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19 de mayo de 2024

La exposición 'Próximo destino: Carmen Laforet' celebra el centenario de la autora de 'Nada'

La exposición Próximo destino: Carmen Laforet celebra el centenario de la autora de NadaDesconocido

Se inaugura la exposición de Carmen Laforet, mientras la publicación ucraniana de 'Nada' espera el fin de la guerra

En un paseo por la exposición Próximo destino: Carmen Laforet nos encontraremos con el misterio de la autora a través de sus objetos personales, sus pinturas, correspondencia, lecturas, y su ansia de viaje, de lugares nuevos y de amistad

En la sala a media luz que el Instituto Cervantes ha preparado para la exposición en honor a Carmen Laforet los objetos personales, las páginas corregidas, y las publicaciones de sus novelas a casi todos los idiomas, resplandecen como pequeños trozos del alma misteriosa de la escritora que, con apenas 23 años, logró el Premio Nadal y se consagró como una de las escritoras más leídas y traducidas del mundo.
En el breve corredor de la entrada está su máquina de escribir, su primer dibujo, el retrato de sus abuelos, algún óleo y sus lecturas infantiles, antes de llevarnos a la gran estancia preparada para la muestra de esas resplandecientes hojas manuscritas y mecanografiadas (expuestas por primera vez) de Nada, la novela escrita desde el silencio y la fragilidad de la niña que, sin duda, evoca su figura y su rostro, y que Ramón J. Sender le confiesa en una carta: «¿Tú sabes que tu mayor atractivo –digo, en cuanto a la personalidad exterior o visible al primer encuentro, que es lo que siempre cuenta más– es ver en tu expresión, viva y latente, una luz de infancia como cuando tenías diez u once años? Es milagroso y espero que no la perderás nunca. Despierta una ternura inmediata».
El sentido de la amistad es una columna en la vida de Carmen Laforet

Dedicatoria manuscrita de 'Nada' bajo el poema de Juan Ramón Jiménez. El sentido de la amistad es una columna en la vida de Carmen Laforet

En la muestra, se expone por primera vez el primer capítulo del texto manuscrito de 'Nada'

En la muestra se expone por primera vez el primer capítulo del texto manuscrito de 'Nada'

'Nada' pasó bajo el radar de la censura para llegar a todo el mundo

El premio por Nada fue una sorpresa para la autora y para la censura, que no supo ver en la historia ningún peligro para la moral y las costumbres, más allá de una anodina nota de informe del censor que la valora como «novela insulsa, sin estilo ni valor literario alguno. Se reduce a escribir cómo pasó un año en Barcelona en casa de sus tíos una chica universitaria, sin peripecias de relieve».
Sin embargo, sus colegas escritores: Azorín, Ayala, Juan Ramón Jiménez o Concha Espina acogen con entusiasmo ése relato «insulso» que retrata el infierno de apariencias pálidas e hipócritas de la posguerra en sus relaciones afectivas y sociales.
Laforet siempre negó que la historia fuera autobiográfica para no relacionar a su familia con aquella casa y aquella Barcelona triste que, después, ha sido leída en todo el mundo y ha sido traducida a todos los idiomas imaginables, incluso, recientemente, al ucraniano, cuya versión espera el final de esta trágica guerra para ser distribuido en las librerías.
Tras el huracán de esta Nada, el drama y la angustia del creador y su lucha por plasmar en la hoja vacía otra historia a la altura. Ella misma reconoció éste vértigo tras seis años sin escribir «con un remordimiento apagado, constante. Cuando hice la segunda novela, comprendí que no había remedio, que todo lo que floreciese en mi vida sufriría ese monstruoso proceso de elaboración literaria necesario para inventar, y que con toda la angustia de mis huesos, todo se convertiría en tinta, quisiese yo o no quisiese».

La amistad y la conversión

También hay que destacar la vivencia de la amistad como una columna de la vida de la escritora. Esta experiencia está en el centro de todas sus obras y la cultivó en todas sus facetas allá por donde pasó, dejando un rastro de compañía que puede seguirse en las dedicatorias, las cartas, los prólogos, las reseñas, y que nos da un leve reflejo de la inmensa humanidad de Carmen Laforet, como podemos leer en una nota a Roberta Johnson, hacia 1976: «Puedo asegurar sin miedo a equivocarme, en el punto de mi vida a que he llegado, que yo sí he encontrado semejante amistad, y que me ha sido dada, no una, sino –para mi suerte– varias veces en mi vida. Estas amistades no desfallecen ni en la lejanía ni en los años».
Y de la amistad a la gran Amistad, en uno de los testimonios gráficos más conmovedores de la exposición, que se encuentra en las páginas del libro de Thomas Merton La montaña de los siete círculos, en el que la autora subraya una experiencia del monje trapense, anotando en el margen «esto exactamente, esto me fue concedido a mí, sin más, milagrosamente cuando toda mi voluntad y mis deseos estaban lejos de ello. Y también mi inteligencia», reconociendo en ella lo escrito por Merton y que, posteriormente, narrará en su novela La mujer nueva: «El amor –notaba el alma de Paulina– , el amor es algo más allá de una pequeña pasión o de una grande, es más. Es lo que traspasa esa pasión, lo que queda en el alma de bueno, si algo queda, cuando el deseo, el dolor, el ansia han pasado. El amor se parece a la armonía del mundo, tan serena. A su inmensa belleza, que se nutre incluso con las muertes y las separaciones y la enfermedad y la pena. El amor es más que esta armonía; es lo que la sostiene. El amor recoge en sí todas las armonías, todas las bellezas, todas las aspiraciones, los sollozos, los gritos de júbilo. El amor dispone la inmensidad del Universo, la ordenación de leyes que son matemáticamente las mismas para las estrellas que para los átomos, esas leyes que, en penosos balbuceos, a veces, descubre el hombre. El Amor es Dios –supo Paulina– ; Dios, esa inmensa hoguera de felicidad y bien, en la que nos encontramos, nos colmamos, a la que tendemos, a la que tenemos libertad para ir y vamos, si no nos atamos nosotros mismos piedras al cuello».
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