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26 de abril de 2024

José María Rotellar

Sánchez expulsa la riqueza, el ahorro y la inversión

El Gobierno ha ideado una serie de medidas en el IRPF que de poco sirven como alivio a los ciudadanos, pues su escasa rebaja se ve absorbida por el mayor coste que las rentas bajas le pagan en impuestos debido a la inflación

Actualizada 13:18

El Gobierno se ha envuelto definitivamente en el populismo, si es que siempre no ha actuado así Sánchez, e impone un impuesto a las grandes fortunas para tratar de vender a los ciudadanos que él vela por los desfavorecidos, con su mantra de que se siente atacado por lo que él llama «poderosos» al tratar de proteger a lo que define como «la clase media y trabajadora».
Para ello, además, ha ideado una serie de medidas en el IRPF que de poco sirven como alivio a los ciudadanos, pues su escasa rebaja se ve absorbida por el mayor coste que las rentas bajas le pagan en impuestos debido a la inflación; se olvida de la clase media –debe de ser que no entra dentro de la categoría inventada por Sánchez, antes citada– y machaca la generación de riqueza al ahuyentar la inversión y el ahorro. Muchas rentas altas, que son las que pueden invertir, que son las que tributan a tipos más elevados en el IRPF y que son las que tienen una mayor capacidad de compra y adquieren productos de mayor valor y, con ello, el impuesto directo que pagan es superior, al ser la base del producto más elevada, han empezado a estudiar, tras el anuncio, irse a otros lugares.
Sánchez, con su castigo a las regiones del PP que mantienen la exención en el Impuesto de Patrimonio –en todo, como Madrid y como ha anunciado Andalucía, en parte, como Galicia, o en estudio, como Murcia– va a empobrecer a España, pues provocará una fuga de contribuyentes, por ejemplo, hacia Portugal, que ofrece unas condiciones más benignas en el tratamiento fiscal. Si ya muchos profesionales muy cualificados, de carreras exitosas, se han mudado a Portugal cuando se han prejubilado o como profesionales autónomos, si su trabajo lo pueden realizar a distancia, ahora lo harán más, de prosperar este impuesto demagógico.
Y además de demagógico y populista, ese nuevo impuesto es poco útil, desde el punto de vista recaudatorio, pues aunque consiguiese los 1.500 millones de euros que estiman podrán recaudar, cosa difícil, porque antes se irán muchos contribuyentes, no deja de ser una cantidad irrisoria respecto al presupuesto de gasto. Solo generará pobreza y merma en la recaudación, cosa peligrosa, pues cuando los recursos de los ciudadanos se agoten con la inflación y empiece a reducirse de manera importante el consumo, la recaudación puede caer a plomo, con un nivel de gasto estructural que se mantendrá y que elevará déficit y deuda todavía más.
Y, por último, es un tributo que puede ser inconstitucional, pues se está superponiendo –a falta de que ofrezcan detalles en el texto legal– al Impuesto de Patrimonio, que es un tributo cedido a las CC.AA., según queda regulado por la LOFCA y por la ley del sistema de Financiación Autonómica. De esta forma, el nuevo impuesto podría suponer, en la práctica, la anulación de la competencia normativa cedida a las CC.AA., de manera que si esto se produjese podría incurrirse en inconstitucionalidad y en un fraude de ley, al recuperar la Administración General del Estado, subrepticiamente, la competencia normativa por la puerta de atrás, en lo que va un paso más allá de una supuesta armonización saltándose los cauces normativos correspondientes para ello, pues según lo conocido -a falta del texto legal- recupera unas competencias legalmente cedidas sin los trámites legales establecidos en la LOFCA y en la ley del Sistema de Financiación Autonómica.
Es probable que el recorrido de este nuevo impuesto sea corto y que, al igual que puede pasar con los impuestos a la banca y a las compañías energéticas, sea anulado por la justicia en un futuro. De suceder así, el Gobierno tendría que devolver lo recaudado pero, para entonces, lo más probable es que Sánchez no sea ya presidente del Gobierno y que este problema incremente la mala herencia económica que dejará a su sucesor en la presidencia del Ejecutivo. Para entonces, además, Sánchez habrá expulsado a los inversores y ahorradores, de manera que la riqueza que generan se producirá ya en otro país, en lo que supondrá el empobrecimiento de la economía española, donde menos ahorro e inversión se traducirá en menos actividad, menos empleo y menos recaudación.
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