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Así desaprovecha el sanchismo el potencial del español como herramienta de influencia

Los más de 635 millones de hablantes de español en el mundo proporcionan a España un poderoso instrumento de influencia internacional, instrumento que ha desdeñado por intereses partidistas y complejos ideológicos

El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero

El director del Instituto Cervantes, Luis García MonteroEuropa Press

Con más de 635 millones de hablantes, según datos del Anuario del Instituto Cervantes 2025 ‘El español en el mundo’, el español vive un momento excepcional en su historia.

El número de hispanohablantes no deja de crecer. Junto al mandarín, el hindi y el inglés se sitúa en cabeza de las lenguas más habladas del mundo, y es ya la primera lengua occidental en número de hablantes nativos.

El español, por lo tanto, podría ser un poderoso instrumento en manos de España y de los demás países hispanohablantes para defender sus intereses en el ámbito geopolítico, tomar la delantera en el sector de la promoción cultural y servirse del enorme músculo lingüístico para convertir a los países hispanohablantes en potencias del sector económico, científico y diplomático.

Y, sin embargo, no es así. Como país de referencia de la lengua española y cuna del castellano, España tiene gran parte de culpa.

Una culpa que hunde sus raíces en los complejos históricos de una clase dirigente que parece avergonzarse de su identidad hispana y española. En ese sentido, hay razones internas y externas que explican esa rendición absoluta a la hora de hacer valer el peso de la lengua y la cultura española en el mundo.

En cuanto a razones internas, la agenda ideológica del gobierno de PSOE-Sumar así como su dependencia de partidos independentistas antiespañoles han llevado al gobierno a mostrar un bajo perfil en el ámbito lingüístico.

Se tolera que en regiones gobernadas por el independentismo el español quede relegado a lengua de segunda e, incluso, a novel nacional, se trata de eliminar espacios a la lengua oficial para dar una sobredimensionada visibilidad a las lenguas cooficiales.

Así, al abrir el Congreso de los Diputados a las lenguas cooficiales se debilita el peso político al español, cosa que no pasa desapercibido a nivel internacional: si el español compite con el vascuence o el catalán, no puede competir con el francés o el alemán.

Y ahí se conecta con otra de las grandes campañas del gobierno Sánchez y uno de los movimientos que más han perjudicado al español en Europa en los últimos años: la insistencia en hacer del catalán lengua oficial de la Unión Europea, debilitando para ello el peso del español en la UE.

Mirando hacia el otro lado del Atlántico, el gobierno español, y en particular el director del Instituto Cervantes Luis García Montero, se rasgaron las vestiduras hasta hacerlas trizas por el hecho de que Trump eliminara la traducción al español de la web de la Casa Blanca y expresara sus planes para hacer del inglés lengua oficial del país.

Sin embargo, la connivencia del gobierno español con regímenes totalitarios en Hispanoamérica, como el venezolano, y sus vínculos con el Grupo de Pueblo han aumentado la desconfianza y la cautela de numerosos países hispanoamericanos y grupos de oposición democrática, que ya no ven al gobierno español como interlocutor válido.

La estigmatización del legado cultural español con el discurso de la descolonización y los perdones por la conquista contribuyen a mostrar la herencia lingüística y cultural hispana como algo de lo que avergonzarse, más que como algo que reivindicar.

El modo con que el Instituto Cervantes (y el gobierno español con él) se ha enfrentado a la Real Academia Española (y por extensión a todas las academias del español) por motivos ideológicos y de cálculos políticos, ha trasladado una imagen de España como país poco fiable, donde se prioriza la agenda política a los lazos de fraternidad apartidista.

España ha dejado un enorme vacío en América que están aprovechando otros países. En el caso de la Unión Europea, Francia ha decidido ocupar el papel de nexo entre los países sudamericanos y Europa que tradicionalmente había desempeñado España.

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