El futuro de Ucrania, entre Trump, Putin y sus valiosas tierras raras
Ucrania, cansada y exhausta, sigue luchando como escudo de una Europa titubeante
Una semana de infarto en donde Ucrania se perfila como la gran perdedora y, por ende, Europa, que sigue su estela. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha suscitado no solo los antiguos temores de su primera Administración, sino el retorno de las Relaciones Internacionales al más puro estilo del S. XIX: el más fuerte es quien dicta las reglas. De este modo, Trump recupera al Tío Sam negociando de tú a tú con el Oso ruso que ha despertado tras su hibernación impuesta por Europa. Se inician así unas negociaciones que prevén dejar de la mesa a Ucrania y a Europa. Lejos queda el antiguo lema de la Administración Biden: «Nada sobre Ucrania sin Ucrania».
Trump quiere deshacerse del peso europeo para centrarse en el Indo-Pacífico y, por tanto, en su mayor enemigo: la China de Xi Jinping
La Administración de Bush, allá en el 2008, llegó a afirmar que algún día la OTAN engrosaría sus filas con nuevos miembros. En este caso hablaba sobre Ucrania y Georgia. Sin embargo, Trump, de primeras, ha enmendado a Bush tranquilizando así a Putin, quien nunca ha querido ver cómo la OTAN se acercaba las fronteras de la Federación Rusa o, por el contrario, a los espacios de influencia postsoviéticos. De hecho, no solo Ucrania, según declaraciones de Trump, no va a formar parte de la OTAN, sino que las posibles tropas que se desplieguen en Ucrania para garantizar la paz no serán en ningún momento estadounidenses. Trump lo dejaba claro: Europa para los europeos, un lema que calca a la doctrina Monroe: «América para los americanos». Trump quiere deshacerse del peso europeo para centrarse en el Indo-Pacífico y, por tanto, en su mayor enemigo: la China de Xi Jinping.
Las fronteras ucranianas del 2014 están lejos de volver a su estado original e, incluso, el actual territorio bajo control ucraniano no está libre de futuras amenazas. Aunque los europeos decidieran firmemente enviar sus tropas a Ucrania para garantizar la integridad territorial de Kiev, dichas tropas no estarán bajo el paraguas del Art. 5 de la OTAN, tal y como ha remarcado el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth. De este modo, EE.UU. abre la posibilidad a futuros ataques rusos, tanto a suelo ucraniano como a tropas europeas desplegadas en Ucrania, que estarán libres de represalias por el lado estadounidense. Se anula así el derecho de legítima defensa individual o colectiva cuando alguna de las partes fuera atacada recogido en el Tratado de la OTAN. Europa se queda sola y sin garantías ante nuevas amenazas.
La seguridad de Europa se encuentra al filo del abismo, especialmente al depender del único país dispuesto a sacrificar vidas humanas para frenar el avance ruso y al que, en última estancia, se le quiere retirar el apoyo militar. Ucrania es la última línea de defensa de Europa, pero cada día que pasa se vuelve más débil en tanto y cuanto aumenta la incertidumbre de las negociaciones de paz. Lejos queda la idea de permitir a Ucrania llegar con una posición de fuerza a dichas negociaciones, sobre todo con la promesa de una invitación para incorporarse a las filas de la OTAN. Ucrania se enfrenta a un momento delicado en el terreno, pues en octubre de 2024 el país eslavo llegó a perder 410 km² en solo un mes. El avance ruso hizo incluso que Biden permitiera a Zelenski el uso de misiles supersónicos ATACMS en el interior de la Federación Rusa. Sin embargo, la atmósfera que se respira a 2025 es la de una Ucrania débil que incluso puede no estar en la mesa de negociaciones.
La seguridad de Europa se encuentra al filo del abismo, especialmente al depender del único país dispuesto a sacrificar vidas humanas para frenar el avance ruso
La cesión de mayor armamento militar a Ucrania por parte de EE.UU. ha sido siempre vista por Putin como una gran amenaza. De ahí que a los 1.000 días del conflicto con Ucrania, Putin decidera rubricar la actualización y nueva doctrina nuclear rusa. De esta forma, Putin ha reafirmado su compromiso de operar bajo la amenaza de una posible guerra nuclear, pero siempre dispuesto a evitar el conflicto atómico. Un claro ejemplo ha sido el envío de bombas nucleares a Bielorrusia a lo largo del conflicto, al igual que la reforma de la doctrina nuclear, donde se reduce claramente el umbral del uso de armas atómicas. Cabe destacar, dentro de esta reforma, los siguientes puntos:
«La disuasión nuclear tiene como objetivo garantizar que un adversario potencial comprenda la inevitabilidad de represalias en caso de agresión contra Rusia o sus aliados».
«La agresión contra la Federación Rusa (o) sus aliados de cualquier país no nuclear con la partición o en apoyo de estados con armas nucleares se considerará un ataque conjunto».
La aspiración última de Putin es lograr la maximización de sus objetivos: el sometimiento de Ucrania a los deseos rusos (país satélite al estilo de Bielorrusia); la cesión y reconocimiento total de las 4 provincias controladas, en parte, por Rusia en el este ucraniano (Luhansk, Donetsk, Zaporizhia y Kherson); la retirada de las tropas militares ucranianas del frente; la imposibilidad con garantías de la no admisión de Ucrania en la OTAN; y, finalmente, el levantamiento de las sanciones económicas internacionales a la economía rusa. Unas exigencias elevadas que, a pesar de ello, Zelenski está abierto solo a una de ellas: la cesión del territorio, pero no del ucraniano, sino del territorio ruso conquistado por las tropas ucranianas en Kursk. Sin olvidar que EE.UU. está muy pendiente de cobrarse la ayuda militar prestada a Ucrania (65 mil millones de dólares) en forma de tierras raras, las cuales, justamente, se concentran en las provincias ucranianas que anhela Rusia.
La guerra continúa, a pesar de las posibles negociaciones de paz entre Trump y Putin. La época de la negociación colectiva ha muerto. El atlantismo está herido, aunque todavía desconocemos si de muerte o necesita una cirugía completa para ser salvado. Lo que está claro es que Ucrania, cansada y exhausta, sigue luchando como escudo de una Europa titubeante. Ahora bien, la Europa del S. XXI no es el socio privilegiado del Mundo libre que fue en el siglo pasado y, por tanto, está en sus manos salvar, tanto a Ucrania como a sí misma, para no quedar relegada a ser un mero espectador del nuevo Mundo. Habrá que ver si la llamada de urgencia de Macron a Europa (España, Polonia, Italia, Reino Unido, Alemania y Dinamarca) para atajar el conflicto ucraniano será capaz de despertar al Viejo Continente de su postración.
- Gonzalo Gómez de la Calle es consultor de NTTData y profesor de Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE