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20 de abril de 2024

Joan Laporta y Xavi Hernández durante la presentación de este último

Joan Laporta y Xavi Hernández durante la presentación de este últimoGTRES

La euforia de los fichajes culés se desinfla: ni Haaland ni Lewandowski y ni siquiera Adama Traoré

El 0-4 en el Bernabéu, celebrado con gran fasto, significó el inicio o la continuación de un derrumbamiento culé que ya no puede ocultar ni la fantasía de sus supuestos fichajes

Una de las características inefables del FC Barcelona es la ilusión. No exactamente el sinónimo de la esperanza, sino una ilusión como de Disney. Can Barça es lo más parecido a Disneyland en el mundo del fútbol. Una metáfora que ha cobrado fuerza y realidad tras la deriva de la institución, un desmoronamiento, una ruina, como la inocultable del mismísimo Camp Nou, donde ya, al fin, van a iniciarse las obras a pesar de que las mismas, tras el inevitable traslado a Montjuic para jugar los partidos, va a suponer una considerable reducción de los ingresos.

«Fantasía»

Se vio un poco en la presentación de Xavi ese carácter disneylandista desesperado. Xavi y Laporta en el césped del Camp Nou como Donald y Mickey. Mateu Alemany trajo más personajes a la fiesta, una operación de camuflaje y de salvamento a corto plazo a pesar de algunos contratos largos. Firmarle un contrato de tres años a Aubameyang no es precisamente lanzarse como el tío Gilito a una piscina llena de monedas. Llegaron Adama, Alves y Ferran casi como Juanito, Jorgito y Jaimito. Hubo una especie de resurrección futbolística en la que se lanzaron las campanas al vuelo de tal forma que la película se convirtió en Fantasía.

Aubameyang dejó de marcar con alegría y hasta Dembélé, la verdadera y única causa del despertar barcelonista, perdió levemente su don

Mientras sonaba la música y se sucedían las imágenes culminadas en el mítico 0 a 4 en el Bernabéu, una gesta sorprendente, sobre todo por la exagerada celebración con selfi de toda la plana mayor azulgrana sobre la yerba del estadio blanco. Estaban Mickey y Donald, por supuesto, pero también Goofy, Pluto y hasta Daisy y Minnie. Una fotografía que fue lo contrario a un talismán. Fue un canto de cisne tras el que todo volvió a derrumbarse. Aubameyang dejó de marcar con alegría y hasta Dembélé, la verdadera y única causa del despertar barcelonista, perdió levemente su don.
Erling Haaland celebra un gol con el Dortmund

Erling Haaland celebra un gol con el DortmundGTRES

Es entonces cuando se relanzó la ofensiva de la fantasía, un territorio atávico culé. Un reino de color ilustrado en las espectaculares portadas de los medios deportivos catalanes, que cuentan con hitos, más allá de la fábula azulgrana, como el que representa quizá el hito del antimadridismo (antimadridismo y fantasía son sus señas) como el que tituló: «Luka Modric, 42 millones para tapar vergüenzas». Un frontispicio mítico que se cobra su deuda en estos días, ya años de gloria del croata, casi con el deleite con el que se la cobraba el conde de Montecristo.

Haaland, la última fantasía

La última fantasía era Haaland. Un fuego artificial absurdo, casi ridículo, como el de Lewandowski, la penúltima ventolera. Jugándose la clasificación para la próxima Liga de Campeones, eliminado de todo lo eliminable, el club catalán sigue lanzando petardos de ininteligible celebración, como los saltos de Laporta el día de su primera y baldía victoria de la Liga Europa, a sabiendas de la herida por la que el equipo que dirige se desangraba y se desangra.

Ni siquiera la ventana de los fichajes petulantes sirve para desviar ya la atención de lo mollar

Más de 1000 millones de deuda y aluminosis por doquier, ni siquiera la ventana de los fichajes petulantes sirve para desviar ya la atención de lo mollar, que sin resultados deportivos aparece como el cadáver de Philip Greenleaf tras sacar el barco del agua en A Pleno Sol. A pleno sol está el Barcelona que va a perder a su mejor jugador, Dembélé (también el fichaje más caro de su historia); donde jugadores señeros, o que se pretende que lo sean, se resisten a renovar, como Gavi, como Araújo; donde la penúltima ilusión, Memphis, vaga semi olvidado por los rondos xavistas, y donde ni siquiera esos descartes que Disneyland convirtió de repente en ilusión, como Adama, van a resistir la crudeza que existe fuera del parque de atracciones.
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