimillonarios piensan que hay demasiados pobres en el mundo. De ahí nace la cultura de la muerte, que ha llegado a nuestro Gobierno, según la cual se promueven los abortos pero no los nacimientos, se apoya la eutanasia pero no los cuidados paliativos; es un ciclo de destrucción de las familias. Y por eso apoyan también la inmigración descontrolada, para romper las naciones.
–Dentro de este «Club de los Buenos» había también varios filántropos que apoyan diversas causas solidarias.
–Parece filantrópico, está lleno de buenos deseos y buenas palabras. Pero lo que hay detrás es una concentración monopolística. Las 500 grandes empresas del mundo están en manos de tres grandes fondos de inversión: BlackRock, Vanguard y State Street. Ellos condicionan las líneas de negocio, quiénes son los presidentes… y tienen la capacidad de dominar la economía casi por completo.
–¿Cómo es posible esta aparentemente contradictoria alianza de la izquierda y el gran capital?
–Los grandes multimillonarios se dieron cuenta de que era más fácil que la gente aceptase sus ideas si las proponían a través de ONG y departamentos universitarios, si vestían sus tesis de filantropía, si las transmitían a través de medios independientes, que si lo hacían a través de los departamentos de comunicación de las grandes empresas o de las instituciones estatales. Así que a finales de la Segunda Guerra Mundial empezaron a poner en marcha este plan. Así nacen Amnistía Internacional, Save the Children, Greenpeace, Open Society Foundations, Bill Gates Foundation, Rockefeller, Ford... Hay decenas de miles de organizaciones así.
–¿Ha pasado la izquierda de defender, al menos en sus ideales, a los obreros para instalarse en el mundo académico?
–Precisamente la izquierda se ha plegado a través de fundaciones vinculadas a facultades universitarias: se ha plegado a una nueva ideología según la cual no está contra el capital. Han trasladado la problemática de quién controla el poder a una cuestión sexual: la lucha de clases, basada en la economía o en la política, es ahora una cuestión sexual o identitaria. La que tenemos ahora es una izquierda sexualista. El problema ya no es quién controla el poder, sino qué tienes en la entrepierna, y quien se pliega a esto son precisamente los que viven como millonarios preconizando que viven para los pobres.
La izquierda ha trasladado la problemática de quién controla el poder a una cuestión sexual: la lucha de clases, basada en la economía o en la política, es ahora una cuestión sexual o identitaria
–Ante estos poderosos grupos de poder, ¿uno no siente miedo al escribir un libro así?
–Las dictaduras han utilizado el miedo para controlarnos. Quieren importar el control social chino. Pero al hacerme estas preguntas, al hacer esta entrevista, estamos rompiendo la cadena del miedo. Podrán censurar este artículo o borrar nuestras cuentas de Twitter, pero no pueden hacer que dejemos de saber lo que ya sabemos. Es difícil olvidar que Pedro Sánchez se ha reunido con George Soros; hay cosas que no se pueden ocultar. La sociedad ha despertado mucho, en parte por la pandemia: yo mismo, al principio, me lo creí todo, pero cuando me di cuenta de que todos mentían, de que casi todos los medios de comunicación tenían el mismo enfoque y los mismos titulares (algo imposible; yo soy periodista y sé cómo funcionan las cosas), abrí los ojos.
–¿Qué opina de que les acusen de conspiranoicos?
–Conspiranoicos, negacionistas, inventores... Me dicen muchas cosas, pero todo lo que yo cito procede de fuentes abiertas que cualquiera puede consultar. Si consultas Google te salen 17.000 censores diciendo que es mentira o parcialmente falso, otro de sus grandes triunfos. No quieren que lleguemos a la raíz: las élites están muy bien organizadas, cada vez tienen más dinero y más poder y tienen un control absoluto de nuestras vidas. A eso es a lo que tenemos que resistirnos, y de ahí este libro.
–¿Ve muy evidente el control de los medios de comunicación por los grupos de poder?
–Controlar la opinión publica es decisivo para que las masas acepten la sumisión. Hemos asistido al control de los medios de comunicación, a militares saliendo públicamente a decir que pretendían controlar la información para que no pudiéramos buscar una verdad alternativa. En El Debate seguro que estáis viendo los problemas para poder sacar la cabeza, y mientras tanto les llueven millones públicos a los grandes grupos televisivos que, por otro lado, no dejan de ver disminuir sus audiencias por las falsedades que vierten, lo que está desesperando al Gobierno, que ejerce su control sobre el duopolio informativo. Pero El Debate es un ejemplo de cómo con voluntad y esfuerzo se puede romper el monopolio.
–Algo que sorprende de R de Resistencia es que afirma que están «alegres y combativos». ¿Se puede estar alegre en el combate?
–Se nos oculta la lucha de decenas de millones de personas. Pero estamos alegres en la batalla, porque estamos luchando por la democracia. ¿Cómo es posible que la Guardia Civil nos pidiera explicaciones por ir a visitar a nuestros padres durante la pandemia? ¿Qué es eso del pasaporte covid? ¿Y los gobiernos no tienen que dar explicaciones? ¿Cómo pueden repartirse los jueces y manosear así el Estado de derecho? Y todo ello silenciando a los disidentes... Pero cuando uno siembra la semilla de la duda, es difícil volver a ser borregos que obedecen en todo. Por eso aparecen nuevas fuerzas sociales y políticas, por eso Meloni gana las elecciones y hay manifestaciones en Holanda y Alemania. Hay gente que quiere organizarse y luchar, que no quiere ver sus derechos recortados: y eso es imparable. La naturaleza, la vida, la realidad están de nuestra parte. A pesar de todas estas locuras, queremos tener hijos, queremos dejarles países con futuro, queremos vivir en una sociedad que progrese y sea cada vez más libre y democrática, se pongan como se pongan.
–¿Qué papel cree que desempeñan –o deberían desempeñar– la fe y la Iglesia en la resistencia frente a las ambiciones del globalismo?
–Sea uno creyente o no, la fe es un referente moral para el 97 por ciento de la población del mundo. Todo el mundo es creyente en alguna religión. Por eso el globalismo trata de desacreditar las religiones, especialmente la católica. Tenemos una responsabilidad, porque esto es una lucha espiritual: necesitamos la fuerza interior para ser capaces de enfrentarnos a un enemigo que parece invencible, pero no lo es. Ya lo hemos vencido muchas veces. Yo cada día me siento más protegido, apoyado y unido en esta lucha, como cuando lanzamos la película Big Reset Movie, que ya han visto dos millones de personas. Ellos son muy poderosos, pero no son omnipotentes: no estamos solos, les hemos vencido muchas veces y les venceremos una vez más.