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Fernando Rayón
Fernando Rayón

Cuerpo vende sintonía con Estados Unidos, pero el viaje de Sánchez a China pasa factura

Tampoco se creen el incremento al 2 % del gasto en defensa incluyendo la ciberseguridad, e inciden en la necesidad de eliminar la 'tasa Google'

Actualizada 04:30

El ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo (i), durante su reunión con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent (d), a 15 de abril de 2025

El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, en su reunión con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent del 15 de abril.Ministerio de Economía

Pretender tapar el viaje a China de Pedro Sánchez para entrevistarse con Xi Jinping con otro de Carlos Cuerpo a Washington para reunirse con su homólogo estadounidense, Scott Bessent, es mucho pretender. El Gobierno español -e incluso el figurante ministro de Exteriores José Manuel Albares- intentaron un control de daños imposible precisamente en un momento en el que las relaciones hispano-estadounidenses no pasan por su mejor etapa. Nada que ver con la visita de Meloni, y por supuesto con lo que hubiera podido ser un viaje de los Reyes de España. Pero Sánchez insiste en viajar él y solo él, y que los Reyes se dediquen a otras cosas. Así nos va.

El frío comunicado del Tesoro tras la visita de Cuerpo a Washington dejó claro por qué no somos un interlocutor para ellos

Quizá por eso Cuerpo se adelantó a todos, y en un canutazo en Washington, insistió en vender la sintonía entre ambas administraciones. La buena nueva duró poco. El frío comunicado del Departamento del Tesoro dejó en evidencia la alegría Cuerpina y aclaró a Francia y Alemania por qué España no es interlocutor con los americanos. Nada que no supieran.

Estados Unidos se limitó a calificar la reunión con Cuerpo de «conversación franca», algo que en el lenguaje cortés de la diplomacia dejaba en la nada la reunión con el ministro de Economía, Comercio y Empresa. No se hablaba de «relaciones económicas satisfactorias» ni de «socio preferente». Las cosas debieron ir muy mal cuando Cuerpo no tuvo más remedio que vender el encuentro utilizando el mensaje del comisario europeo de Comercio Maroš Šefčovič: «La Unión Europea mantiene una posición de unidad y está abierta a negociaciones constructivas para encontrar una solución que preserve la relación transatlántica, la más relevante del mundo, que abarca alrededor de un tercio de todo el comercio global». Palabras.

Cuerpo no habló nada de relaciones bilaterales ni de peticiones de Estados Unidos. Así hasta que llegó el comunicado del departamento del Tesoro, que reducía el encuentro a dos peticiones muy concretas: más inversión en defensa y la eliminación de la llamada tasa Google. Desgraciadamente el breve documento precedió una puntilla inesperada: la Administración Trump retiraba el apoyo y los fondos al AVE de Texas, con el que Renfe esperaba ingresar más de 5.000 millones y además calificaba el proyecto de «poco realista y una empresa arriesgada para el contribuyente». El secretario de Transporte Sean Duffy reconocía en su informe «que el coste del proyecto superaba ya los 40.000 millones de dólares», y reprochaba a las empresas ganadoras del proyecto que pretendieran repercutir los sobrecostes en los contribuyentes.

A Estados Unidos le suena a cuento chino que España vaya a subir su gasto en defensa al 2 % del PIB incluyendo la ciberseguridad

La realidad es que a Estados Unidos no puedes responderle, como hace Sánchez en el Congreso de los Diputados, con inversiones a largo plazo, y por eso sonaron a chino las palabras de Cuerpo de que España cumpliría con el compromiso ante la OTAN de invertir al menos un 2 % de su PIB en defensa. Nunca mejor dicho. Y sonaron a cuento chino a largo plazo porque Cuerpo en su comparecencia ante los medios volvió a explicar su propuesta a los americanos de ampliar el concepto de seguridad e incluir como gastos en defensa cuestiones relacionadas también con la ciberseguridad. Pero este repetido argumento de Sánchez ya lo había rechazado Scott Bessent hasta el punto de que decidió cambiar de tema y pasó a hablar de la tasa Google.

En 2021, 140 países de la OCDE firmaron un acuerdo para incrementar la fiscalidad de las grandes tecnológicas de manera que pagaran en todos los países en los que operaban además de introducir un tipo mínimo a las multinacionales. La UE replicó la segunda parte con un impuesto mínimo del 15 % a las grandes sociedades, pero la llamada tasa Google sólo la aplicaron algunos países europeos, entre ellos España. Google y Amazon tuvieron que tragar, pero ya se ve que han esperado su momento para contraatacar. Siempre podrá decir el Gobierno que aquella tasa la aplicaron en España los gobiernos del PP. Pero ni con eso se librará España de eliminarla ahora si quiere negociar otras partidas arancelarias con Estados Unidos.

Y hablando de empresas y de injerencias del Gobierno, la CNMC anunciará en breve lo que todos sabíamos: estar a favor de la Opa del BBVA al Sabadell. El informe incluye lógicamente unos compromisos al BBVA, pero hasta donde yo sé, son fáciles de cumplir: mantenimiento de oficinas y cajeros, ayudas a las pymes durante al menos tres años. Ya solo faltaría el ok del Gobierno, pero que se prepare el BBVA, porque el peaje de Salvador Illa les va a salir muy caro, como ya nos está costando a todos los españoles.

Quedará para el recuerdo, eso sí, la petición de la patronal catalana Pimec a la CNMC de que no autorice la Opa porque es una «amenaza para el sistema bancario, el tejido productivo y el equilibrio territorial». Además, ha calificado el test de mercado que encargó el regulador como «metodológicamente sesgado», y eso que participó en él. Pero es muy revelador comprobar cómo se posiciona la burguesía empresarial catalana en esta etapa que se adivina especialmente difícil. Y luego critican a Trump por proteger a sus empresas y a las importaciones de vinos y cavas de la tierra.

Harían mucho mejor en mirar a Acciona y ACS, que han ganado un concurso en Australia para modernizar el tren de Brisbane, sede de los Juegos Olímpicos de 2032. Son más de 3.200 millones de inversión en varios contratos. Tampoco es el primer concurso que ganan en Australia. Y es que, en momentos de crisis, hay que venir llorados de casa y buscar nuevos mercados aunque sea en las antípodas.

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