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17 de abril de 2024

Ousmane Dembélé el año de su llegada al Barcelona

Ousmane Dembélé, en 2018, el año de su llegada al BarcelonaGTRES

No Dembélé, no Barça

Todo lo que pareció resurgir en el equipo azulgrana durante la semifinal de la Supercopa contra el Real Madrid ha desaparecido sin el francés en el campo

No parece haber sido un éxito la decisión del Barcelona de prescindir del juego de Ousmané Dembélé. A la primera ocasión, con la ausencia del francés sobre el campo tras la decisión técnica y empresarial de no alinearlo en respuesta a su negativa a renovar, el equipo azulgrana ha caído eliminado por el Athletic en octavos de final de la Copa.
Es el mismo equipo cuya mordiente, con las mandíbulas del ex del Borussia por delante, remontó por dos veces la ventaja del líder de la Liga en la semifinal de la Supercopa de España. Xavi Hernández consideraba hace unos días «prioritaria» la renovación que era en realidad el único punto futuro de inflexión posible para un equipo en crisis por donde se mire.
El «Mbappé culé», como en el mismo club lo llamaron, era el trampolín para la recuperación deportiva, pero los números del Barcelona ya no pueden mentir más. La postura de los dirigentes, a la que sin más remedio tuvo que sumarse el entrenador contra su propia opinión, indican la verdadera urgencia del estado de la entidad, a lo que hay que sumar el intento de recurrir a agravios comparativos dentro de la plantilla.
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Con Dembélé, el jugador referencial del equipo, la pretensión era renovarle a la baja y que aceptara, mientras otros compañeros eran puestos al borde de la quilla para dejar sitio a los nuevos en el barco pirata. La embarcación que navega sin rumbo de isla en isla en busca de incautos a quien despedir y fichar al mínimo coste y renovar por menos. Un modelo de negocio basado en la mezquindad provocada por el derrumbe.
Una especie de desencanto, como el de los Panero, pero nada poético. Un equipo sin pujanza por la ausencia de estrellas, de puntales que desenhebraran esa madeja de color lila es lo que se vio en San Mamés. Nada que ver con lo visto, una señal de vida, en la Supercopa de Riad frente al Madrid. En el partido de ayer el equipo menor pareció siempre el Barcelona sin referentes significativos. Sin Dembélé.
Muniain y los Williams fueron las estrellas del choque de una idea, la de Lezama, contra una maraña inclasificable a la que antes llamaron estilo. Un caserío reformado, en buen uso, frente a una masía ruinosa que en su propia cicatería y pobreza mostró ayer su intrínseca vulgaridad sin el francés sobre el terreno de juego, el mismo espejo, hoy roto, frente al que tanto se admiraron los que todavía quedan.
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