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Diez frases hirientes de Quevedo: el 'troll' del Siglo de Oro

Traemos diez frases fruto del ingenio de Quevedo en donde el escritor del siglo de oro da muestra de su sarcasmo a la hora de ridiculizar a sus enemigos

Desde que hace unos días salieron a la luz las conversaciones de WhatsApp entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su exministro de Fomento, el hoy defenestrado José Luis Ábalos, parece que España se ha acordado de uno de sus genios inmortales: don Francisco de Quevedo.

El mérito hay que reconocérselo al hoy cuestionado –por presuntos casos de corrupción (investigados por la justicia) y una atribuida vida licenciosa– José Luis Ábalos.

El hecho es que, para hablar mal del antiguo socio de gobierno de los socialistas, líder de Podemos y exvicepresidente Pablo Iglesias, Ábalos tiró de citas de Quevedo, y recurrió a una de sus más audaces: «Ya decía Quevedo: Puede haber puñalada sin lisonja, pero pocas veces hay lisonja sin puñalada», escribía entonces el señor ministro en la conversación de WhatsApp con el presidente.

Lo cierto es que, con su elección, el exministro mostró un gusto refinado y una cultura literaria de que carece el presidente, lo cual ha llevado a algunos comentaristas habitualmente críticos con Ábalos a mostrar una cierta condescendencia y simpatía hacia él.

Proponemos aquí otras diez frases mordaces y sarcásticas de don Francisco de Quevedo, al que bien se le podría considerar el «troll» del Siglo de Oro:

«Entre el clavel y la rosa, Su Majestad escoja». Esta primera frase contiene trampa. Lo cierto es que, aunque tradicionalmente se le ha atribuido a Quevedo, no hay constancia documental de que la haya pronunciado.

La frase la habría pronunciado el escritor en el Alcázar ante la reina doña Isabel de Borbón, por la que no sentía especial simpatía. La esposa de Felipe IV padecía una leve cojera y detestaba que se lo hicieran notar.

Quevedo se presentó ante ella con un clavel y una rosa, y con pronunciada reverencia se las ofreció con dicha frase, para llamar sin hacerlo coja a la reina.

«Érase un hombre a una nariz pegado». Famoso verso del poema A una nariz. Poema sarcástico dedicado a Luis de Góngora, poeta con el que mantenía una violenta disputa dialéctica y que esgrimía un poderoso apéndice nasal.

«Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla». Soneto de Quevedo también dedicado a Góngora. Una de las obsesiones de Quevedo (bastante antisemita, todo hay que decirlo) era insultar a Góngora por sus supuestos orígenes judíos.

En sus poemas y frases sarcásticos contra el poema solía recurrir a referencias a narices aguileñas y unto de tocino para llamar «judío» a su rival.

«Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada». Esta es la frase parafraseada por Ábalos, escrita por Quevedo en su Vida de Marco Bruto y donde queda clara su opinión de aquellos que, como el asesino de Julio César, masajean las lumbares hasta extremos sospechosos.

«Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos». Célebre frase de Quevedo en la que describe a uno de los personajes más recordados de su novela El Buscón: el licenciado Cabra.

Evidentemente, Quevedo no guardaba muy buena opinión de determinados miembros del clero y, con su habitual ironía, lo deja claro en más de una ocasión en su narración de las andanzas del pícaro Pablos.

«Hombre en quien la limpieza fue tan poca, no tocando a su cepa, que nunca, que yo sepa, se le cayó la mierda de la boca». En estos versos Quevedo vuelve a disparar contra Góngora, con la particularidad de que este poema forma parte del epitafio que le dedicó. En este caso, pone en duda el compromiso de su rival con la higiene.

«En aqueste enterramiento humilde, pobre y mezquino, yace envuelto en oro fino un hombre rico avariento». Frase del poema A un avariento, en donde Quevedo vuelve a disparar con buen tino y poca piedad.

«Doña Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas». A Quevedo le gustaba todo lo que tuviera que ver con lo escatológico y, de hecho, tiene un tratado titulado Gracias y desgracias del ojo del culo, que dedica a «Doña Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas», en donde no escatima epítetos injuriosos dedicados al aspecto físico.

«Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir». Además de mordaz, Quevedo era bastante cínico, y así lo refleja en esta frase que refleja a la perfección la actitud del manirroto que se prodiga en promesas y racanea en pagos.

«Los cornudos en ti tienen un templo». A Quevedo también le gustaba ridiculizar a los maridos cornudos, como en este soneto 601 donde el escritor habla de un cornudo tan cornudo que los demás cornudos veían en él su templo.

10 frases hirientes de Quevedo:

  • «Erase un hombre a una nariz pegado».
  • «Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla».
  • «Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada».
  • «Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos».
  • «Hombre en quien la limpieza fue tan poca no tocando a su cepa, que nunca, que yo sepa, se le cayó la mierda de la boca».
  • «En aqueste enterramiento humilde, pobre y mezquino, yace envuelto en oro fino un hombre rico avariento».
  • «Doña Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas».
  • «Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir».
  • «Los cornudos en ti tienen un templo».
  • «Entre el clavel y la rosa, Su Majestad es coja».
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