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27 de julio de 2024

Barbara Comyns

​Portada de «Los que cambiaron y los que murieron» de Barbara ComynsGatopardo

​'Los que cambiaron y los que murieron'

Barbara Comyns presenta una fotografía perfecta de cómo se generan y suelen resolverse los conflictos sociales y las escaladas de violencia

Tiene algo de autobiografía esta novela. Se ambienta en el mismo condado de Inglaterra en que nació su creadora, la escritora –y vendedora de coches antiguos, y modelo, y cocinera, y criadora de caniches– Barbara Comyns (1907-1992). Comparece la figura de un padre arbitrario y egoísta, como parece que fue el suyo. Y no comparece la madre, que estuvo algo ausente en su educación. Se amontonan en la casa epicentro de la trama multitud de personajes, propios y ajenos a la familia –una familia, en la ficción como en la realidad, venida a menos–, como muchas fueron las idas y venidas de personas que pasaron por su ajetreada vida. Por más señas, una curiosidad: Comyns llegó a vivir en Barcelona 16 años.

Tiene también algo de macabro esta novela. Nada que los lectores de hoy no podamos soportar, pero poca broma para el momento en que vio la luz. Fue prohibida en Irlanda cuando se publicó debido a ciertas escenas de violencia explícita. Y ciertos pasajes nos traen a la mente el imaginario cinematográfico de los zombis, con afectados corriendo en pleno delirio y otros encerrados a la fuerza por sus familiares. Hasta los perros mueren entre fuertes convulsiones.

Barbara Comyns

GATOPARDO / 168 PÁGS.

​Los que cambiaron y los que murieron

Barbara Comyns

Los que cambiaron y los que murieron presenta una fotografía perfecta de cómo se generan y suelen resolverse los conflictos sociales y las escaladas de violencia –el mismo René Girard suscribiría su argumento–. Lo hemos visto otras veces en la historia y sabemos cómo funciona –cazas de brujas, pogromos, linchamientos–. Se produce un incidente que genera malestar social, la inquietud va in crescendo, y la tensión, una vez adquiere sus niveles máximos, adopta la única vía de escape posible: que alguien pague el pato; culpar y desahogarse con quien resulte más sospechoso, normalmente un inocente; un chivo expiatorio.

En contexto, el protagonismo de la dimensión social adquiere todo su sentido. La obra fue escrita en un momento no muy halagüeño para Inglaterra: el desmembramiento del imperio, rebeliones contra sus colonias en África, el conflicto permanente con el IRA, el suicidio de Alan Turing…

En cualquier caso, lo más interesante de la propuesta de Comyns es su retrato del egoísmo, un tanto macabro, un poco retorcido y algo cómico también. Al final de la ficticia pandemia de Warwickshire hay, según el título de la novela, los que cambiaron y los que murieron, sí, y a estos y al título habría que añadir «y los que no murieron ni cambiaron».

Tenemos acceso sin restricciones a esta última categoría de personajes a los que el sufrimiento ajeno les resbala, gracias a la voz omnisciente de la narradora. Tener la ocasión de indagar en sus pensamientos y conocer su naturaleza egoísta es sumamente interesante, y una de las grandes virtudes de Comyns: la habilidad de abrir sus personajes en canal con el filo de lo esencial y el escalpelo de la sátira y la ironía.

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