
Daniel García-Pita Pemán, en la redacción de El Debate
«No queda nada del espíritu de la Transición, entonces se hacían cosas que hoy son impensables»
Entrevistamos a Daniel García-Pita Pemán, autor del libro 'El abogado', las memorias de un testigo clave de la historia reciente de España
Con buen humor. Así ve las cosas Daniel García-Pita Pemán. Y lo hace por la posición privilegiada que sus años y sus vivencias le han proporcionado. Este abogado ha sido pieza y testigo clave en algunos de los hechos más relevantes de la historia económica y política reciente de España
Esta experiencia la ha recogido en su nuevo libro, El abogado (Almuzara). Se trata de la nueva obra de este autor, tras la obra que le dedicó a su abuelo, el escritor José María Pemán.
A pesar de su privilegiada posición en el devenir de hechos clave de los últimos 50 años en nuestro país, García-Pita dice no darse mucha importancia. Ni a él ni a las cosas que le pasan. Y siempre con sentido del humor, porque, si no, «no se puede vivir».
El académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación atiende a El Debate para repasar su vida y su obra y los acontecimientos en los que participó y que vio en primera fila.
–Su nuevo libro se llama El abogado. Durante su presentación, que ocurrió la semana pasada en Madrid, se preguntó mucho sobre esta profesión. ¿Qué definición daría usted de un abogado?
–La abogacía es la profesión más antigua del mundo. Se dice que es otra, como sabrá, pero yo creo que debe de ser por el estilo. El abogado es una persona que defiende los derechos de los demás.
Previo pago de la minuta, por supuesto. O gratuitamente, que también lo hacemos los abogados. Es una persona que se ocupa de defender los derechos de los demás.
–Para usted, ¿qué cualidades tiene que tener un buen abogado?
–Un abogado primero tiene que conocer el derecho, lo cual exige estudiar. Después tiene que ser capaz de entender que las posiciones en esta vida son siempre relativas y, por lo tanto, a veces que te toca defender a alguien con el que probablemente no estaría de acuerdo, pero estás obligado a hacerlo.
Te tienes que olvidar de las motivaciones personales, de las creencias personales y defender al que le toca.

García-Pita, durante la entrevista
–En su libro plasma algunos de los recuerdos. Fue testigo de excepción o testigo de primera fila de algunos eventos históricos importantes en la historia de España. Quería preguntarle qué recuerdos tiene de aquellos años.
–Aquellos años fueron esenciales en la historia de España. Eso es lo que justifica que yo haya escrito el libro, no mi persona, que tiene una relevancia bastante limitada, pero sí los recuerdos de lo que yo viví.
Y yo el libro lo centro en tres cosas. Una, el cambio de la abogacía en España. Era una profesión que ejercían abogados separados con su despacho y unos cuantos pasantes. Y eran los importantes.
La abogacía a la que yo me incorporé, que fue un impulso de Antonio Garrigues, que fue el primero que lanzó ese modo de ejercer la abogacía en España. Era de grandes despachos con especializaciones, donde cada uno ejercía una parte del derecho y lo hacía enormemente eficaz.
Esa abogacía fue esencial para el desarrollo económico de España. Entonces, en esa época influyeron muchísimo las inversiones extranjeras y fueron fundamentalmente las estadounidenses.
Porque las grandes compañías americanas no hubiesen venido si no se hubieran encontrado con una asistencia jurídica equivalente a la que ellos tenían en Estados Unidos.
Y eso fue un poco lo que hizo Garrigues. Y yo tuve la suerte de incorporarme desde muy joven.
–¿Qué otros recuerdos ha querido dejar por escrito?
–Yo participé en muchos consejos de administración. Los consejos de administración de las compañías españolas eran tertulias bien pagadas.
Y eso también nos separaba de lo que era la práctica de los países desarrollados, donde los consejos eran instituciones serias, que están sometidas a una gran responsabilidad.
Eso cambió radicalmente en España y yo también viví ese cambio. Me parece que conté por lo menos siete u ocho compañías cotizadas. Y también en el sector financiero estuve en el consejo de cuatro o cinco instituciones y presidí tres.
Tuve mucha experiencia en los consejos de administración y ahí viví cómo cambió completamente el paradigma.
Los consejos de administración dejaron de ser tertulias bien pagadas y se convirtieron en instituciones muy serias donde se buscaba consejeros competentes que supieran del sector. O sea que ese es el segundo de los acontecimientos importantes que yo viví.
El tercero es la Transición política, que es probablemente el más importante de todos. Tuve la suerte de estar en dos puestos muy importantes para verlo todo de cerca, no para protagonizar, pero sí para verlo todo de cerca.
El primero fue el Ministerio de Justicia, que es donde se redactó la mayoría de las leyes de la Transición, la ley de reforma política, la reforma del Código Penal, una serie de normas que fueron básicas.
Yo era el jefe de gabinete del ministro y, por lo tanto, pues ahí tuve la ocasión de estar cerca en todo ese proceso. Conviví con Miguel Herrero allí, que fue uno de los elementos importantísimos en la redacción de la Constitución. Me dio una visión inmediata y muy próxima de los cambios.
Recuerdo también las elecciones del 82. Yo estaba con él de jefe de gabinete, en el Congreso de los Diputados, y me tocó dirigir la campaña electoral, que fue de un resultado desastroso, porque yo era el director de la campaña de UCD y siempre digo que batimos un récord histórico porque pasamos de 160 y tantos escaños a 12.
Yo creo que nadie ha tenido ese descalabro nunca en la historia. Pero a mí me enseñó mucho. Conocí sitios donde no había esto nunca y, sobre todo, ves a mucha gente y te das cuenta de cuáles son los problemas reales del país. Y a mí me ayudó una barbaridad.

El nieto de José María Pemán
–¿Se queda con algún recuerdo en particular?
–Bueno, a mí me gustaba pasarlo bien. Lo pasaba bien con todas estas cosas. No sé si me he quedado alguna en particular.
Me quedo con haber podido hacer todas esas cosas simultáneamente sin que me echaran del despacho, de ninguno de los sitios donde estaba. Y eso sí que es un milagro. Pero bueno, yo me quedo con eso.
–En la presentación del libro habló mucho de la importancia del sentido del humor…
–Yo veo la vida con sentido del humor, porque si no se puede vivir. Procuro ver las cosas con buen humor y no darme a mí importancia, por supuesto, y tampoco darle excesiva importancia a lo que sucede.
–¿Por qué se decidió a escribir estas memorias?
–Pues fundamentalmente porque como me jubilé y tenía pocas cosas que hacer y estoy acostumbrado a trabajar mucho, pues me divertía intentarlo. Yo, al fin y al cabo, creo que en los genes algo se hereda.
Mi abuelo, José María Pemán, fue un magnífico escritor y yo creo que no soy comparable, pero algo siempre heredas. Me divertía escribir.
–Hace mucho hincapié en la importancia de la Transición, ¿qué queda del espíritu de aquellos primeros años de democracia?
–No queda nada. Honradamente, yo creo que no. Por ejemplo, recuerdo las elecciones del 82. En UCD, que era el partido de centroderecha, Alianza Popular, entonces prácticamente no existía, compartimos avión con los comunistas de Santiago Carrillo. Pero eso hoy, imagínese usted, eso sería absolutamente impensable.
No teníamos dinero para pagar un avión de campaña y lo compartimos. Eso yo creo que hoy en día es impensable. Todos tenían un elemento común de conciencia de que era necesario que en España se consolidara de verdad la democracia con la ayuda de todos. Eso yo lo echo en falta hoy.
La política hoy en día es durísima, yo no habría aguantado.
–En este sentido, en la presentación también comentó que tiene el récord de ser el diputado que menos tiempo ha tenido el acta…
–Bueno, no lo sé. Yo digo siempre que es el que menos tiempo ha estado. Igual hay alguien que lo ha tenido menos, pero no lo creo.
Se suponía que yo iba a ser el número uno de la lista por Cádiz. Me pareció que era un gesto razonable que yo le dejara al número uno, y yo me quedaría con el número dos, a una persona que era la que llevaba el día a día del partido en Cádiz.
Pero lo que nunca me pude esperar es que una vez que me volví a Madrid fueron al juzgado y cambiaron la lista por otra donde yo era el número tres, que no salía. A pesar de eso, salí.
Pero hubo un recuento y perdí por 81 votos. Por lo tanto, estuve de diputado un par de días. Lo sentí muchísimo porque me apetecía mucho estar en el Congreso.
–¿Y el Daniel García-Pita Pemán de entonces no se habría presentado ahora?
–Actualmente para la política hay que tener mucho espíritu, que yo no tengo. Tengo convicciones profundas, pero además de tener las convicciones, hay que tener espíritu y fuerza para defenderlas. Y yo ya no lo tengo.
Hay que ser joven e impulsivo. Yo ya no lo soy.