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25 de abril de 2024

Un bombero ucraniano camina entre los restos de un centro comercial en Jersón, destruido por las bombas rusas.

Un bombero ucraniano camina entre los restos de un centro comercial en Jersón, destruido por las bombas rusas.AFP

Así es el plan Marshall que Occidente prepara para Ucrania

A pesar de que todavía no ha acabado el conflicto, ya está prevista la reconstrucción del país

El pasado año, durante el Foro Económico de Davos, Volodímir Zelenski urgió a los presentes a participar en la reconstrucción de una Ucrania devastada por la invasión rusa siguiendo el ejemplo del Plan Marshall tras la II Guerra Mundial. De hecho, el propio canciller Scholz se refirió a este programa para pedir la implicación de los países occidentales en el país.
Tras la guerra, el fantasma del comunismo sobrevolaba una Europa arrasada por seis años de conflicto. Estados Unidos, que salvo el ataque de Pearl Harbour no había combatido en su territorio, registró un espectacular crecimiento económico durante esos años.
Al finalizar el conflicto, sabía que una Europa unida y con una economía estable eran fundamentales para frenar el avance del comunismo y preparó un plan de subvenciones sin intereses por valor de 13.000 millones para financiar la reconstrucción de los países afectados salvo la URSS, que se negó a participar por miedo a perder independencia económica. En menos de una década, el crecimiento de Europa occidental fue ejemplar.
Claro que la situación en Ucrania es distinta. Según la vicepresidenta para Europa y Asia Central del Banco Mundial, Anna Bjerde, calculó que la reconstrucción de Ucrania costaría entre 500 y 600 mil millones de euros, tres veces más de lo que costó el Plan Marshall con el ajuste de IPC actual. Diferentes formaciones políticas y hasta el propio Zelenski creen que Rusia debería desembolsar esa cantidad en concepto de reparaciones de guerra, pero una idea así se antoja utópica en estos momentos.
Otra cuestión es encontrar los países dispuestos a ayudar. Estados Unidos, Reino Unido, Polonia, Alemania, Francia, Rumanía o Lituania, entre otros, han expresado su disposición a ayudar a reconstruir las infraestructuras ucranianas a través de iniciativas especiales destinadas a empresarios interesados en invertir.
Durante una conferencia en Suiza, el pasado mes de julio, el Gobierno ucraniano presentó una ‘hoja de ruta’ con los países que se harían cargo de la reconstrucción de las distintas zonas. Así, Alemania se encargaría de Chernígov; EE.UU. y Turquía, de Járkov; e Italia y Polonia de Donetsk. Estas ayudas están condicionadas por el cumplimiento de los siete principios confirmados en la Declaración de Lugano.
En la segunda conferencia, celebrada en octubre en Berlín, se proyectó la construcción de 150.000 edificaciones y bloques de viviendas, 2.000 centros de enseñanza, 25.000 kilómetros de carreteras y 7.000 de líneas ferroviarias, así como plantas de calefacción urbana, centrales nucleares.

Los siete principios de la declaración de lugano

  • Asociación. La reconstrucción estará en manos de las autoridades ucranianas con el apoyo y la colaboración de socios internacionales que velarán por el correcto uso de los fondos asignados.
  • Reformas. El plan de reconstrucción tiene como objetivo acelerar y profundizar en las reformas para que el país se convierta en un estado miembro de la Unión Europea.
  • Transparencia. Todos los fondos deberán ser asignados de manera justa y transparente con el objetivo de fortalecer estructuralmente el estado de derecho y erradicar la corrupción.
  • Participación. El proceso de reconstrucción estará basado en la participación democrática de todos los ucranianos, incluidos aquellos que se encuentran actualmente en el extranjero debido al conflicto. Además, deberá permitir la creación de un sistema eficiente de autogobierno local y descentralización estatal.
  • Colaboración. El proceso debe facilitar la colaboración entre los actores nacionales e internacionales de Ucrania.
  • Igualdad. La reconstrucción debe ser inclusiva y asegurar la igualdad de género, así como el respeto a los derechos humanos, económicos, culturales y sociales.
  • Sostenibilidad. El plan deberá reconstruir una Ucrania sostenible, en línea con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y con los principios del Acuerdo de París, integrando la dimensión ambiental junto con la social y económica, así como la de la transición verde.

Coto a la corrupción

Los expertos creen que, a diferencia del Plan Marshall tras la II Guerra Mundial, es fundamental alentar la inversión en el sector privado. El propio presidente y director ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, se reunió con el líder ucraniano para darle dos sencillos consejos: necesita ganar la guerra y convertirse en un país atractivo para los inversores. El problema es que la corrupción sigue siendo una de las grandes preocupaciones.
Según el informe de 2022 de Transparencia Internacional, Ucrania está en el puesto 33 en el índice de percepción de corrupción. Zelenski ha tomado nota y hace apenas una semana, en un ejercicio de real politik, purgó a varios altos cargos del Gobierno y de la Fiscalía en pleno conflicto. El pasado año, hizo lo mismo con sus potenciales rivales políticos.

Percepción

Pero puede que estas medidas no sean suficientes. La estabilización fallida de países como Afganistán e Irak también contribuye a la reticencia de los inversores a realizar compromisos a largo plazo en Ucrania. Ambas intervenciones contaron con importantes inversiones financieras, militares y políticas que se acabaron destapando como un fracaso.
No cabe duda de que Ucrania no es Afganistán o Irak, pero la estabilización es imperativa. Estados Unidos y Europa deberán explicar muy bien la vinculación entre la estabilidad de Ucrania y la prosperidad de sus naciones, así como las implicaciones para el orden mundial si la agresión de Putin tiene éxito. Una victoria que va más allá del campo de batalla.
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