Camilo José Cela presentó una enmienda para que la bandera se describiera como roja y amarilla
¿Por qué la Constitución española describe la bandera nacional como roja y amarilla y no roja y gualda?
Camilo José Cela, como senador por designación real, fue el responsable de que la Constitución del 78 describa la bandera nacional como roja y amarilla
Como senador por designación real entre 1977 y 1979, el escritor y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, participó en la redacción de la Constitución Española de 1978, y su huella ha quedado marcada en el texto final.
Más allá de anécdotas sobre la diferencia entre estar dormido y estar durmiendo, el futuro Nobel de Literatura realizó hasta 40 enmiendas al texto constitucional debido a imprecisiones en su redacción.
Muchas fueron desestimadas, sin embargo, la intervención de Camilo José Cela fue esencial para que la bandera nacional de España se describa en la Constitución como roja y amarilla y no como roja y gualda.
El asunto no es una mera anécdota, va a la línea de flotación de los orígenes mismos de la enseña nacional.
Lo cierto es que en el Real Decreto de 28 de Mayo de 1785, firmado por el rey Carlos III, en virtud del cual se establece la actual bandera nacional como bandera para la Armada, se especifica que la bandera es «encarnada» y «amarilla».
«He resuelto que en adelante usen mis buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total y la de en medio amarilla», dice el Real Decreto.
Entonces, ¿cuándo se empezó a denominar gualda la franja amarilla de la bandera? En primer lugar, la Instrucción sobre insignias, banderas, honores y saludos de la Armada, de 13 de marzo de 1867 refirma la extensión del uso de la bandera de la Armada también en tierra y se denomina como «bandera nacional».
En esa instrucción se vuelve a describir la bandera como roja y amarilla. «Descripción de la bandera nacional. La bandera de los buques de la Armada y arsenales, como la de las plazas marítimas, es en tres listas: la del centro, amarilla ocupando una mitad, y la alta y baja encarnadas iguales, esto es, del cuarto de la anchura, con las armas reales de solo los escudos de Castilla y León y la corona imperial en la lista del centro».
Es en el Decreto del 29 de agosto de 1936, durante la Guerra Civil, cuando el bando nacional recupera la tradicional bandera bicolor, tras los años en que la República impuso la tricolor, y define como «roja y gualda».
En el nuevo Reglamento de Insignias, Banderas y Distintivos, aprobado en el Decreto de 11 de octubre de 1945, ya finalizada la Guerra Civil, vuelve a definirse el amarillo de la bandera como gualda: «La Bandera nacional de guerra es rectangular, con tres listas normales a la vaina y un escudo en ambas caras. La lista central, color amarillo gualda, es de doble anchura que cada una de las otras dos, color rojo».
Es por ese motivo por el que el borrador inicial de la Constitución de 1978 definía la bandera nacional como rojo y gualda. Hasta que Cela presentó una enmienda y devolvió a la bandera su descripción original aprobada por Carlos III.
Cela propuso que el punto 1 del Artículo 4 de la Constitución quedara redactado de la siguiente manera: «La bandera de España consta de tres franjas horizontales. Roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas». Y así se aprobó.
En su justificación, el escritor argumentaba, con su verbo genial, que «la bandera de España, como todas, es de trapo y puede ser de papel. Gualdo, gualda. Es castellano, sí, aunque de origen bárbaro y uso no muy extendido».
Cela propuso otras enmiendas que, finalmente, no salieron adelante, pero que es interesante recordarlas.
Por ejemplo, propuso que la Constitución estableciera que «la soberanía pertenece al pueblo, del que dimanan los poderes del Estado».
Señalaba Cela que las palabras nacional, español o todos se debían suprimir de la redacción «por parecer obvias o redundantes». El apartado 2 del Artículo 1 de la Constitución al final estableció que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado».
Además, Cela se mostró partidario de no incluir los términos «nacionalidades» y «regiones», porque «son polémicas, no bien definidas y, por ende, confundidoras. Hablar de unas y otras supone, además, un juicio de valor de alcances innecesariamente peligrosos. La nación española es España».
Las Cortes rechazaron dicha enmienda y, finalmente, sí hubo «nacionalidades» y «regiones», y de aquellos polvos, estos lodos. En ese asunto Cela se mostró profético.