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19 de abril de 2024

Agua de Giulio Boccaletti

Portada de «Agua. Una biografía» de Giulio BoccalettiÁtico de los Libros

«Agua» de Boccaletti. La gestión del agua y las repúblicas

Giulio Boccaletti presenta una panorámica completa sobre el agua: su gestión, su aprovechamiento y su importancia en la conformación de los sistemas políticos a lo largo de la historia

El agua. Algo tan fundamental, tan básico, que casi nunca reparamos en ella. Ya sea en los ríos, en los mares, en los acuíferos o en las precipitaciones. Fue el agua lo que utilizaron los holandeses para construir uno de los imperios comerciales más grandes de todos los tiempos, y el medio por el que mejor le hicieron la guerra a la Monarquía hispánica. Pero el agua es neutral, no es de nadie y es de todos, por eso fue también el agua, en su forma sólida, la que facilitó a las tropas hispánicas acabar con las fuerzas holandesas en Empel.
Fue el agua, o mejor dicho, la forma de gestionarla, lo que moldeó civilizaciones como la mesopotámica entre los ríos Tigris y Éufrates, la egipcia a lo largo del Nilo, la india que recibe su nombre del Indo, o la china en los contornos de los ríos Amarillo y Yangtsé. Sin embargo, apunta Giulio Boccaletti, el agua no determinó el nacimiento de los Estados, solo los moldeó cuando se dio la ocasión. En Agua. Una biografía, Giulio Boccaletti, experto en seguridad y recursos naturales además de investigador en el MIT y otros títulos, nos presenta una historia con el epicentro puesto en un elemento fundamental para la vida, pero al que muchas veces no prestamos la suficiente atención.
Agua de Giulio Boccaletti

ático de los libros / 512 págs.

Agua. Una biografía

Giulio Boccaletti

A este respecto, leyendo el magnífico prólogo de Boccaletti al libro, a uno le pueden venir a la mente muchas imágenes o recuerdos, e incluso fotogramas. En el caso de quien escribe, me refrescaba unas ya lejanas clases de máster de Historia Antigua hace años, de una asignatura magníficamente titulada «Estados e Imperios del Antiguo Oriente», en la que un catedrático de los de antes, de los de siempre, que no perdía el tiempo con pamplinas tecnológicas ni con nuevas metodologías pedagógicas, nos dejaba boquiabiertos con su poderoso conocimiento del control de las crecidas de los ríos Tigris y Éufrates, de las precipitaciones, del control de las aguas por los templos del Estado de Uruk, de su previsión de las cosechas, su producción y almacenamiento, etc., y que luego disfrutaba en el capítulo 2 del libro de Boccaletti: «El auge del Estado hidráulico».
También me venía a la cabeza una de mis películas preferidas, The Big Country (1958), donde unos inmensos Gregory Peck y Jean Simmons se comían la pantalla para narrar la historia de una lucha entre familias del Far West causada por el acceso al agua. También me trajo a la memoria el famoso Tribunal de las Aguas de Valencia, en el que cada jueves a las doce en punto un tribunal juzga oralmente aquellos conflictos relacionados con las acequias del campo valenciano, una institución que forma parte del Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de la UNESCO, y que, de nuevo, tiene como protagonista la gestión del agua.

No deja de oírse que la última gran guerra se librará por un recurso, y algunos inversores famosos, como Michael Burry, llevan tiempo invirtiendo en ello: el agua.

El libro de Boccaletti no solo es una mirada atrás, con una larga perspectiva, una mirada de longue durée sobre el agua, para recordar la imposibilidad del florecimiento de la sociedad sin esta, y de la cada vez mayor escasez de este recurso, sino de las implicaciones que han tenido (y siguen teniendo) la gestión y el aprovechamiento de este preciado bien sobre los sistemas de gobierno. Así, en una estructura ordenada cronológicamente en cuatro partes con 21 capítulos, el autor trata desde la sedentarización de la población humana a finales del Último Máximo Glacial y su adaptación a las inundaciones, tormentas y sequías hasta los nuevos y actuales conceptos de «geopolítica del agua» y realidades como las inversiones millonarias chinas en infraestructuras hidráulicas en África.
Esta es, sin duda, una lectura saludable, y muy recomendable, mediante la que revisando el pasado podremos repensar el futuro; podremos, en definitiva, aprender de lo que llevamos andado. Desde que la humanidad dejó de moverse y aprendió a lidiar con un clima cambiante y una disponibilidad variable de agua, la lucha ha sido la misma: quién dispone de acceso a los recursos hídricos, tanto para el consumo como para el tránsito.
Cuando en 1956 el presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, llevó a cabo todo un replanteamiento de la gestión del agua en el país del Nilo, tanto en el ámbito del control del río, para acabar con sus crecidas anuales (presa de Asuán), como en el del tránsito del mar Mediterráneo al mar Rojo a través del istmo de Suez (canal de Suez), saltaron las alarmas en todo el mundo. Al poco, tras el anuncio de la nacionalización del canal de Suez por Nasser, estalló una guerra, la Guerra del Sinaí o de la crisis de Suez, que enfrentó a Reino Unido, Francia e Israel contra Egipto. Como recuerda Boccaletti, tras la caída del régimen de Mubarak en 2011 aparecía en el principal periódico en inglés de Etiopía el anuncio de la construcción de un enorme proyecto hidroeléctrico en un afluente del Nilo Azul. No deja de oírse que la última gran guerra se librará por un recurso, y algunos inversores famosos, como Michael Burry, llevan tiempo invirtiendo en ello: el agua.
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