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Cabaña de campo en el otoño

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‘La casa entre los pinos’, de Ana Reyes. Una novela sobre los inextricables senderos de la mente

Maya trata de sobrellevar su incontrolable ansiedad al tiempo que se retrotrae una y otra vez al pasado en un intento de descubrir si su antiguo amigo/novio tiene que ver algo en la muerte pareja de dos mujeres

Pocos son los escritores que con un primer libro reciben gran proyección mediática, algo que sí ha logrado Ana Reyes con su ópera prima, La casa entre los pinos. La novela empezó con buen pie al ser seleccionada por la actriz y productora de cine y televisión Reese Witherspoon para su club de lectura, lo cual facilitaría su inclusión, durante nueve semanas, en la lista de los libros más vendidos del New York Times. Editado por Roca Editorial (octubre de 2024), esta novela psicológica que en principio iba a ser una tesis para la LSU (Universidad Estatal de Luisiana) comienza a emitir señales de éxito entre los lectores españoles.

Cubierta de La casa entre los pinos

Roca Editorial (2024), 304 páginas

La casa entre los pinos

Ana Reyes

La casa entre los pinos narra las malandanzas de Maya, una mujer joven que trabaja en un invernadero y vive con su novio. Lo que viene siendo una vida relativamente normal, vaya. Pero todo se complica notablemente cuando dos hechos coinciden en el tiempo: por un lado, Maya comienza a sufrir el síndrome de abstinencia al dejar de tomar Clonazepam (la amiga que le vendía este medicamento, sin receta, no responde a sus llamadas), y, por otro, ve en Internet un vídeo en el que una mujer fallece de manera repentina en una cafetería, sentada a una mesa en compañía de un hombre, Frank Bellamy, con el que Maya había iniciado una relación cuando tenía diecisiete años. La visión de ese vídeo, grabado por las cámaras de seguridad del local, activa el pánico en ella, pues siete años antes su mejor amiga había muerto en circunstancias similares mientras charlaba con Frank. Dos muertes inexplicables con un denominador común: la presencia de Frank, a quienes todos consideran «un tipo extraño». Alguien que asegura en petit comité, con cierto secretismo, haber construido con sus propias manos una cabaña en el bosque, en un terreno que es propiedad de su padre, en su día un profesor de gran prestigio por sus estudios sobre la mente humana.

A partir de ese momento, Maya trata de sobrellevar su incontrolable ansiedad al tiempo que se retrotrae una y otra vez al pasado en un intento de descubrir si su antiguo amigo/novio tiene que ver algo en la muerte de ambas mujeres. Su fragilidad y desequilibrio emocional no juegan a su favor, hasta el punto de que tanto su madre como su novio dudan mucho de que el tal Frank sea un asesino, como insinúa ella, por mucho que el hermanamiento de esas dos muertes súbitas pueda parecer sospechoso.

¿Se estará volviendo loca? Esta pregunta que se hacen quienes están cerca de ella se la hace también la propia Maya, sobre todo ahora que está abusando del alcohol. En su intento por esclarecer la verdad, Maya, en perpetuo estado de agitación, asolada por miedos y cargos de conciencia recurrentes, decide ausentarse durante varios días de su trabajo, argumentando una enfermedad común, y regresa al domicilio familiar para investigar in situ los hechos, tanto los sucedidos recientemente como los de siete años antes.

La novela consigue atrapar pronto al lector al conectar esas muertes insólitas, generando gran expectación. En su contra, podría decirse que esa promesa de misterio que resolver, lanzada desde las primeras páginas, se acaba diluyendo durante gran parte del libro, pues la autora, sin prisa pero sin pausa, desarrolla mediante analepsis (lo que en cine se conoce como flashbacks) la vida cotidiana de Maya en dos marcos temporales separados por siete años, que si bien nos permiten conocer más de cerca a los dos personajes principales (la omnipresente Maya y el ausente Frank), acaban por retrasar la resolución de dicho misterio.

Por este motivo, animaría a los lectores a leer la novela no como un thriller –con sus habituales subidones y bajadas de montaña rusa–, por mucho que así se nos venda, sino como una novela literaria bien hilada que indaga en los oscuros senderos de la mente y en la que se acaba resolviendo un enigma.

Una casa entre los pinos es lo suficientemente sugestiva y turbadora como para ser leída por su oferta narrativa, bien diseñada capítulo a capítulo, sin necesidad de apostar el goce de la lectura a la mera resolución final del misterio.

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