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19 de abril de 2024

José María Rotellar

La improductiva ocurrencia de los cuatro días laborables

La izquierda no pierde ocasión para socavar el espíritu de esfuerzo, de sacrificio, de asumir que hay que trabajar duro para conseguir buenos resultados. La nueva propuesta del Gobierno valenciano no tiene sentido

Actualizada 08:52

El Gobierno regional valenciano pretende poner en marcha una medida para rebajar la jornada laboral de cinco a cuatro días, con una jornada semanal de 32 horas. Todo ello, subvencionado con dinero público para aquellas empresas que se acojan a la medida, a razón de hasta 200.000 euros, a lo largo de tres años. Esgrime el Gobierno valenciano que así se podrá conciliar mejor la vida profesional y familiar y que supondrá un ahorro energético, al tiempo que asegura que aumentará la productividad.
Si lo que quieren es facilitar la conciliación, tendría algo más de sentido –sin tenerlo tampoco– que la jornada de cinco días fuese más reducida, para conseguir que los trabajadores pudiesen salir antes y lograr la referida conciliación, pero lo que proponen es un fin de semana de tres días, no el facilitar que se pueda conciliar mejor cada uno de los días.
Por otra parte, hablan de ahorro energético, pero, ¿qué hacen con la industria? ¿Para también la producción? A muchas les resulta más costoso parar las máquinas que producir todos los días. ¿Dónde está el ahorro propuesto?
Por último, afirma el Gobierno valenciano que así se ganará productividad. Si eso está tan claro, ¿por qué ha de subvencionar la medida? Si las empresas creyesen que su productividad aumentaría de esa manera, ¿no cree el Gobierno valenciano que adoptarían la medida sin necesidad de que ellos la subvencionasen? A mayor productividad, mayor rendimiento por trabajador, que conlleva una disminución de costes, que puede trasladarse a una bajada de precios, que ampliaría las ventas y mejoraría los beneficios. Por eso, si las empresas no lo hacen es porque consideran que no obtendrían por esa vía dichas ganancias, de manera que queda al descubierto lo absurdo de esta medida.
Es absurda y contraproducente, porque sólo provocará lo contrario: una caída de la productividad y, con ello, de la producción y, por tanto, del empleo. España sufre un grave problema estructural de productividad y lo que necesita es que se trabaje más y mejor, de manera eficiente, no menos.
Si analizamos por hora trabajada qué muestra la última EPA, vemos cómo desciende; no hay nada que asegure que restando horas a la jornada se vaya a conseguir mantener la misma producción, que es lo que haría incrementar la productividad, sino que todo apunta a que se trabajaría menos y se produciría menos, pero con más gasto público, el de la subvención del Gobierno valenciano.
La izquierda no pierde ocasión para socavar el espíritu de esfuerzo, de sacrificio, de asumir que hay que trabajar duro para conseguir buenos resultados; lo ataca constantemente con múltiples subvenciones desincentivadoras de la actividad, que hará, cada vez más, a la sociedad dependiente de dichas ayudas, sin poder construirse una carrera profesional prometedora, que haga que cada persona dependa de sí misma, de su trabajo, de su esfuerzo, y no del subsidio que el gobierno de turno quiera conceder.
El camino elegido, por tanto, por el Gobierno valenciano es enemigo de la capacidad de superación de los trabajadores, del desarrollo profesional que puedan tener y de su lucha por mejorar y crecer laboralmente. Recurre al gasto público, a la subvención pagada con el dinero de todos los contribuyentes, para publicitar una medida populista y contraria a la racionalidad económica, que puede hacer mucho daño a la estructura económica y al empleo.
  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria
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